Porque tenías el mundo a tus pies, pero aún no lo sabías. Y quería estar a tu lado cuando empezases a descubrirlo.
|
Porque tenías el mundo a tus pies, pero aún no lo sabías. Y quería estar a tu lado cuando empezases a descubrirlo.
|
Los recuerdos malos también somos nosotros
|
Recuerdo que no necesitábamos nada más para ser felices, porque en aquellos días llenos de sol, mar y miradas brillantes nos dimos cuenta de que siempre nos tendríamos a nosotros mismos
|
"Que, en ocasiones, el dolor propio puede esperar e incluso se hace más pequeño ante el de los demás. Y esa noche te necesitaba tanto que el tuyo menguó un poco, que me pusiste a mí por delante de ti para demostrarme una vez más que eras el mejor hombre que he conocido jamás. El más generoso. El más valiente."
|
Nos pasamos la vida planificando días especiales, el de los cumpleaños, el de Nochevieja y tantos otro que a menudo permanecen menos tiempo en la memoria que los más sencillos, los cotidianos, esos que son tan difíciles de prever que uno nunca sale de casa con la cámara de fotografías colgada del cuello para poder capturarlos. Permanecen solo en nuestra memoria y, cuando llegamos al final del camino, sencillamente se convierten en polvo, en nada
|
La novedad de estar en un sitio diferente te obliga también a vivir en ese presente, a aguzar todos los sentidos, a “estar”, tan sencillo como eso.
|
Tenemos que aprovechar los años que nos quedan. Vivir, Valentina. Deberíamos gastar buena parte de nuestros ahorros en hacer lo que nos apetezca ¿Quieres comprarte alguna joya? Pues hazlo. ¿Quieres nadar con tiburones? ¡Adelante! ¿Comer en algún sitio de esos pretenciosos de cinco tenedores? ¡Bien! ¿Por qué no?
|
Tu imagen representaba una vida entera delante de mí, llena de momentos dulces, agrios y templados. Todos me parecían entonces igual de necesarios para ser quienes éramos en ese momento.
|
Es curioso cómo la mente se moldea.
|
Esa noche, en la cama, nos abrazamos. —No me sueltes ahora… —susurraste. —Nunca, Gabriel. Tú a mí tampoco. —Eso es imposible —dijiste contra mi pelo—. Te llevo dentro de mí. Cuando lo he visto hoy…, al ver cómo se llevaban a mi padre…, solo podía pensar en ti. Necesitaba abrazarte. Necesitaba llegar a casa porque me sentía solo y pensaba… que me iba a caer. —No, siempre te sostendré. —Te he echado de menos… —Y yo también a ti, Gabriel. Al despertar, seguíamos abrazados. |
¿Qué objetousaron como traslador en el Mundial de Quidditch?