A veces, la vida te guarda un regalo donde no imaginas.
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A veces, la vida te guarda un regalo donde no imaginas.
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El monje se ha arrancado la navaja del abdomen y ahora la usa contra los que siguen intentando invadir la capilla. Sabe que su resistencia no será eterna. Por eso, los religiosos que hay escondidos tras él huyen por la capilla del Cristo de los Dolores. Luego, en apenas dos pasos, el monje se venga de la cuchillada del líder. Revienta el cráneo del hombre, que todavía no había logrado incorporarse.
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En la vida todo es tan casual que de nada sirve hacer planes o pensar en lo que podría haber pasado.
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El amor puede haberte libre, pero no es seguro que lo encuentres. Sin embargo, aprender, saber leer, sí que puedes hacerlo. Y es el primer paso para conseguir esa libertad que está tan lejos de algunas mujeres.
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Tú no tienes la culpa, la culpa es de esta ciudad. Madrid se devora a sí mismo, aunque un día existirá un Madrid diferente al que vivimos ahora. Un Madrid que supere toda esta guerra intestina, sin carlistas, sin Inquisición, sin que los asesinatos sean moneda de cambio. Es un viaje difícil y lleno de sufrimiento, pero al final saldrá el sol.
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Ni siquiera percibe que el trayecto ha finalizado. El palacio de Hortaleza, su hogar, la espera a dos pasos. El remanso de paz que siempre ha sido. En el jardín cotorrean las aves exóticas y pasea el pavo real su insolencia. El colibrí rojo hunde su pico en la flor. El cochero baja del pescante y abre la portezuela. Ana Castelar no se mueve. esta muerta.
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Entre el estruendo de la lluvia, el gorjeo histérico de una vieja arrodillada junto a un cadáver cubierto de barro en el fondo de un pequeño barranco -- La Bestia... vendrá a por todos. La Bestia nos matará... |
Ha aprendido a cargar su voz con sensualidad. La boca del gigante se entreabre y en su mirada se dibuja la tentación. Es sólo una fracción de segundo, un breve lapso en que valora yacer con ella, pero la ira vuelve a cerrar cualquier puerta. No sucumbirá al cuerpo de Lucía, aunque ella tampoco lo necesita. La ha bastado esta mínima distracción para alcanzar uno de los jarrones que hay junto a la cama y, rápido, estrellarlo contra la cabeza del monstruo. La porcelana estalla y, con el agua y las flores, el hombre cae al suelo. Podría intentar cruzar la puerta, pero sabe que eso sólo prolongaría la presecución. Tiene que acabar con él ahora, para siempre.
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Uno no se da cuenta de las cosas que realmente se disfrutan hasta que las pierde.
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El eterno influjo de la luna y las mareas sobre las mujeres.
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¿Quién es el autor/la autora de Episodios Nacionales?