Rebeca de Daphne du Maurier
De pronto se me ocurrió que no era la primera vez que se había sentado allí en ese sillón, alguien lo había hecho antes que yo. Seguramente había dejado la impresión de su persona en los cojines, y sobre el brazo en el que descansaba mi mano. Otra persona había servido el café con esa misma cafetera de plata, se había llevado la taza a los labios y acarició al perro en la misma forma en que yo lo hacía
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