El verano que inventamos la nieve

Buenas tardes, lector@s.
Hoy os traigo la reseña de un libro que me gustó mucho pero que, por circunstancias, no había hecho aún reseña.
Leído en una LC organizada por @vivirmilvidas (perfil en instagram) se trata de un libro que, podríamos decir, no entra dentro de mis géneros habituales, pero que cuenta con los elementos necesarios para que lo disfrutase mucho.

Esta historia nos va a trasladar a un escenario tan bonito e idílico como es la Toscana de los años 80. Un lugar que consigues imaginar ya que la autora a través de sus descripciones consigue que visualices los escenarios y hacerte sentir como que realmente estás en ese bello lugar.

Una vez geográficamente situados tenemos a los personajes. Los principales, Timmy y Lu, son simplemente geniales. Cada uno con su carácter, sus miedos y sus limitaciones, pero siempre con la medida justa. Ambos personajes, desde el principio de la historia, se verán implicados en un tira y afloja bastante entretenido, con algunos momentos tensos, y protagonizando una historia de amor que, para nada, acapara totalmente la historia, ni empalaga, ni se hace pesada. Hay muchos otros personajes en la historia, el padre de Timmy, es absolutamente genial, a Vittoria le cogí mucho cariño… creo que los personajes están muy bien creados y equilibrados.

Para crear un cóctel perfecto Ana añade a la ya emocional historia de los protagonistas, una subtrama paranormal que le da al libro un toque adicional y perfecto para añadir nuevos elementos y emociones a una historia que es mucho más que una historia romántica. He amado esta trama paranormal porque también esta, a través de Beatrice, tiene la capacidad de emocionar al lector.

Si queréis un libro de lectura ávida, una historia romántica con algo más, que te emocione y que te acaricie el corazón no lo pienses más. Este es tu libro. La forma tan bonita de escribir que tiene la autora te atrapará seguro. La autora consiguió conquistarme con un libro que no es para nada de los géneros que suelo leer. Muy recomendada.

Reseña completa en:
https://www.manusbooks.com/2022/07/el-verano-que-inventamos-la-nieve/
Enlace: https://www.manusbooks.com/2..

Lucile a tenido un año difícil y para rematar su madre le manda a Villa dei Cardellini con su novio y el hijo de este.  Es cierto que lleva una temporada que no es ella misma, que no se encuentra y que no se lleva muy bien con su madre. 

Timmy es un chico que tiene algo que superar, pero es tan duro y difícil que le cuesta. Pero le alegra ver que su padre está rehaciendo su vida y que ha encontrado a alguien que le hace sonreír, aunque la hija de ella le está poniendo las cosas difíciles a ambos. 

 Lucille no aguanta a Timmy, Timmy le gusta molestar a Lucile porque entra al trapo en todas y sobre todo la ve perdida y sola. 

Pero habrá algo que ese verano los trastoque y los una, porque hay un misterio que descubrir en Villa dei Cardellini. Aunque puede que si llegan a la verdad levanta ampolla y ciertas personas sufran. 

Tendremos un romance, muy lento, muy a fuego lento, donde suspirar, ver como cala una mirada, una sonrisa, una caricia y como se anhela la compañía del otro.  Un primer amor de verdad, ese que te llena y te hace ver las cosas de otra amistad.

Un verano donde descubrir y conocer a personas que se convertirán en amigos de verdad, que por primera vez conocerás el significado de esta palabra. 

Un verano para que el tiempo y la Villa dei Cardellini cure heridas que jamás pensastes que se curaran.

Un verano para descubrirte, conocerte y saber que es lo que quieres de ti mismo y para tu futuro. 

Un verano de amor, no del romántico un amor de familia, de amigos. Un verano de verbenas, de sonrisas, de días de sol y de ir al lago. Un verano para descubrir cómo brilla el sol. 

Uno es verano, el otro es invierno.

Un verano para vivir un verano de amor ¿O no?

Una historia dulce, tierna y bonita. Me ha gustado encontrarme con Lu y con Timmy y ver como se ayudan mutuamente. Ambos son personajes entrañables y creo que no se puede concebir el uno sin el otro. Quitando el cliché de amor prohibido que no me ha gustado, reconozco que la historia es preciosa y que se cuece a fuego lento.
Para mí ha sido un descubrimiento ver lo bonito que escribe esta autora y como le da importancia a la banda sonora que acompaña al libro. Me he sentido totalmente transportada a otra época y a Italia en concreto.

La historia de Beatrice es, además, lo que le da más emoción a la trama y lo que hace más llevadera la narración. Creo que es un libro bastante fácil de leer y no me di ni cuenta de lo rápido que las hojas iban pasando.

Lu es una chica que arrastra muchísimos problemas y que no busca solucionarlos. Llegar a la Villa dei Cardellini le supone un desgaste por el que no quiere pasar y su personalidad depresiva hace que no disfrute de todas las cosas buenas que tiene a su alrededor. Sin embargo, poco a poco empieza a ver la luz al final del tunes y me ha encantado ver la gran evolución que tiene y como acaba afrontando sus problemas.
Timmy, por el contrario, es un chico lleno de vitalidad y que, aunque también tiene problemas, prefiere dejarlos escondidos para que nadie pueda indagar en ellos. Su forma de ser al principio puede resultar molesta pero da en el clavo en como tiene que tratar a Lu para que reaccione. Quizás no es la mejor forma de sacar a Lu de su bucle, pero es la única que funciona.
Ambos son muy tiernos y su historia merece la pena ser leída.

Me ha sorprendido lo ágil que ha resultado este libro y, quitado el cliché de amor prohibido, que personalmente no me gusta, es una buena historia.

La música tiene un papel importante y la autora ha sabido escoger las canciones adecuadas para ambientar todo lo que sucede en el libro. Además son tan conocidas que no hace falta buscarlas para imaginarlas y que encajen con la trama.

Además la ilustración de la portada es bellísima y los colores no podrían ser más acertados. Transmite perfectamente lo que se narra dentro de la historia.

Un libro de romance juvenil que me ha sorprendido, atrapado y que recomiendo.
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¡Hola thousands! Hoy os traigo la reseña de El verano que inventamos la nieve gracias a Masa Crítica de Babelio y a la editorial Munyx. Gracias por descubrirme a Ana Drahia, que ha sido mi gran descubrimiento en lo que va de año.

Lucile, Lu, ha suspendido un montón de asignaturas y ve como una castigo que su madre le mande a pasar el verano con su novio y el hijo de este. Lu, al principio del libro es muy huraña y está cerrada en si misma, haciendo alarde también de su sarcasmo. No está dispuesta a hacérselo fácil ni Pierre ni a Timothée, que parece haber encajado perfectamente la relación entre sus padres. Timmy no puede ser más diferente, y es que como ellos mismo dicen él es verano y ella es el invierno. Él es alegre y quiere disfrutar del verano y la vida, o al menos eso es lo que se ve. Según avanza el libro descubriremos que ambos tienen una mochila cargada con cosas más similares de las que ellos creen y tienen una gran evolución. La mayoría de los capítulos están narrados por Lu, aunque disfrutamos algunos desde el punto de vista de Timmy — la verdad es que me hubiese gustado leer más de estos ya que es muy reflexivo y maduro —. Ambos me han encantado, aunque en alguna ocasión me sacasen de quicio. del resto de la pandilla os diré que me han gustado todos a excepción de Martina ya que su comportamiento era celoso, posesivo y tóxico.

El libro transcurre en la Toscana italiana pero también se nos habla de Francia ya que la mayoría de los protagonistas son de allí. Ocurre durante el caluroso verano de 1981. Si no fuese por el detalle de encontrar frases en italiano — tranquilos que están traducidas al pie de página — creo que podía haberme imaginado la Villa de los Jilgueros en cualquier otro país y es que los protagonista tienen un verano bastante común con mucha bicicleta, nadar en el lago o la piscina, … Algo tan típico que podría ocurrir en cualquier lugar.

Lo principal de esta historia ha sido Lu y su forma de relacionarse con la gente que la rodea. Personalmente creía que la trama paranormal iba a tener más peso, pero no lo he echado de menos. Tiene un romance que se cuece a fuego lento y la trama del fantasma que está relegada a un segundo plano. La historia tiene muchos clichés pero que Ana ha sabido llevar muy bien, de hecho, cuando leí la primera interacción entre Lu y Timmy pensé de inmediato en que eran casi hermanastros, tuve miedo de que la historia fuese muy Wattpad, pero es que la manera de narrar de la autora no lo hace parecer un cliché.

El mi primer contacto real con la forma de escribir de Ana — es que, aunque la sigo en redes, pero no creo que leer sus tweets cuenten — y me ha dejado impresionada. El libro tiene muchos clichés, cosa que no me ha podido importar menos según avanzaba porque ha sabido tratarlos con una profundidad y una gran sensibilidad. Esto hace que la novela halla sido predecible, no lo digo como algo malo, porque he disfrutado leyendo y viendo como mis sospechas se iban haciendo realidad. Me ha parecido que sabe transmitir los sentimientos muy bien y también el comportamiento de los adolescentes — aunque aquí juega con ventaja ya que su trabajo de profesora le hace estar rodeada de ellos —. Ha logrado meterme tanto en las historia que no quería soltarla, la verdad es que no me ha durado ni 24 horas.

La edición del libro es una auténtica maravilla, empezando con una portada super adorable que tras leer el libro me ha parecido más bonita si cabe por los elementos que tienen simbolismo. Los inicios de capítulo son una preciosidad y están a todo color, además, hay que sumar los detalles de los separadores de párrafos que le añaden un toque muy especial.

Resumiendo, este libro me ha sacado de mi zona de confort, pero no del todo ya que me ha hecho sentirme muy a gusto. No dudo que se pueda convertir en una de mis mejores lecturas del año y tampoco dudo volver a leer a Ana.

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Cuando vi la portada de este libro sentí un flechazo instantáneo y la sinopsis me termino de convencer. Ha sido todo un descubrimiento, ya que no conocía la pluma de esta autora y me ha encantado.
Es un libro redondo en conjunto por la historia que nos cuenta y como lo hace, con mucha sensibilidad y con una narrativa muy cuidada y elaborada.
Es una historia muy bonita, llena de momentos entrañables, de sensaciones, con recuerdos, nostalgia y también dolor por el pasado.
Un verano en la Toscana donde todo puede cambiar, una Villa con muchos secretos por desvelar y una presencia que aunque no es inquietante, esta muy presente.
Los personajes me han enamorado, Lucile lo ha pasado mal en el ultimo año, tiene mucha rabia dentro y lo paga con todo el mundo en general y con su madre, su novio e hijo en particular. Tiene que pasar el verano estudiando y su rebeldía y crispación la hacen pasar malos ratos. Es una chica maravillosa con un mundo interior por descubrir a los demás y en este lugar tan mágico va a encontrar muchas cosas y vivir su mejor verano o no. Timmy es un chico alegre, siempre gastando bromas, también lo ha pasado muy mal, es un chico con mucha personalidad, es cobarde por momentos y me ha parecido muy real, con sus dudas e indecisiones.
Los secundarios son todos encantadores, esos padres y esos amigos que hacen que el verano sea perfecto.
La trama de Beatrice me ha gustado mucho, esa presencia que se hace notar y llamar la atención, como esta todo enlazado y el fin que se persigue con su mensaje de perdón y de amor.
Las referencias musicales me han gustado mucho también, las he ido anotando y añadiendo a mi lista de Spotify ya que las conocía casi todas.
Transcurre en 1981 y me ha traído muchos recuerdos de mi niñez, creo que ha recreado muy bien el ambiente y como eramos en esos años, sin móviles, con notas, con el tocadiscos y los discos de vinilo, con otros entretenimientos como leer y dibujar.
En resumen, me ha parecido una gran lectura, perfecta para estas épocas veraniegas del año, con mucho amor y sentimientos por descubrir.
Lo recomiendo mucho.

Ha sido dulce, ha sido bonita y ha sido envolvente. Durante la primera mitad me he sentido completamente envuelta en las calles de la Toscana, respirando el aire del verano y dejándome envolver entre tardes en el lago y piques en la gran mansión de los jilgueros. La autora consigue transportar al lector a donde ella quiere, a viajar a través del tiempo y a través del espacio, a viajar a una mansión ficticia en medio de Italia en los años '80, con personajes muy suyos y también con la relación que se va forjando entre ellos.

Tiene clichés, muchísimos, la novela en conjunto es un cliché en sí mismo, pero adoro los enemies to lovers así que en cuanto empecé a leerlo y me encontré con esos adorables piques yo ya estaba dentrísimo. Ha sido mi parte favorita de la primera parte de la novela: desear que los personajes se quedaran a solas para beber de esos momentos de tensión, de miradas que significan mucho más y de ese supuesto odio que en realidad camufla la realidad de que se quieren comer los morros. Soy una básica, qué le hago.

También hay otros dramas entre personajes y una historia de fantasmas, aunque quizás lo primero es lo que menos me ha convencido y lo segundo tarda en arrancar. Hay más personajes secundarios pero, excepto los padres, el resto me han importado más bien poco. Me ha faltado un poco más de profundidad en la amistad de Lucille con Vittoria, especialmente porque me han sonado a exageradas algunas escenas más adelante al no haberme dado cuenta de cuándo se convierten en tan grandes amigas y el resto del grupo son poco más que un decorado de fondo. La historia de la mansión ha sido interesante, pero en la primera mitad no se le da la suficiente profundidad y en la segunda se actúa como sí, de manera que me ha gustado, pero si se hubiese equilibrado la relevancia que se le da entre las dos mitades de la novela, creo que la hubiese disfrutado más.

Por último, el desenlace me ha parecido muy de película. Puedo entenderlo, porque al fin y al cabo se trata de un libro de romántica, pero une algunos otros clichés para dar el final que todos esperaban, es bonito, pero con mi extraña relación con el romance se me ha hecho un tanto empalagoso.

De todas formas, ha sido un libro que he disfrutado mucho, ha sido como un baño de rayos de sol en verano, de dejarse llevar y dejar el corazón calentito. Me ha gustado mucho la historia que ha creado la autora y me gustaría leer algo más suyo en el futuro.

Sabía que me iba a gustar, pues un «enemies to lovers» con un toque de misterio escrito por Ana Draghia tenía todas las papeletas para ello. Pero es que me ha encantado, es una historia con demasiadas cosas bonitas. Empezando por los protagonistas, Lu y Timmy, en los que me he visto muchas veces reflejada y a los que he adorado. Y aunque he sentido un poco más de debilidad por ella, reconozco que no me importaría nada que él me tradujera «Gloria» al oído. Siguiendo con el escenario en el que nos encontramos, a veces tan bucólico y maravilloso que me he visto allí con la bicicleta en el lago, y otras tan fantasmal que me daba hasta miedito. Creo que esta parte paranormal está muy bien entrelazada y me ha mantenido en vilo. Y acabando con Pierre, que no me ha podido parecer más adorable, y con la forma tan sutil con la que se abarcan temas que veo muy necesarios.

Una novela juvenil preciosa llena de amistad, amor, música, secretos, sueños, luces y sombras que he disfrutado de la primera a la última página. Recomendadísima.

Cuando digo que mi idilio con Ana Draghia ha ido de menos a más desde que la conocí medio de casualidad, lo digo seriamente y con argumentos. La primera novela suya que leí fue una elección errónea mía, lo reconozco, porque sin haber investigado previamente, me puse a leer una segunda parte de la que no había ni oído hablar de la primera. Me sirvió para fichar a la autora porque solo pude apreciar su manera de escribir y no tanto la propia trama con todos los matices (porque se daba por hecho que yo ya estaba familiarizada con los personajes y no, así que mea culpa). Sin embargo, aquello fue solo el principio de mi fidelidad absoluta hacia esta autora tras leer un tiempo después Muy lejos de aquí, contigoí. Desde entonces, esta ya es mi cuarta inmersión en una de sus encantadoras historias. Como no suelo leer sinopsis, no tenía ni idea de qué iba ni me importaba, solo salté de alegría cuando se anunció esta novela dentro del catálogo de Onyx (ahora Munyx) Editorial y simplemente me volví a caer de culo cuando se dio a conocer esa preciosidad de portada que me hace querer abrazar físicamente el libro.

Dado que no llevaba ninguna referencia con respecto a la historia, mis expectativas en cuanto a trama eran inexistentes y aun así sentía un ansia incontrolada por poder devorar el libro cada vez que se publicaban fragmentos o aesthetics por las redes sociales. A simple vista, la premisa de la que parte la novela es un tópico en sí mismo y, a decir verdad, el libro está repleto de ellos. Casualmente, casi todos son justo los clichés de los que más suelo disfrutar en novela romántica y juvenil. de entrada, tenemos como principal narradora en primera persona a Lucile, que con diecisiete años llega a la Toscana con un montón de suspensos, un humor cínico y un comportamiento huraño porque su madre la ha obligado a dejar París para pasar el verano en una villa italiana junto a su novio Pierre y el hijo de este, Timothée, para que se vayan conociendo y vayan congeniando, hasta que puedan volver a reunirse madre e hija. Pese a que Lucile no se opone frontalmente a que su madre esté feliz y contenta con su nuevo novio, tampoco está dispuesta a facilitarle las cosas a “su nueva familia” porque ni ha pedido ni va aceptar un nuevo padre y un nuevo hermano. Así que los tolera a su manera hasta que acabe el verano, manteniendo las distancias en las comidas, guardando silencio para no gritar su frustración, recluyéndose en los estudios que tiene que aprobar, cerrando puertas.

Todo lo contrario a cómo Timothée siente el verano y cómo ha decidido adaptarse a su nueva vida: saliendo con los amigos a los bailes del pueblo, enrollándose a ratos con la posesiva Martina como hace todas las vacaciones estivales, sacando de quicio a Lucile cada vez que tiene ocasión y si no la tiene, la crea… Verano e invierno son los dos protagonistas de la novela y el único motivo de queja que he tenido con respecto a este binomio ha sido el desequilibrio en el reparto de capítulos desde sus puntos de vista narrativos. Lucile es la narradora principal mientras que Timothée apenas tiene unas cuantas páginas repartidas en momentos clave de la novela. A mí, con todo el dolor de mi corazoncito, me hubiera gustado leer más desde sus pensamientos, porque me ha parecido un personaje tan frívolo en la superficie y tan profundo en realidad que me ha sabido a muy poquito conocerlo prácticamente solo a través de los ojos de Lucile. Su relación es todo lo que pido en esta vida cuando leo novelas con romance: enemies to lovers y slow burn. Dicho de otro modo, hasta bien entrada la mitad de la novela sus encontronazos son dignos de la casa de Gran Hermano (nótese la ironía). No paran de fastidiarse el uno a la otra y la otra al uno, con el pobre padre de Timothée en medio intentando caerle bien a la hija de su novia pero también sin poder evitar hacer de padre para ella y poniendo un poco de paz en el asunto con su optimismo nato. Y poco a poco, muuuuy poco a poco, esa situación va cambiando con el calorcito del sol, con los paseos en bicicleta y los bocetos en un bloc a escondidas, los roces y piques que se van convirtiendo en sonrisas cómplices y música compartida, mucha música envolviendo todo el libro.

Sin embargo, ambos arrastran una mochila emocional muy pero que muy pesada y vamos abriendo los múltiples compartimentos muy lentamente. Lucile es una chica introvertida por su propio carácter pero que se ha ido retrayendo aún más en sí misma y apartando a los demás por varios desengaños personales y sueños frustrados en el último año mientras que Timothée se escuda en sonrisas y bromas para no acordarse de lo triste que está en realidad y para no hacer sufrir más a su padre después de todo lo que han pasado juntos durante los años anteriores. Como no tengo ninguna intención de hacer spoilers, solo diré que la dosis de drama que inyecta la autora en este sentido está más que justificada para la construcción de los personajes, a los que ha dotado de un pasado tremendamente realista que les da justificación a muchas de sus conductas en el presente y a la vez, nos sirve para comprender sus verdaderas personalidades, no solo las que pretenden mostrar en público. En este sentido, la novela en general y el final en concreto me han parecido redonditos, sin un solo pero que añadir y sin que me haya faltado ni sobrado nada. O quizás sí. Quizás por puro capricho hubiera necesitado una escena extra en concreto de cierta conversación a cuatro solo por imaginarme los feelings a flor de piel ante una situación así, pero por lo demás bravissima la historia completa.

Como comentaba antes, todo se basa en ir desarrollando en un cliché tras otro, desde el más evidente del romance entre hermanastros hasta los traumas causados por la pérdida de seres queridos y las distintas formas de gestiornarlo. Sin embargo, todos están plasmados de una manera magistral, con emotivas lecciones de vida que me han hecho pararme a pensar en toda la razón que tienen. Por otra parte, al menos para mí en lo que a esta autora se refiere, por primera vez me ha sorprendido gratamente con una deriva hacia el realismo mágico, un subgénero del que disfruto muchísimo que, teniendo en cuenta que yo ni me había leído el argumento de la novela, ha supuesto uno de los puntos fuertes del libro, ya que me ha pillado con la guardia baja y al ver por dónde me estaba llevando la trama, ya no ha habido quien me parara hasta terminarlo. En esta ocasión, Ana Draghia ha optado por aprovechar el potencial bucólico que tiene una antigua villa de la Toscana para entrelazar una inquietante y estremecedora historia del pasado que sirva como punto de inicio al progresivo acercamiento entre Lucile y Timothée, un ligero toque de misterio que los empuja a investigar qué verdad se esconde tras las paredes de ese viejo caserón de suelos de madera que crujen y que parece afectar de manera especial a su nueva inquilina francesa. Solamente puedo comentar que me he enamorado tanto de la trama principal como de la subtrama, que se complementan de una manera maravillosa sin menoscabar en absoluto los temas más serios de los que trata y que le dan toda fuerza de una novela realista, conmovedora y muy sentimental.

Por lo demás, y aunque ya conocía el modo de escribir que tiene Ana Draghia, no he podido evitar volver a sorprenderme con la capacidad que tiene para transmitirme lo que sea: amor, cariño, miedo, inseguridades, lástima, dolor, alegría… Estaremos de acuerdo en que no es fácil conseguirlo y que muchos escritores se limitan a contar sentimientos en vez de narrarlos de forma indirecta para dejar que seamos los lectores quienes identifiquemos que está sintiendo el personaje ficticio, de forma que el sentimiento se vuelva real en nosotros al empatizar sin que las palabras escritas te estén diciendo “Y ahora está muy contento, y ahora muy asustado y ahora está muy triste”. Para mí, que ya había probado las mieles narrativas de esta autora, me parece admirable que se haya vuelto a superar en este sentido, que me haya vuelto a emocionar de tal forma que he tenido que leer algunas líneas varias veces por el simple placer que me daba lo bien que estaban escritas. Ha logrado que me enamore de ambos protagonistas, que sienta sus emociones y que sufra con sus inquietudes, me ha puesto en su piel y ha conseguido que comprenda todas sus decisiones aunque no compartiera sus motivos. Tanto Lucile como Timothée se quedarán mucho tiempo conmigo y los recordaré con mucho cariño. A su vez, en mi mente han quedado grabadas un montón de. escenas visualizadas gracias a sus bonitas descripciones de la campiña italiana, tan vívidas que ha sido como leer una película de cine indie de los años ochenta, con el mismo encanto veraniego y la misma paleta de colores que se aprecia en la cubierta.

Ana Draghia tiene un estilo que tiende hacia la prosa poética, y solo hay que leer dos veces el título para darse cuenta. El libro está plagado con multitud de metáforas insertadas en la narración, hay muchísimas imágenes comparativas para poder transmitir más que un simple texto, se van entremezclando un montón de alegorías sutiles que nos hacen reflexionar para no darnos todo hecho con meras palabras y, sobre todo, encontramos muchos símbolos dispersos por aquí y por allá como representaciones visuales (la música y el baile como representación de la alegría; los dibujos y los sueños como los recuerdos; las bicicletas, la piscina o el lago como el verano, etc.). de todas formas, habría muchísimo para analizar en lo que es la prosa en sí misma de esta autora pero daría para algo más que una simple opinión de lectora. Así que me limitaré a confirmar lo que ya sospechaba tras haber leído varias novelas de la autora: hay una calidad palpable en todos los elementos, en cada página y en cada frase. Ana Draghia escribe reflexionando lo que va a añadir a continuación y a la vez tiene ese toque espontáneo que solo se consigue dejando que las palabras fluyan con naturalidad y lanzando mensajes sin forzar los momentos.

En otras palabras y resumiendo un poco todo lo anterior, va directa a las mejores lecturas que he tenido la oportunidad de leer en los últimos años, de estas historias que se quedan contigo y aunque los detalles se vayan diluyendo siempre te provocan una sonrisa al recordarlas al cabo de los años. Ana Draghia ha empezado a tener ese efecto en mí y por eso sé que seguiré leyéndola durante mucho tiempo con la misma ilusión con la que ella va publicando. Así que dicho de otro modo, y aunque no llevara ninguna al comenzar el primer capítulo, ha cumplido con todas mis expectativas: lo he devorado, lo he saboreado y aún lo estoy digiriendo. En el fondo se trata de ese tipo de novela, una historia con decenas de matices que se podrían analizar desde muchas perspectivas y no creo que sea una novela a la que se le pueda sacar todo el jugo de una sola vez. Este libro necesitaría varias lecturas para extraer todos los mensajes y todas las moralejas que encierra tras una apariencia de un inocente romance adolescente de verano.
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