El conde de Montecristo

toda la sabiduría humana estará en estas dos palabras: «esperar y confiar»

Nadie como un millonario es tan deseoso de palcos que no cuestan nada.

(...)todos cuadros de maestros garantizados como tales; no me gustan los modernos.
—Tiene usted razón, señor, pues tienen en general un gran defecto: el de no haber tenido aún tiempo de convertirse en antiguos.
(...) Como usted ve, no aprecio a los artistas franceses.
—Tiene usted derecho a ser injusto con ellos, señor, son sus compatriotas.

Su corazón llevaba el camino de petrificarse en su pecho.

Las heridas mortales tienen de particular que se ocultan, pero no se cierran: siempre dolorosas, permanecen vivas y abiertas en el corazón.

Todo mal tiene dos remedios: el tiempo y el silencio.

La locura, esta úlcera nacida en el fondo de los calabozos después de torturas morales, se esconde casi siempre cuidadosamente en el mismo lugar en que aparece, o si sale, va a envejecer en cualquier hospital sombrío donde los médicos no reconocen ni el hombre ni el pensamiento en la masa informe que les entrega el carcelero.

La alegría causa a veces un efecto extraño; oprime al corazón casi tanto como le dolor.