La fragilidad de un corazón bajo la lluvia

No necesitas que tú vida pase ante tus ojos para replantearte tu existencia en un mundo que no durará en seguir hacia delante sin ti. A veces basta con la suma de unos cuantos sucesos que, combinados, se conviertan en un catalizador lo suficientemente fuerte como para hacerte reaccionar.



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Veo el punto en el que se cruzan nuestros caminos.

Me di cuenta de que lo que hace que algunos momentos sean especiales es la intensidad con la que los vivimos.

La felicidad es un lienzo en blanco y solo nosotros decidimos cómo pintarlo.

La felicidad no está en el exterior ni en las personas que nos rodean, está dentro de nosotros.

Bajo la lluvia sentí la fragilidad de mi corazón.
Y bajo la lluvia, vuelvo a sentirlo completo.

Escogía el dolor a la indiferencia, porque sentir algo y aceptarlo era mejor que fingir no sentir nada.

Dos crios que no se daban cuenta de hasta qué punto la vida es caprichosa.
Un día lo tienes todo, y al siguiente, nada.
Y descubres que "siempre" tiene fecha de caducidad.

Y continué mirándola, sonriendo un poco más. Respirando un poco menos.

La soledad me pesaba. Me asfixiaba. Era un sentimiento que llevaba arrastrando desde hacía tiempo, que no dejaba de crecer y crecer. Y cuanto más grande se hacía su sombra, más pequeña me sentía yo. Diminuta. A punto de desaparecer.