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Aquel fatalismo enciclopédico fue el principio de una gran amistad. Aureliano siguió reuniéndose todas las tardes con los cuatro discutidores, que se llamaban Alvaro, German, Alfonso y Gabriel, los primeros y últimos amigos que tuvo en la vida.
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Aquel fatalismo enciclopédico fue el principio de una gran amistad. Aureliano siguió reuniéndose todas las tardes con los cuatro discutidores, que se llamaban Alvaro, German, Alfonso y Gabriel, los primeros y últimos amigos que tuvo en la vida.
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Llegaron a sospechar que el amor podía ser un sentimiento más reposado y profundo que la felicidad desaforada pero momentánea de sus noches secretas.
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Uno no se muere cuando debe, sino cuando puede.
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El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo
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El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señarlarlas con el dedo.
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El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad.
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Consideraba como una burla de su travieso destino haber buscado el mar sin encontrarlo, al precio de sacrificios y penalidades sin cuento, y haberlo encontrado entonces sin buscarlo, atravesado en su camino como un obstáculo insalvable
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Al lado de José Arcadio Segundo estaba una mujer descalza, muy gorda, con dos niños de unos cuatro y siete años(...) José Arcadio se a caballo al niño en la nuca. Muchos años después, ese niño había de seguir contando, sin que nadie se lo creyera, que había visto al teniente leyendo con una bocina de gramo fono el decreto número 4 del jefe civil y militar de la provincia (...) y en tres artículos de ochenta palabras declaraba a los huelguistas cuadrilla de malhechores y facultada al ejército para matarlos a bala. (...) Señoras y señores-dijo el capitán, tienen cinco minutos para retirarse. Han pasas cinco minutos, dijo el capitán. Un minuto más y se hará fuego. (...) Embriagado por la tensión, por la maravillosa profundidad del silencio y, además, convencido de que nada haría mover a esa muchedumbre pasmada por la fascinación de la muerte, José Arcadio Segundo se empino por encima de las cabezas que tenía enfrente, y por primera vez en su vida levantó la voz. -¡Cabrones!-grito-Les regalamos el minuto que falta. (...) Muchos años después, el niño había de contar todavía, a pesar de que los vecinos seguían creyendolo un viejo chiflado, que José Arcadio Segundo lo levantó por encima de su cabeza, y se dejó arrastrar, casi en el aire, como flotando en el terror de la muchedumbre, hacia una calle adyacente mientras la masa desbocada empezaba a llegar a la esquina y la fila de ametralladoras abrió fuego. + Leer más |
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No me gustó nada este libro. Se me hizo pesadisimo y aburridisimo. Tiene un millón de personajes cada uno con una historia a sus espaldas pero todo está narrado de una forma muy anticuada y se hace muy denso y lento. Demasiados detalles para muy poca acción. |
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La laboriosidad de Úrsula andaba a la par con la de su marido. Activa, menuda, severa, aquella mujer de nervios inquebrantables, a quien en ningún momento de su vida se la oyó cantar, parecía estar en todas partes desde el amanecer hasta muy entrada la noche, siempre perseguida por el suave susurro de sus pollerines de olán. Gracias a ella, los pisos de tierra golpeada, los muros de barro sin encalar, los rústicos muebles de madera construidos por ellos mismos estaban siempre limpios, y los viejos arcones donde se guardaba la ropa exhalaban un tibio olor de albahaca.
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¿Con qué frase empieza esta novela?