El laberinto de los espíritus

El nivel de barbarie de una sociedad se mide por la distancia que intenta poner entre las mujeres y los libros.

No me di cuenta de lo mucho que echaba de menos a mi madre hasta después de que muriera.

Siempre le llevé la contraria a todo el mundo, a mis padres, a mis maestros y, cuando todos se cansaron ya de batallar conmigo, a mí misma.

La enfermedad más difícil de curar es la costumbre.

En las batallas perdidas, la última defensa es la indiferencia.

El dolor más sincero se vive a solas.

Jamás he sido de siestas. Lo mío es el insomnio elevado a arte. Cuando me muera ya me pondré al día en horas de sueño.

Solo merecen morir los que han saldado todas sus cuentas.

- Mire que es enamoradizo el pobre -decía Fermín-. Padecerá horrores en esta vida.
- Más sufre el que es incapaz de enamorarse -dejó caer Alicia.

Uno no sabe quién es de verdad hasta que aprende a odiar.