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A veces, el hogar está donde está el corazón -pensó Eddie, al azar-. Eso creo. Bobby Frist decía que el hogar es ese sitio donde, cuando tenemos que volver, están obligados a recibirnos. Por desgracia, es también el sitio donde, cuando estamos allí, no quieren dejarnos salir.

En ese momento le embargó el primer terror auténtico, y no tenía nada de sobrenatural. Era sólo la súbita conciencia de que resultaba muy fácil acabar con la propia vida. Eso no daba tanto miedo.

Me siento como el pájaro ha de sentirse cuando llega el otoño y él sabe... sabe, de algún modo, que debe volara su terruño. Es instinto, nena... Y creo que el instinto es el esqueleto que sostiene todas nuestras ideas sobre el libre albedrío.

Rumbo al norte, pensó. Pero era un error. No iba rumbo al norte. Porque aquello no era un tren. Era una máquina del tiempo. Al norte no, hacia atrás. Hacia atrás en el tiempo.

Y cuál es la verdadera cara de Derry, Don?-preguntó Reeves. -Se parece mucho a una ramera muerta con el culo lleno de gusanos-dijo Don Hagarty.
Los dos policías lo miraron fijamente, llenos de silencioso asombro.
-Es un lugar malo -prosiguió Hagarty Es una cloaca. ¡No van a decirme que ustedes dos no lo saben! įSe han pasado aquí la vida entera y no lo saben?

Ya sabes lo que dicen de Derry: cuando alguien muere no muere de veces

Castiga, exhausto, el poste tosco y recto, e insiste, infausto, que ha visto a los espectros

Todo es mucho más difícil cuando es real. Es entonces cuando te ahogas. Cuando es real.

Tu pelo es fuego de invierno, rescoldo de enero. Allí arde también mi corazón.

-Flotan —gruñó la cosa—, flotan, Georgie. Y cuando estés aquí abajo, conmigo, tú también flotarás