La bestia

Sabe que es como la pantera de la Casa de Ferias, temible para ellas, pero inofensiva tras los barrotes de la jaula.

Deberíamos encontrar el momento para la belleza, para recordarnos lo bueno que tiene la vida, por qué estamos luchando.

En tiempos difíciles, nadie quiere rumores que alarmen aún más al pueblo.

En la vida todo es tan casual que de nada sirve hacer planes o pensar en lo que podría haber pasado.

Hay que tener la piel dura, dejar la nostalgia encerrada bajo cuatro llaves.

Lo único que se esconde tras el nombre de la Bestia es la sensación pegajosa, tan ausente de forma y tan inquietante como esas descripciones demenciales: el miedo.

Supongo que eso no se busca. Simplemente, sucede. Y, ahora, no quiero dejar de sentirlo... Aunque me asuste.

Pero hoy, la lluvia impide cualquier fiesta. La lluvia y las medidas sanitarias que prohíben las reuniones tumultuosas. Este maldito año de 1834 todo parece salir mal: el cólera, la guerra de los carlistas, la Noche de San Juan y la Bestia, también la Bestia.
 

El clero ha señalado a un culpable, los pobres, y las autoridades han preferido apartarlos. Impedir su acceso a la ciudad. Que mueran, pero que lo hagan fuera de la villa y la Corte.

Al final, cuando todo parece que va a acabar, también hay luz.