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ISBN : 8420427365
544 páginas
Editorial: Alfaguara (05/09/2017)

Calificación promedio : 4.09/5 (sobre 40 calificaciones)
Resumen:
Premio de la Crítica - Premio Dulce Chacón de Narrativa Española - Premio Lettura 2018 de Il Corriere della Sera (Italia) Mejor libro del año según Babelia (El País). Seleccionado entre los mejores libros del año en ABC Cultural y La Vanguardia y recomendado por El Periódico y La Razón. Un día cualquiera, «un día estúpido», condicionará el resto de su existencia.Berta Isla es la envolvente y apasionante historia de una espera. «Durante un tiempo no estuvo segura de... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (8) Ver más Añadir una crítica
Beatriz_Villarino
 26 September 2018
Con esta novela me ha pasado algo curiosísimo, una vez empecé a leerla no podía parar. El estar estructurada en capítulos cortos, a pesar de su gran extensión, me ayudaba a, inconscientemente, atreverme con otro, aun a riesgo de no poder realizar otra tarea, o entrar tarde al trabajo. En realidad esto no es lo más extraño, lo extraordinario es que no sabía nada de ella, me la regalaron el mismo día que salió a la venta, sabe que no puedo resistirme al autor, y a pesar de tener una trama política, de espionaje, sobre lo que no estoy demasiado al tanto porque nunca me ha interesado, ha conseguido atraparme en sus páginas como pocas novelas lo han hecho. Berta Isla es un título peculiar pues la protagonista, que hace honor a su apellido, es totalmente paciente, apenas desempeña nada durante el argumento se “limita” a reflexionar sobre la situación a la que se ha visto sometida por las acciones de su marido; casada con Tomás Nevinson, con quien inició su vida siendo casi una niña: «habían cumplido los quince cuando acordaron salir»; y en cuanto ambos empiezan sus carreras en universidades distintas acepta una vida de espera, de incertidumbre y soledad. Sabe que su marido ha cambiado, ya lo notó antes de la boda; intuye al principio, advierte con el tiempo en qué anda metido pero no conoce nada con seguridad porque nadie le dice nada, o las confirmaciones son hechas a medias. Y sin embargo he sido capaz de ponerme en su piel y sentir su ira, su frustración, su humillación, su amor.

El protagonista es su marido, personaje complicado que, como alumno de la Universidad de Oxford se ve envuelto en un crimen que no ha cometido, pero aparece como principal sospechoso y del que lo redimen un profesor de la universidad y sus contactos con el MI5 a cambio de utilizar sus dotes imitativas y su don para las lenguas, en algunos casos en los que deba salvar la imagen de la Corona y su gobierno. Ahí empieza todo. Javier Marías consigue que empaticemos con Tom, que entendamos la desgracia a la que el ser humano puede estar sometido; debe elegir en situaciones extremas y, en esas circunstancias, demostrará que las convicciones no son tan firmes, que ante todo se intenta preservar la propia seguridad o la vida de que aquéllos a quienes queremos; que un ser bueno, inocente, puede convertirse en el más despiadado del universo; y, lo más triste, Marías nos recuerda que no somos indispensables, que en cualquier momento alguien mejor, más dispuesto, más joven, puede sustituirnos y dejarnos relegados en una niebla que terminará por hacernos desaparecer. Javier Marías diserta, con dureza y objetividad, sobre la inconsistencia del hombre, la levedad del ser.

El pensamiento de Berta es la clave pues desmonta con apabullante sencillez todo lo que el narrador omnisciente alega a favor de Tomás y del espionaje «A casi todos nos gusta creer que somos imprescindibles, que aportamos algo con nuestra existencia, que ésta no es inútil ni indiferente del todo. Yo misma, desde que he sido madre, me considero una especie de heroína […] A casi todos nos gusta creer eso, pero la mayoría sabemos que no es así. Todo eso […] funcionaría igual sin nosotros, porque somos intercambiables y sustituibles […] Si desaparecemos no se notará nuestra falta, el hueco será rellenado sin solución de continuidad.»

Sin embargo, y precisamente por ser omnisciente, el narrador es objetivo, o lo pretende al describir la lucha que Tom debe librar entre sus actos y sus sentimientos; en los diálogos que mantiene va dejando ver su crecimiento personal, desde la timidez más absoluta, incluso la alegría y despreocupación propias de la edad a la seguridad en sí mismo, en su valía, hasta llegar al punto de soberbia del que se sabe vencedor y en el que, irremediablemente algo o alguien, en algún momento, es capaz de destronarlo. Tomás llega a conocerse a la perfección aunque para conseguirlo haya debido darse cuenta de que en realidad sólo cree conocerse; porque todo, incluso el hombre, tiene un punto oculto que puede aparecer para ofrecernos otra visión de nosotros mismos: «uno se crece a medida que va cumpliendo misiones y encargos y no sale mal parado de ellos. Casi todo éxito trae soberbia, y uno desarrolla una sensación de invulnerabilidad, inconsciente […] Hasta que por fin algo falla y uno fracasa. O no fracasa, pero tiene que quitarse de en medio».

No sólo la introspección del ser humano, también la denuncia política puebla las páginas, no importa el país, como tampoco importa dar nombres y datos reales, para que no se olviden —esa memoria histórica tan necesaria y que nos quieren hacer desaparecer— «El 20 de enero (del 68) el alumno de derecho Enrique Ruano, al que tres días antes había detenido por arrojar octavillas la temida Brigada Político-Social, murió mientras estaba custodiado por ésta […] El Ministro Fraga y el periódico ABC se esforzaron por presentarlo como un suicidio». «El 19 de marzo de 1988 sucedió lo que se ha conocido como la matanza de los cabos o ‘the Corporals Killings' […], durante el entierro en Belfast de tres miembros del IRA […] un paramilitar unionista, Michael Stone de nombre, había atacado el cortejo fúnebre […] por accidente, o porque desconocían las instrucciones últimas, dos cabos del ejército inglés […]irrumpieron en la zona […] La multitud creyó que se trataba de un nuevo ataque […] y los arrojó al suelo, donde fueron golpeados y pisoteados […] Un fotógrafo captó ese momento, y la foto se hizo tan famosa que la revista Life la escogió entre las mejores imágenes de los últimos cuarenta años…»

Todos somos capaces de convertirnos en lo que más detestamos si en un momento dado nos dejamos llevar por la ira, por el desconocimiento y la falta de libertad para actuar como individuos y no como masa, siempre peligrosa, siempre dominada por alguien capaz de confundir.

Y, como no podía ser de otra manera, no sólo encontramos denuncias políticas o pretéritas; el autor no pierde la oportunidad de razonar sobre la sociedad actual, egoísta «una humanidad sobreprotegida y haragana, surgida en un plazo brevísimo después de siglos de lo contrario: actividad, inquietud, intrepidez e impaciencia». El autor no pierde la oportunidad de quejarse con amargura de este país «que siempre desaprovecha lo útil que tiene, cuando no lo expulsa o lo persigue».

El estilo es inconfundible, precisas descripciones psicológicas cargadas de sinónimos que amplían el significado conceptual y puntuales adjetivos que, bien como epítetos o como especificativos consiguen formar en la mente del lector una imagen esencial que da vida a lo narrado «Estos eran los mejores periodos, los más tranquilos y satisfactorios y mansos […] Lograba dejarla en la impremeditada cotidianeidad […] como si fuéramos centinelas bisoños en esos turnos nocturnos de guardia que se llaman imaginarias, quién sabe por qué, quizá porque luego le parece que no hayan tenido lugar».

La descripción es útil a Marías pues no sólo describe acciones o pensamientos del protagonista sino que a veces aprovecha para divagar sobre otro asunto en el que, por supuesto, nos introducimos, y lo pensamos y meditamos al darnos cuenta de que hasta ese momento nos había pasado inadvertido, o sí, éramos conscientes de un hecho concreto aunque nunca nos habíamos parado a pensar el por qué de determinadas reacciones «basta con dejar de ver para ya no ver claro, o no ver nada; y con oír pasa lo mismo, y no digamos con el tacto ¿Cómo puede uno, entonces, recordar con precisión y en orden lo ocurrido hace mucho tiempo?» Preguntas constantes que nos hacemos desde que empezamos a leer Berta Isla y de las que anhelamos una respuesta, por lo que ya al principio se instala en nuestra consciencia el ansia de saber, de que incluso algunas dudas que se nos presentan —bien de la novela bien de nosotros mismos— se resuelvan, o al menos se diluyan, como esas guardias imaginarias, en la no realidad, en el mundo de los sueños, en el paso del tiempo. El carácter reflexivo, grave del autor consigue eliminar cualquier rastro de frivolidad a la vida, las ideas filosóficas —un tanto demoledoras— son constantes en la novela «El estado natural del mundo es la guerra. A menudo abierta, y cuando no latente, o indirecta, o meramente aplazada».

Como también lo son dos pasiones conocidas de Javier Marías, el cine «Tomás Nevinson […] recordaba al actor secundario Dan Duryea y se acercaba al actor principal Gérard Philipe…», «que con sus propias voces y su pronunciación se hacían Laurel y Hardy, el Gordo y el flaco, para la exhibición en el ámbito hispánico de sus ya viejas películas (al fin y al cabo Stan Laurel era inglés, no americano…)». Normalmente Tomás va a estar asociado desde un principio al séptimo arte con todo lo que implica, cambios de vestuario, de apariencia, de voz, de lugares… alguien propicio para el camuflaje y la ocultación, para ser y no ser al mismo tiempo.

Asimismo la literatura, la poesía de T.S. Eliot va marcando su vida, y es a lo largo de ella cuando logra entenderla, como el poema que aparece en Litstle Gidding, y que en un principio ve un galimatías «Ceniza en la manga de un viejo […] El polvo suspendido en el aire señala el lugar en el que terminó una historia […] Porque las palabras del año pasado pertenecen al lenguaje del año pasado y las palabras del año que viene esperan una voz distinta».

Por otro lado Shakespeare es una guía constante en la novela, no podía ser de otro modo; Berta estará relacionada al genio universal desde el principio «entre sus conocidos […] lograba hacerlos creer que lo peor que podría pasarles sería perderla a ella […] No es que en eso fuera una artera, una especie de Yago que dirige y manipula y engaña con el persistente susurro al oído, en modo alguno». Y es que es a Shakespeare, y más concretamente a su obra Enrique V, la que utiliza para hacerle ver a Tom que está actuando sin personalidad, limitándose a realizar lo que le mandan sin pensar «Esos soldados saben que sirven al Rey […] y están bien dispuestos […] como tú desde hace años a servir a tu querida Inglaterra, tan inesperadamente querida […] Y uno de ellos anuncia: “Arduas cuentas habrá de rendir el Rey si no es buena causa la de su guerra”…».

No cabe duda de que Berta Isla lleva el sello de su autor; el espíritu crítico en la concepción intocable de la monarquía, así como el sentido de la justicia se trasluce de las palabras de Wheler, un espía que, al servicio de la Corona, actúa sin escrúpulos porque sabe qué hay detrás de todo «La verdad no cuenta, porque se trata de que decida sobre ella, de que la establezca alguien que nunca sabe cuál es: me refiero a un juez».

La aceptación del destino como algo irremediable, de lo que no podemos escapar es la carta de presentación de Tomás Nevinson, así lo siente Berta porque así se muestra él «mira sus días con indiferencia, sabedor de que sorpresas grandes o gratas no le van a traer».

Intuimos en Berta —y creo que en Marías— la comprensión hacia determinados actos que nos vemos obligados a hacer aunque sea en nuestro detrimento «La alternativa es renunciar a él […] Desentenderme de sus andanzas […] de cómo le vaya en su porción de mundo elegido y secreto, que no es el mío ni lo puede ser; […] lo que será siempre arrugado y brumoso o ni siquiera: será pura oscuridad». Berta decide, ante la pervivencia o no de su marido, seguir viviendo en el recuerdo, en un presente que es pasado. Nada la ha hecho volver a la realidad de los demás. Su vida es una letanía de recuerdos tristes que el autor acrecienta con la anáfora «Cuántas penalidades habrás pasado […] Cuántas infamias [...] Cuántas noches en vela […] cuántas pesadillas […] Cuántas mujeres […] Cuántos secretos […] cuántas muertes habrás causado…».

La confusión entre lo real e irreal no pertenece a Tomás, ni es exclusivo de Berta, todos, en determinados momentos no sabemos a qué atenernos, qué es lo que nos rodea y si pertenece a lo material o al producto de nuestra imaginación; de nuevo los clásicos, de nuevo Shakespeare, de nuevo Marías: «Podemos vivir en un continuado error, creer que tenemos una vida comprensible y estable y asible y encontrarnos con que todo es inseguro, pantanoso, inmanejable, sin asentamiento en tierra firme; o todo una representación…».

Pocos autores consiguen lo que él, con un estilo impecable es capaz de unir la vida privada con la laboral como si de una sola se tratara. Que lo es. Es capaz de encajar los temas más sórdidos, la política, el espionaje, las acciones criminales ocultas según intereses, en una historia de amor. Es capaz de unir a Tomás y Berta en la voz narrativa de la mujer, cómo no sabe nada y lo sospecha todo, cómo se siente maltratada, humillada y perdona u olvida porque sabe que él también ha sido maltratado y humillado y ha podido perdonar u olvidar, que no es lo mismo, aunque tenga la misma consecuencia: el miedo.

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Guille63
 06 March 2023
En cierta forma, “Berta Isla” no es a lo que me tenía acostumbrado el autor. Con un estilo más fluido, menos proustiano, por decirlo de alguna manera, Marías urde una trama con cierta intriga en la que incluso se permite dar un par de vueltas de tuerca sorprendentes. No obstante, las muchas cuestiones aquí planteadas son ya clásicas en la literatura del autor, y no falta ninguna de sus señas características, sus serpenteantes especulaciones, los extensos diálogos, las numerosas citas, las múltiples formas de profundizar en la misma idea, de matizarla, de abordarla, su ironía y hasta sus toques de humor y la mala leche que adorna sus diatribas sobre todo lo que le molesta de nuestros usos y costumbres actuales. También mantiene su gusto por las escenas perturbadoras en las que se recrea lenta y detalladamente, que son trituradas concienzudamente, con profundidad, incluso con saña hasta quedar reducidas a polvo, algo así como en ese verso de Eliot, uno entre los abundantes mantras, tan del gusto del autor, que aparecerán una y otra vez a lo largo de la novela: ‘El polvo suspendido en el aire señala el lugar en el que terminó una historia'.

Es esta una historia de espías y sobre la espera. El espía es Tomás Nevinson; la que espera, su mujer, Berta Isla. Pero también es una novela sobre la capacidad de dirigir nuestras vidas, sobre la huella dejada por nuestra existencia, sobre el azar.

“Qué estúpidos son los días, qué estúpido puede ser cualquier día, uno ignora cuál y se adentra festivamente en el que debería haber evitado, no hay forma de adivinar cuál será el de maldición y tajo y fuego, el de garganta del mar y el que lo quiebra todo.”

Mientras que la espera nos es contada por Berta en primera persona, todo lo referente a Tomás se narra utilizando la tercera, muy en consonancia con lo que juguetonamente nos dice Marías: al igual que los espías, el narrador omnisciente está y no está, no se le cuestiona, es necesario —al fin y al cambo alguien tiene que ser el que narre—, pero tampoco se le reconoce su papel en la mayoría de las ocasiones, incluso “determina el destino de todas sus criaturas”, pero su mejor papel es casi siempre ser invisible. A Tomás le corresponde, por tanto, que no sea su voz la que oigamos, que sean otros los que nos hagan llegar sus actos, no por nada le persigue la sensación de que le han escogido más de lo que él ha escogido. Tomás ha sido manejado, no ha tenido más opción que la de vivir otras vidas, y así, fingir amor, amistad y ganarse la confianza de los que serán engañados, de los que lo odiarán de por vida una vez cumplida la misión, de los que se tomarán venganza si está en sus manos.

“Cuántos secretos habrás arrancado a quienes llegaron a confiar en ti, cuántas muertes habrás causado, que los muertos no se esperaban y habrán afrontado con incredulidad. Qué oficio tan torcido el tuyo, por mucho bien que hagas con él.”

Un oficio tan torcido que ni siquiera será apreciado por los suyos, no solo él, siempre oculto, no solo sus acciones, necesariamente secretas, sino hasta el oficio en sí. El pueblo, “que a menudo es vil y cobarde e insensato” mirará para otro lado, se encogerá de hombros, alegará ignorancia, hasta renegará de aquellos a los que votó, a los que eligió sabiendo, por mucho que prefirieran no saber, si la situación se tuerce o acaba saliendo a la luz. Y al acabar, al final de su vida activa, sustituidos por otros más jóvenes, si no han sido ejecutados, si no han enloquecido por todo lo hecho o no evitado, verán su vida partida en dos, verán perdida “su identidad y hasta su memoria anterior”.

Siendo así, ¿por qué ser espía? ¿ansia de aventuras? ¿necesidad de ser alguien?...

“A todos nos influye el universo sin que nos sea posible intervenir en él, ni devolverle un arañazo. Pero al novecientos noventa y nueve por mil, además, lo zarandea, lo sacude, lo trata o lo mira pasar como un fardo, ni siquiera como un sujeto dotado de mínima voluntad, o de tenue capacidad decisoria… la mayoría se iguala con los que jamás importaron y es como si ninguno hubiera existido… una brizna de hierba, una mota de polvo, una vida sin origen y una guerra sin procedencia, una ceniza, una humareda, un insecto, a la vez algo y nada.”

… ¿la oportunidad de modificar la historia, aun de forma infinitesimal?

“El estado natural del mundo es el de guerra. A menudo abierta, y cuando no latente, o indirecta, o meramente aplazada. Hay grandes porciones de la humanidad que siempre tratan de dañar a otras, o de arrebatarles algo, y siempre reinan el rencor y el desacuerdo, y si no reinan se preparan y están al acecho. Cuando no hay guerra hay su amenaza, y lo que podéis hacer los dotados es mantenerla en esa fase, en la de la postergación, en la sola amenaza…Y eso es intervenir en el universo…”

Berta es el contrapunto de todo ello, Berta nos aporta en primera persona el relato de quién acepta la vida al lado de un desconocido, alguien que la deja fuera de la mitad de su vida, por mucho que esta sea impostada y temporal, alguien cada vez más distante de aquel al que decidió ligarse en su juventud y al que se mantiene leal de forma inquebrantable pese a las innumerables sospechas que su ignorancia acrecienta y envilece, y por lo que le guardará rencor hasta que muera.

“Uno descubre —la verdad, sin gran sorpresa — que hay lealtades inmerecidas e incondicionalidades inexplicables, personas con las que uno tuvo una determinación y un propósito juveniles o más bien primitivos, y que el primitivismo prevalece por encima de la madurez y la lógica, del odio de los engañados y el resentimiento.”

Esa mitad de la vida de su pareja que desconoce pero que intuye llena, para bien o para mal, es opuesta a la suya, aunque ambas sean como una vida entre paréntesis, que pasa y no pasa al mismo tiempo, incapaz de evolucionar porque toda ella es fingimiento o espera. al igual que Tomás, pero de otra forma, Berta ha dejado de decidir su vida, la ha dejado en manos de aquel que nunca sabe si acabará volviendo.

“No hay nada mejor que creer que se ha perdido la voluntad, que está uno a merced del oleaje y del vaivén, que puede mecerse y abandonarse; o sí, todavía es mejor creer que la voluntad se ha entregado a otro, a quien ahora corresponderá decidir qué va a pasar.”

Una de esas ausencias de Tomás se alarga más de lo normal, meses, años, hasta que es dado por desaparecido y, al fin, por muerto. Una situación perversa en la que no se tiene la seguridad de lo acontecido, que paraliza: “la pérdida sin clausura ni corroboración, la que más encadena y la peor”. La esperanza, “esa puta vestida de verde”, que decía Cortázar, siempre está ahí, alargando el sufrimiento, acostumbrándonos a la espera, tanto que uno termina por no querer salir de ella, por hacer de la espera el centro de su vida.

“Quien se acostumbra a vivir en la espera nunca consiente del todo su término, es como si le quitaran la mitad del aire.”

Aun no siendo lo mejor del autor, sigo prefiriendo “Tu rostro mañana” con la que esta comparte ambiente y algunos personajes, no dejo de recomendar encarecidamente su lectura.
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MerMM
 22 July 2022
Si lo que buscais es un libro de espías, este libro no es para vosotros, este libro va más bien de ausencias y esperas, de el tiempo que pasa aun cuando no estamos, aun cuando dormimos, va de todo lo que nos pasa en la vida mientras esperamos que pasen cosas, si es que pasan, de eso va en general el libro.

Va de Berta Isla que se enamora por convicción, va de como nos acostumbramos a la vida que hemos escogido sin saber que escogíamos, como cuando eliges un paso de la feria y sabes que pato eliges pero no que premio te toca.

Me encanta como Marías conduce la historia, como llena huecos y como no hace falta llenarlos, como hace avanzar la historia, navegando suave entre palabras frases y párrafos, una manera distinta de escribir a lo que estoy acostumbrada, lo cual se agradece. He disfrutado mucho leyendo, me sentía como una espía de vidas ajenas mientras leía. Me quedo con ganas de leer Tomás Nevinson.

PARA QUIEN: Los que disfrutan leyendo sobre vidas ajenas e inventadas.

LO MEJOR: Tupra

LO PEOR: El tufillo a señor mayor que de tanto en tanto se lee entre líneas...
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Marga71
 25 April 2023

Ante todo he de decir que no me ha parecido una lectura fácil. Es el primer libro que leo del autor y me he encontrado con una retórica rica en recursos literarios que embellece la lectura pero que entorpece la trama. La entorpece, creo yo que con conocimiento, nos plantea sufrimiento y espera, nos deja ciegos por momentos. Cuando decide ir dando información no siempre nos da luz, por momentos nos lo oscurece un punto más.

Novela de narrativa hispánica con gran carga de crítica social. Y aún siendo una novela de ficción incluye muchos datos reales. Transcurre en el periodo 1969 a 1995. Una novela de espías sin espías.

Una narrativa de cocción lenta en la que nos presenta a sus personajes pero sobre todo nos muestra sus personalidades a la vez que define el entorno de la sociedad del momento.

La historia, contada a dos voces, nos trae de Londres a Madrid y de Madrid a Londres.
Londres, una ciudad que a finales de los sesenta se ve inmersa en la revolución sexual y la política. En contraluz, Madrid bajo la dictadura y con poca revolución y mucho menos de sexo( salvo para algunas clases sociales).

Inglaterra, un país democrático que lucha contra el nazismo y favorece las libertades pero que a la vez tiene unos servicios secretos amplios y expandidos con mucho poder. España, un país inmerso en la dictadura con recorte de las libertades y la brigada social apretando tuercas, matando impunemente y generando terror.
Y la pregunta es si ambos son comparables o no.

Llegados a este punto, leer a Javier Marías me ha recordado a los escritores clásicos que plantean dudas y te hacen reflexionar y razonar. Pero sobre todo simbolismos de grandes obras como La odisea.

Y ahora hablemos de Berta, nuestra Penelope, que pertenece a una generación pionera que conjuga estudiar con sacar adelante a sus hijos en una sociedad machista y patriarcal.
Una mujer que desespera con la espera del que no sabe lo que espera. Una mujer que desde el principio sabe lo que quiere y con quien lo quiere y a través de esa determinación su vida toma un cauce que ella nunca pensó podría ser así.

Los secretos, el amor, las relaciones conyugales o la violencia.... Son temas adheridos a la obra, están ahí siempre palpables y junto con ellos el miedo a desvelar lo que no debe ser desvelado o a dejar de querer sin querer dejarlo.

Para terminar contaros que al final me ha gustado infinito, sobre todo porque habla de otros autores clásicos de los que usa alguna cita como T.S Eliot, Dickens o Shakespeare.
Y ahora me tienta leer algo más del autor. Y tú ya lo has leído!??
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MaiteMateos
 13 March 2019
Introspectiva, obsesiva, Berta Isla es mucho más que una historia de espionaje o de amor. Es más, la supuesta historia de espionaje o de amor es en realidad una excusa, la épica, el marco para una auténtica historia de indagación, de reflexión, del estilo al que Marías ya nos tiene acostumbrados, con su mismo ritmo lento, hipnótico y denso de siempre. Pero, Marías es un autor al que se le puede perdonar la falta de ritmo, entre otras cosas, e incluso agradecérselo, precisamente por la riqueza y profundidad de sus reflexiones. Va más allá del típico tema de la búsqueda de identidad, porque en esta ocasión, el yo de Tomás Nevinson, el personaje principal, va difuminándose, perdiéndose a lo largo de la narración, pese a los ingentes esfuerzos de su compañera, Berta Isla, por intentar fijarlo, reconstruirlo, como si de un nuevo sudario tejido se tratara.
Sí. Berta Isla es como una nueva Penélope y Tomás Nevinson como un Ulises Contemporáneo que se ve obligado a llevar a cabo una gesta que resulta ser lo que no es, el fruto de un fraude y un autoengaño, una gesta enclavada entre Oxford y el turbulento Madrid de finales del franquismo. Porque Berta Isla pertenece al ciclo de Oxford, del que emergen reiterativamente personajes como Tupra y Peter Wheeler, al que pertenecen también novelas como Todas las alamas, Negra espalda del tiempo y Tu rostro mañana. Y en Berta Isla, una vez más, vuelven a ser continuas las referencias a las grandes figuras de la literatura como Dickens, Flaubert, T.S. Eliot y especialmente Shakespeare, que Marías utiliza sabiamente a modo de puertas hacia la digresión, hacia una rotación de pensamientos en torno a la vida como ilusión, la opacidad del mundo, el paso implacable del tiempo, las peculiares relaciones entre las personas o las ambigüedades de las relaciones amorosas.
Y si nos detenemos por un momento en este último tema, asistimos en Berta Isla a una profunda solidez de las ataduras (amor como atadura) por encima de las sospechas, las ausencias y las dudas. Y cierto, en Berta Isla no hay fidelidad, como sí la hay en la Penélope de Homero. Y sin embargo, hay una apuesta por la perdurabilidad del sentimiento amoroso. ¿Perdurabilidad o transformación?
Lo que rechina en Berta Isla es esa imagen repetida hasta la saciedad, ese modelo de mujer que espera, que aguanta, que se resigna a la intermitencia del otro en su vida. Pero, ¿Berta Isla se resigna o acepta? ¿Acepta porque simplemente no se ha presentado en su vida ningún otro hombre que haya logrado eclipsar completamente la imagen de Tomás Nevinson? ¿Supera realmente Berta Isla la imagen de la resignación de Penélope? ¿Es Berta Isla un nuevo modelo de mujer idealizado desde la perspectiva masculina?
Marías hace hincapié también en otro tema recurrente de su obra, el oficio de narrar contrapuesto y análogo al oficio de vivir y al oficio del espionaje, que recoge una vez más la idea de la novela como una forma de conocimiento / reconocimiento de las complejidades de la vida. Porque, frente a la opacidad de las personas, tal vez, solo la novela sea capaz de devolver una imagen diáfana de las mismas.
Enlace: https://maitemateos.wordpres..
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Las críticas de la prensa (3)
ElPais04 May 2018
El novelista Javier Marías, por la novela Berta Isla, y el poeta catalán Luis Bagué Quílez, por Clima mediterráneo, han sido galardonados este sábado con los Premios de la Crítica, que otorgan anualmente los críticos literarios a los mejores libros de narrativa y poesía.
Leer la crítica en el sitio web: ElPais
confabulario19 February 2018
Los personajes de Berta Isla, la novela más reciente de Javier Marías, se mueven dentro de los distintos tipos de vacío que representan la espera, un querer saber y desentrañar a los otros, tan ocultos como ellos mismos
Leer la crítica en el sitio web: confabulario
ElPais16 February 2018
La novela de Javier Marías recuerda por qué la ficción, en manos de sus mejores practicantes, sigue siendo la única forma de conocernos cabalmente.
Leer la crítica en el sitio web: ElPais
Videos de Javier Marías (44) Ver másAñadir vídeo
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