Es que cuando somos desgraciados sentimos más agudamente la desgracia ajena
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Es que cuando somos desgraciados sentimos más agudamente la desgracia ajena
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—ande, sea bueno y cumpla lo que voy a pedirle, ya ve que le hablo con franqueza—, no se enamore de mí… No es posible, se lo aseguro. Estoy dispuesta a ser su amiga, aquí tiene mi mano… Pero no puede enamorarse, ¡por favor se lo pido! —Se lo juro —grité yo atrapando su mano.
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—Puesto que ha vivido usted, ¿cómo no va a tener historia?— me interrumpió riendo. |
[...], he resuelto que el culpable de todo es mi buen corazón, quiero decir que no fui muy severa conmigo, que es como se termina siempre que uno empieza a examinar lo suyo.
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Nuestra propia infelicidad nos hace sentir más fuerte la de los demás; lejos de disiparse, el sentimiento se concentra..
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Y ahora se me caen las lágrimas, bueno, dejemos que caigan, no molestan a nadie, que sigan cayendo.
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¡Díos mío! ¡Todo un minuto de felicidad! ¿Acaso es poco para toda una vida humana?
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-¡Oh!, lo ha adivinado a la primera!- respondí yo encantado de que mi muchacha fuera inteligente: esto es algo que, si hay belleza, nunca molesta.
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Un soñador -por si necesita una definición minuciosa- no es una persona, ¿sabe?, sino una criatura de género neutro. Habita mayormente en algún rincón inaccesible, como si se ocultara hasta de la luz del día y, cuando se encierra en sí mismo, se adhiere a su rincón como un caracol, o cuando menos se parece mucho en su relación a ese curioso animal que es animal y casa al mismo tiempo y que se llama tortuga.
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¡Demos gracias a que algunas personas viven con nosotros! Yo doy gracias a usted por haberla encontrado y porque la recordaré el resto de mi vida.
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises