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En 2015 Fernando Marías dedicó «La isla del padre» a su padre fallecido. Un libro donde el escritor contaba su relación con él desde la edad infantil. Una relación entre la fascinación (trabajo de marino), la extrañeza, por los largos períodos separados, y cierta incomprensión mutua en la edad adulta. Un libro que os recomiendo. Ahora, Fernando regresa para reflejar la relación que mantuvo con su pareja, Verónica, desde sus comienzos en 1979 hasta su muerte, en 2012. ¿Qué motivos llevan a Fernando a reflejar una relación íntima que termina en una trágica muerte temprana? Vivían separados hacía ya años. Verónica, en Marsella, él en Madrid. La hermana llamó al autor para hacerle saber sobre la muerte de Verónica, siendo incinerada junto al primer libro de Marías. Fernando es explícito y sincero al respecto. El hecho de saber que su libro ardió junto a Verónica produce en él un compromiso hacia ella. En sus primeras páginas nos expone sus motivos: «Te incineraron con una novela mía entre las manos. Por eso escribo este libro. Hasta ese momento jamás pensé que contaría nuestra historia. Había logrado asumir el largo camino de tu final, que a veces, no sé si atreverme a decirlo, tanto deseaba que llegara, y describir aquel calvario que por encima de todo fue tuyo me habría parecido una herejía. Pero entonces supe que te incineraron con la novela entre las manos y ahí, sin retorno ni piedad, nació este libro. Yo rememorando y tú muerta. Jamás podríamos habernos figurado el día del primer abrazo que desembocaríamos tanto tiempo después en este diálogo.» El calvario al que se refiere el escritor no es otro que la adicción al alcohol de ambos, con la salvedad de que Fernando logra salir, no siendo así en Verónica. En el libro partimos ya del triste final con la muerte de Verónica. En una entrevista, Fernando afirmaba no importarle si lo leía poca, mucha gente o ninguna. Era una necesidad para él, su escritura, «Libro sarcófago. ¿Para albergar a tu espectro o para que halle refugio el mío?». Todo libro de memorias, plantea la dificultad de exponer con exactitud los hechos vividos en un pasado. El escritor refleja de manera perfecta la intervención memorística reinterpretando un pasado acontecido: «Con los años he aprendido que vivir y recordar pueden ser dos formas contradictorias de lo real. Un hecho acontece y yo lo vivo: esto es real, la forma aparentemente más real de lo real. Sin embargo, ese hecho vivido, nada más acontecer, cruza la frontera hacia el territorio de la memoria, que de inmediato comienza a elaborarlo y reinterpretarlo, como el texto teatral que un mismo actor declamara una y otra vez, muchas a lo largo del tiempo, hasta el final de su vida.» Teniendo en cuenta la estructuración del libro, podemos observar dos partes diferenciadas. En una primera, tienen lugar los primeros encuentros entre los dos actuantes de la obra. Son tiempos felices, inmersos en un presente donde aparentemente no hay nubarrones. A pesar de la precariedad del dinero, el futuro se observa con verdadera ilusión tanto en la relación de pareja como en los proyectos profesionales a acometer. La segunda parte es muy amarga. Hacen acto de presencia las discusiones y desafectos bajo la influencia de la adicción en Verónica, que marca una relación angustiosa con una ruptura en principio temporal cuya prolongación culmina en la muerte de Verónica. El autor en el siguiente fragmento, explicita la progresiva desintegración: «Tras la felicidad inicial acabaron por venir la destrucción y la autodestrucción, nuestra demolición involuntaria unas veces y voluntaria otras, sin miramientos en el tramo final ni misericordia mutua a pesar, y esto no es paradoja ni contradicción, del resto de amor que todavía pervivía y que de vez en cuando lograba frente a lo inevitable victorias mínimas e insuficientes. No cambiaban la maquinaria de la realidad y, sin embargo, podían llegar a conmovernos.» En aquellos tiempos, Fernando tenía esa afición etílica proveniente de la fascinación hacia sus «ídolos malditos literarios»: «De aquella época recuerdo mi fascinación por el alcoholismo que hermanaba a los idolatrados Edgar Allan Poe, Scott Fitzgerald, Fiodor Dostoievski, Jack London o Dylan Thomas, a quien por aquella época no leí y al que por tanto idolatraba porque sí, con la misma fe ciega, justo es admitirlo, que los curas oscuros reclamaban para sus milagros y resurrecciones.» De sus primeras conversaciones, las apreciaciones de la joven lo llevan a reconocer cierta misoginia inconsciente debida a la rígida educación proveniente de los curas: «Mis héroes… Supongo que te empecé a hablar de ellos desde el principio, citándolos de forma recurrente y desordenada, como si fueran ventanas de un rascacielos cristalino cuya estructura solo yo viera: de Lou Reed a Sam Peckinpah pasando por Edgar Allan Poe o Jorge Luis Borges, quién sabe a cuántos te iría citando en nuestros primeros días. Tú tuviste algo importante que puntualizar: —Todo hombres —dijiste—. Ninguna mujer. Llamativo, ¿no?» El autor nos habla del desarraigo de Verónica, pero para él, inmerso en la felicidad del momento, pasó desapercibido. En el momento de la escritura del libro, en cambio, es consciente de ello. Hija de padres franceses, nacida en Cádiz y residente en la ciudad «odiada» para ella, Marsella. Madrid suponía una vía de escape, «Renuncié a indagar sobre tu desarraigo, puede que ni siquiera fuese consciente de que lo padecías. Sus orígenes, su alcance, sus consecuencias. Lo probable es que en aquella época yo, tan feliz de ser quien era, ni siquiera conociese el cruel significado de esa palabra.» El escritor reconoce sus momentos de desánimo en la confección del libro debido al exceso de hechos dolorosos. Recordar la felicidad natural de Verónica suponía un revulsivo para continuar: «No es fácil poseer el secreto de la felicidad sencilla. Todas esas veces que he pensado en abandonar este libro porque contiene demasiadas oscuridades de alguien que no tiene derecho a réplica, he recordado en el acto tu felicidad sencilla, y ahí hallaba la razón para continuar. Si una persona amada pierde su felicidad interior hay que preguntarse por qué. Perder la felicidad es el asunto más serio del mundo, aun más serio que encontrarla. Indagar, cuando esa persona nos importa, es un acto de justicia y de amor.» Fernando no duda en ejercer la autocrítica. Su acusado narcisismo, sus sueños de director de cine, de escritor. Él era el centro y Verónica sólo tenía palabras de apoyo para él. Prevalece un sentimiento de culpa en el autor por haber iniciado en la bebida a Verónica, con ciertas dudas en el caso de no haber intervenido. Cuando la conoció, él bebía, ella en cambio no y no le gustaba el sabor del alcohol: «Te mató el alcohol y fui yo quien te enseñó a beber…Tu sed nació de mi sed. Esto es cierto e irremediable, pero por sí solo no aclara si el demonio anidaba en ti o fui decisivo para engendrarlo.» Destaca Fernando la importancia de la noche en aquellos años ochenta de «La Movida«. Años que considera especiales por el sentimiento generalizado de libertad, tras la llegada de la democracia. La eclosión musical tuvo gran importancia, influyendo a otras disciplinas. La parte más oscura del libro radica en las consecuencias del alcoholismo en Verónica y en la pareja. Fernando debido a cierto incidente, logra abandonar la bebida. Ella no se sintió capaz, a pesar del apoyo de él. Toda esta cruel singladura se encuentra ejemplificada con la perspectiva del tiempo, en este fragmento: «No comprendo cómo pudimos llegar hasta este punto. La decadencia que te arrastra en el pasado se vuelve inverosímil cuando la contemplas desde la perspectiva del tiempo transcurrido.» En «Arde este libro» la exorcización de fantasmas del autor se plantea de manera ineludible, se torna más necesaria que en «La isla del padre», porque aquí ha habido una convivencia íntima con un sentimiento de culpa muy acentuado debido a las funestas consecuencias que tuvieron lugar en el tiempo. El libro es un diálogo íntimo imaginario entre dos personas, donde nosotros como lectores nos colamos de «manera impúdica» para ser testigos de la frágil sensibilidad demostrada por su autor a lo largo de sus sinceras páginas. «Arde Este Libro» Fernando Marías Editorial Alrevés, Edición 2021, 224 Páginas En La Página podéis escuchar una Lista de Música en torno a "La Movida": Enlace: https://queridobartleby.es/f.. + Leer más |
Este año 2022 ha sido un año terrible para las letras españolas. En "La gota de sangre" queremos hacer un homenaje a los autores vinculados al género negro que han fallecido este año.
Fernando Marías (Bilbao, 1958-Madrid, 2022). Fue un escritor y guionista ganador de muchos de los premios nacionales más importantes, como el Nadal o el Premio Primavera. Entre sus obras destaca "La isla del padre" (Seix Barral, 2015). Fue una persona muy generosa con las nuevas generaciones de escritores, de cineastas y dramaturgos. Su última novela publicada fue "Arde este libro" (Alrevés, 2021), un libro valiente en el que abordaba sus problemas con el alcoholismo y la complicada relación que tuvo con una de sus parejas, Verónica. Su vinculación con la novela negra se produjo por la publicación de varios libros de relatos con la editorial Alrevés.
Maria Antònia Oliver (Manacor, 1946-Sencelles, 2022). Fue una escritora que desarrolló su trayectoria literaria fundamentalmente en catalán. Su obra en el género negro no fue extensa, pero tuvo una aportación muy importante al género: creó la primera de las sagas literarias protagonizada por una mujer detective, la saga de la "detectiva" Lonia Guiu. "Estudi en lila" fue el primero de los tres libros sobre Lonia, publicado en 1985. Fue una pionera, inspiración para las autoras que llegaron después. Su obra fue poco difundida al estar escrita en catalán.
Javier Abasolo (Bilbao, 1957-ibíd., 2022). Escritor ecléctico, desarrolló su trayectoria literaria en varios géneros, destacando en la novela negra. Creo la saga protagonizada por Goiko. Ganó varios premios, destacando el Premio Bruma Negra 2015 por la totalidad de su obra. Abasolo fue una persona muy querida dentro del ámbito de las letras. Su última novela, "El país equivocado" (Erein, 2022) se publicó apenas un mes antes de que falleciera.
Domingo Villar (Vigo, 1971-ibíd., 2022). Su obra se reduce a cuatro libros. Tres de ellos forman parte de la saga del inspector Leo Caldas. El último es un libro de relatos. Todas sus obras están publicadas por Siruela. Escribía a un ritmo lento, su primera obra publicada, "Ojos de agua", es de 2006. El último libro, "Algunos cuentos completos", de 2021. Recibió varios premios en su carrera y "La playa de los ahogados", la segunda parte de la trilogía, fue llevada al cine por el director Gerardo Herrero. Fue un escritor admirado y respetado.
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