La mayoría de los chicos resultaron ser todo lo contrario de los libros: eran simples y se les podía leer al instante.
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La mayoría de los chicos resultaron ser todo lo contrario de los libros: eran simples y se les podía leer al instante.
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Doña Lorena decía que el nivel de barbarie de una sociedad se mide por la distancia que intenta poner entre las mujeres y los libros. Nada asusta más a un cafre que una mujer que sabe leer, escribir, pensar y encima enseña las rodillas.
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El dolor más sincero se vive a solas.
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-Si los libros hablasen no habría tanto sordo por ahí. Lo que tiene que hacer usted, Fernandito, es empezar a evitar que los demás le escriban el diálogo. Use la cabeza que Dios le ha plantado sobre las cervicales y hágase usted mismo el libreto, que la vida está llena de estraperlistas ávidos de rellenarle al respetable los sesos con las bobadas que les convienen para seguir manteniéndose subidos al burro y con la zanahoria en ristre. ¿Lo entiende?
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La felicidad, o lo más cercano a ella a que puede aspirar cualquier criatura pensante, la paz de espíritu, es aquello que se evapora por el camino que lleva del creer al saber.
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Mataix ya no lo creía. Y tenía miedo. Sabía que una guerra civil nunca es una, sino un amasijo de pequeñas o grandes luchas enquistadas entre sí.
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Se bebe para recordar y se escribe para olvidar.
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-No hay libros modestos sino ignorancias soberbias.
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¿Quién es autor del libro?