Creo que si uno aborda este libro de cuentos esperando historias de terror en el sentido convencional, existe el riesgo de terminar decepcionado: los 12 relatos que
Mariana Enríquez presenta tienen ciertos elementos del género pero, quizá con la excepción de dos, pocos llegan a cerrar el círculo de una historia de “fantasmas” en el sentido tradicional. Y seré sincera: en un primer momento me sentí un poco desanimada porque el inicio de cada texto prometía mucho con la construcción de una atmósfera sórdida, casas abandonas, personajes misteriosos, deformes y con secretos, apariciones o alucinaciones de las protagonistas que las hacían dudar de su cordura. Pero muchas se quedaban ahí, por lo menos en cuanto a un desenlace que no terminó de resolverme el misterio ‘sobrenatural'. Sin embargo, lo interesante de Enríquez es que en esta construcción de un terror sobrenatural, la autora nos plantea otra perspectiva: la del terror de lo cotidiano, de la vida real y lo tremendo que implica ser mujer en Latinoamérica. Porque eso es justo lo que deja traslucir entre historias de apariciones y sucesos sobrenaturales y es el hecho que es más espeluznante nacer y ser mujer en el mundo. Las protagonistas de los cuentos son mujeres de todas las edades y estratos sociales; mujeres que deben enfrentar situaciones terribles que implican desde asumir su sexualidad, hasta enfrentar desórdenes mentales y la incomprensión de sus familias o amigos o vivir relaciones abusivas y sufrir las consecuencias. Sin duda, Enríquez reitera lo que es bien conocido y es que la realidad puede ser más terrible que cualquier aparición fantasmagórica y el infierno se puede vivir en la tierra sin otro elemento más que la interacción con otro ser humano o el enfrentamiento con uno mismo.
Si bien me hubiera gustado encontrarme con fantasmas y sucesos extraordinarios, una vez ‘superado' esto, y entendiendo el propósito mucho más profundo de la escritora,
Las cosas que perdimos en el fuego es una colección muy recomendable, que no sólo brinda al lector una narrativa de calidad sino que denuncia e invita a pensar en el papel de las mujeres y los varios retos y agresiones que debemos enfrentar diariamente, por lo menos en los países latinoamericanos. Lo que me ha gustado también es que además de este mensaje, la narración es ágil y sólida y ha construido una atmósfera muy verosímil para cada una de las historias: hubo varios de los relatos que me asustaron, por ejemplo, La Casa de Adela o El Patio del Vecino, que me recordaron ciertos programas de terror que amaba en mi infancia (como La Hora Marcada). Lo interesante es que no sólo recordé los terrores infantiles sino también, en algunos momentos, las historias me permitieron reír –por la inocencia de los personajes. Por ejemplo, creo que por siempre recordaré el pasaje del relato La Hostería, en donde una adolescente planea una venganza en contra de la amante de su padre, la dueña de una estancia, quien ha terminado con él y lo ha despedido. El plan que elabora la chica es ingresar a la hostería, armada con una maleta llena de chorizo, rajar los colchones e introducir la comida, de tal manera que en un par de días todo el lugar apeste y nadie pueda descubrirlo. En verdad reí y reí, no solo por el plan sino al recordar aquellos planes ‘macabros' que elucubrábamos cuando más jóvenes, en defensa de a quienes amábamos.
En definitiva, un libro que me sorprendió y que me gustaría volver a leer en el futuro.