La bondad y la sinceridad, y, si me lo permite, la modestia, valen mucho más para un esposo, que todo el ingenio y la belleza del mundo
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La bondad y la sinceridad, y, si me lo permite, la modestia, valen mucho más para un esposo, que todo el ingenio y la belleza del mundo
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Sí tiene la impresión de que los vecinos la crítican, es ... bien, es una ofensa que demuestra su poca delicadeza, eso es todo. Nunca he oído nada en contra suyo, y si lo hiciera me cuidaría muy bien de que nunca más se repitiese
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Solamente iban a visitarnos a Manderley porque estaban llenos de curiosidad. Les gustaba criticar mi apariencia, mis modales, mi figura, les gustaba ver cómo nos comportábamos él y yo, si parecía que nos amábamos o no
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El hechizo del Valle Feliz se había apoderado de mi alma. Éste era realmente el corazón de Manderley, el Manderley que conocería y aprendería a amar
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Pensé lo agradable que sonaba aquella palabra de plácida, cuando se refería a alguien que no tuviera ansiedad, ni dudas, ni indecisión; alguien que no estuviera siempre como yo, asustada, comiéndose las uñas, sin saber qué camino tomar, qué estrella seguir
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Una parte de mi ser deseaba que ella continuara hablando sobre el mismo tema, que me dijera más sobre el pasado, en forma natural y sin esfuerzo alguno; y otra parte no quería saber ni oír nada
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Noté por primera vez cuán fea era mi letra, cuán privada de personalidad y estilo, como si fuera la escritura de una alumna ordinaria educada en una escuela de segunda categoría
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Había algo de irónico en el hecho de que allí estaba yo, en mi propio hogar, frente a mi propio escritorio, sin nada mejor que hacer que escribir una carta a la señora Van Hopper, una mujer que me resultaba desagradable y a quien nunca más volvería a ver
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De pronto se me ocurrió que no era la primera vez que se había sentado allí en ese sillón, alguien lo había hecho antes que yo. Seguramente había dejado la impresión de su persona en los cojines, y sobre el brazo en el que descansaba mi mano. Otra persona había servido el café con esa misma cafetera de plata, se había llevado la taza a los labios y acarició al perro en la misma forma en que yo lo hacía
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Mi Maxim reía y cantaba, arrojaba piedras al agua, me tomaba de la mano, no fruncía el ceño, ni llevaba peso sobre sus espaldas. Lo había conocido como el amante
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¿Quién escribió «Agnes Grey»?