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Críticas sobre Tea Rooms (53)
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pilarurgel
 19 February 2021
las únicas que podrían emanciparse por la cultura son las hijas de los grandes propietarios [...] precisamente las únicas mujeres a quienes no les preocupa en absoluto la emancipación, porque nunca conocieron los zapatos torcidos ni el hambre, que engendra rebeldes[...] Luisa Carnés puso voz clara, sencilla, rotunda y sincera a la mujer obrera de los años 30. Mujeres que vivían en la miseria y que debían trabajar en unas jornadas laborales largas, sin mejoras ni ayudas, por un miserable sueldo que, apenas, les llegaba para subsistir pero, que necesitaban para seguir "tirando" de sus miserias.
Matilde, la joven protagonista de esta novela, se da cuenta de que hay que luchar, protestar, resistirse a bajar la cabeza, gritar, porque sus derechos no lo son, por ser mujer en un estatus social bajo. Unas mujeres, trabajadoras en una pastelería y salón de té, que saben que para su patrón no valen nada, que les pueden despedir en cualquier momento y verse, de nuevo, luchando por un nuevo empleo, igual de miserable que el anterior.
Y sin titubeos, Luisa Carnés nos relata lo que pasó en aquella época que le tocó vivir, dónde luchó por subsistir desde los 11 años, dejando la escuela para ayudar a su familia. Autodidacta y ávida lectora, primero de folletines, después de grandes escritores, se refugió en la escritura, logrando publicar en 1928 su primera obra. Silenciada durante años, al igual que otros mujeres artistas conocidas como las sinsombrero, invisibilizada a pesar de su gran talento narrativo.
Tea Rooms. Mujeres obreras, en una preciosa edición de @hojadelata_editorial, es un libro imprescindible y muy recomendable.
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Beatriz_Villarino
 15 October 2018
Sorpresa, más que agradable, al leer Tea rooms. Mujeres obreras. El contraste del título es el que vamos a encontrar en la novela. Tea Rooms evoca la modernidad del idioma, lo exótico de la bebida, poco usual en España y una cierta distinción al sugerir una habitación exclusivamente destinada para el sosiego y la charla agradables. Inconscientemente acuden a la mente largas tardes en las que la conversación cotidiana nos hace cómplices al recoger anécdotas o contratiempos de un círculo cercano. Toda esta exquisitez se desvanece como el humo del cigarro que coronaría tea rooms para mezclarse con otro más denso y grasiento que envuelve la cocina de la que saldrán los pasteles, el chocolate, el té. Un humo que oprime hasta que, esas mujeres obreras que completan el título, quedan empequeñecidas, anuladas por una modernidad que no parece tenerlas en cuenta.

Luisa Carnés es un misterio más de esta España que olvida pronto. La escritora tuvo éxito en su momento, pero una vez exiliada, su obra desapareció de nuestro país y no llegó a formar parte del elenco de escritores de la generación del 27 pese al elevado número de novelas y cuentos escritos tanto en España como en México, y que despertaron bastante interés y sensibilidad en su público coetáneo. Otro ejemplo de mujer invisible. Otro ejemplo de mujer inteligente y comprometida que queda olvidada en una sociedad patriarcal, machista, que teme perder su posición privilegiada.

Tea rooms cuenta, con una narrativa rompedora y vanguardista, una parte de la historia de Matilde, una mujer joven que sufre las crisis socioeconómicas y políticas de principios del siglo XX. Crisis que fueron despiadadas con la gran mayoría del pueblo español, el obrero, y especialmente crueles con la mujer, puesto que será ella la más explotada y humillada aun por la propia mujer.

Matilde no tiene apellidos, está a medio identificar. Tampoco lo tienen, ni les hace falta, Laurita, Marta, Paca, Antonia. Desde que Matilde entra a trabajar en la pastelería pasa a ser “la joven” o “una”, como el resto de compañeras sin identidad «una, a lo suyo» «a ver, una al teléfono»; no son mujeres «aquí no son ustedes más que dependientas», y así son tratadas, sin una pizca de sensibilidad o humanidad. Hay una curiosa diferencia con los empleados, ellos sí tienen apellido; aunque oprimidos no se les priva del todo de una personalización; encontramos al camarero Cañete o al cocinero Pietro Fazziello. Pero no nos equivoquemos, tildados con apellidos sufrirán consecuencias parecidas a las de las chicas si no se atienen, ellos o sus familiares, a la voz del que manda. En el caso de Cañete, sus flirteos con la encargada llevarán hasta la pastelería a su mujer, otra innominada que, como si de un objeto se tratara, pierde hasta el nombre en la sociedad, una vez casada: «la mujer de Cañete». La mujer de Cañete acude allí a denunciar a “la otra” delante de todos por intentar robarle a su marido. Ni por un momento se le pasa por la cabeza que pueda ser él el culpable de la situación «¡Que lo sepan todos que esa mala mujer está robando el pan de mi hija! ¡Esa puta! ¡Una tía golfa!».

No hay sentimientos en el mundo obrero. Es un ambiente que oprime, que despersonaliza, que embrutece. No hay lugar para lamentaciones o denuncias o exigencias; la impotencia es lo que caracteriza a los obreros, paralizados por el miedo y por no saber qué hacer «Fazziello golpea sobre los bloques de hielo lentamente. de pronto, se sienta en el último peldaño de la escalera y llora».

Hay en la novela una certera crítica social dirigida a esa clase acaudalada que temerosa de perder su estatus intenta quitar de en medio a quienes puedan arrebatarle sus privilegios a través del estudio y el razonamiento, por eso «el “ganso” con sus raquíticos once años, aprende a comprar el periódico a las siete de la mañana, a abrirlo por la página de anuncios [...] y [...] a mentir «Tú cuántos años tienes?. Catorce». Y se critica sobre todo a una sociedad con muy poco interés en alfabetizar a la mujer, que sigue «cultivando la religión y soñando con lo que ella llama su “carrera”: el marido probable».

En Tea Rooms observamos una reivindicación social del obrero, pero ante todo de la mujer «Es necesario que las compañeras de trabajo que no estén asociadas se asocien inmediatamente». Si no aflora una conciencia de clase nunca dejarán la miseria, y la miseria las hace miserables «la miseria amodorra tu pudor en esta ocasión», las embrutece «En la búsqueda, un vestido rosa cae sobre un papel pringoso y allí se queda» y les anula cualquier vestigio moral «del modo más indiferente y discreto posible, se agacha e introduce el dinero en uno de sus zapatos».

Luisa Carnés denuncia, con una lucidez y claridad espectaculares la situación de la mujer de principios del XX, una mujer que siempre dependerá de algo o alguien para subsistir, de quien raramente se aceptará algo de autonomía.

Esta circunstancia viene expuesta de la mano de las protagonistas de la novela como si entre todas formaran una sola, como si conformaran a la mujer que, como Antonia, debió ocultar su estado de casada, hasta que enviudó, para que no la echasen del trabajo. O como la clienta que no es servida por el camarero hasta que «solicitaba con los ojos al esposo un signo de aprobación». O como la mujer de Cañete a quien ya se lo dice su marido «ocúpate de tu hija»; el resto de asuntos, incluidas las infidelidades, son cosa del hombre. O como Laurita, muerta a consecuencia de un aborto clandestino por temor a que su novio la rechace. O como Marta, que «se ha echado a la vida» al ser despedida por robar dinero de la caja para comprarse unos zapatos. Entre todas modelan a la mujer resignada que acepta unas condiciones laborales infrahumanas, unas condiciones que, por malas que sean, siempre serán mejores que quedarse en la calle porque, en el fondo, no pueden hacer otra cosa, no están acostumbradas a pensar. Matilde, la protagonista, recapacita y sabe lo que quiere y no se va a conformar con menos. Exige de la vida un trabajo digno y poder elegir al hombre que quiera, no conformarse con el primero que le pida relaciones. Ambiciona una vida libre, lejos del «embrutecedor trabajo doméstico».

Pero si la lectura se hace interesante al conocer la vida de la España del siglo XX, y casi del XXI, no es menos enriquecedora la narración. Destaca la importancia del narrador que, unas veces es omnisciente, sobre todo cuando expone algún monólogo interior o pensamiento de un personaje «Parece que he estado inspirada, piensa Antonia». Otras veces funciona como narrador testigo «En cuanto a Paca, ¡oh!, esa, con su cara pálida y humildita de beata, cualquiera adivina lo que piensa». Y siempre aporta amenidad a lo narrado, bien mezclando sucesos de forma abrupta o directa para cambiar de tema «Se habla de elevar una queja a la dirección. Probablemente, todo se quedará en palabras. Otra cosa: ingresará en el establecimiento una ahijada del propietario», bien realizando incursiones en la propia narración «le ha valido desde el primer día el respeto de la encargada: “Esa escuerzo” (Antonia es mucho más comedida para colocar adjetivos...)».Incluso, en ocasiones, el narrador se apropia de la voz de Matilde «Matilde va a la cabina lentamente [...] “El que se vaya puede darse por despedido”. Y todas las cabezas [...] se agachan medrosas». Pero aun cuando predomina una narración externa la variedad de técnicas y recursos es admirable.

Los diálogos pertenecen a la modalidad oral, con oraciones incompletas o con localismos, como el laísmo tan típico madrileño, que acercan al lector al ambiente del pueblo «ya ve, Antonia, con quince años en la casa y ganando un duro... y callandito» «la han salido bien las cuentas». Asimismo las onomatopeyas -rrrr-, chist aportan frescura a la narración. Sin embargo encontramos palabras cultas hálito, apotegma, dilecto, conterráneo, préstamos de otras lenguas que se unen al lenguaje vulgar en un sugerente contraste «Cocktail... Ahí va, coño ¿dónde tienes los ojos» «Por diez jodíos reales que gana una [...] los sandwichs [...] como pudding». Y un vocabulario relacionado con los avances modernos, con la tecnología o la ciencia que aporta tintes vanguardistas, incluso surrealista a veces; la personificación del cine frente a la despersonalización de los niños aporta una imagen incitante: «donde comienzan a evolucionar los verdes y blancos del cinema de enfrente [...] han aparecido [...] varias cabezas greñudas y numerosos ojos sin color.» Asimismo la importancia de lo básico queda remarcada en la personificación de los zapatos, que adquieren la personalidad contrastiva de quien los lleva «los zapatos torcidos avanzan rápidos, suicidas, mientras que los zapatos impecables subrayan un paso estudiado, elegante».

La singularidad de las obreras desaparece, todas son una o simplemente cosas «no es más que un aditamento del salón»; mujeres embrutecidas que han asumido su animalización «Mientras lava, gruñe» «¿Qué harán esas burras?» o su invisibilidad; de ahí que los diálogos señalados no lleven el nombre de quien replica. Da lo mismo. La mujer no tiene voz, no es esencial saber quién dice qué porque lo más probable es que no tenga importancia

—Tanto postín
—Yo me alegro
—Pues vaya una ventaja...
—Bueno, pero de todos modos, me alegro...
[...]
—¡Chist!
—No me da la gana callar...

Y sin embargo, calla; no puede replicar en el trabajo porque será despedida y no puede participar en conversaciones culturales porque no ha tenido tiempo o interés en preocuparse. Se autoexcluye. Sus problemas son mucho más básicos «Antonia no entiende nada de esto. ¡Qué ganas tienen estas gentes de sofocarse!» El estilo indirecto libre aporta un tinte fresco a la narración, el relato cobra agilidad, así como las frases cortas y las nominales que, sutilmente dan una idea del desconcierto en el que están inmersas las protagonistas; no hay tiempo para sentimientos, lo fundamental es la esencia de las cosas; los momentos de dolor se acortan, como si la mujer no tuviese tiempo de compadecerse. Cuando surgen adjetivos suelen ser valorativos consiguiendo de nuevo acentuar el contraste en el que vive la mujer. Por un lado la modernidad no le aporta el más mínimo consuelo «Marta despacha torpemente [...] se siente muy sola. Átomo en medio de una apretada muchedumbre...». Por otro el surrealismo que envuelve determinadas situaciones adquiere tintes naturalistas que ahondan en el miedo y la desesperación «Enfrente está la encargada, con una fría sonrisa en los labios delgados. Se le ven unas encías descarnadas y pálidas». Las metáforas opresivas contribuyen a intensificar los momentos de monótona tensión «El sopor agobia y sobre los párpados pone plomo el calor. Los ventiladores zumban».

Y, para dejar constancia de que no caben sentimentalismos, la narradora rodea de números a las trabajadoras. Números premonitorios, agoreros «la fecha del día, un negro 13». Números amenazadores «y callandito. Ya hay veinte en la puerta». Números controladores «—Oye Matilde: ¿tú no has visto el regalo? —...treinta, treinta y una —cuidado, está mirando—, treinta y dos, treinta y tres...». Números opresores «—Catorce pesetas kilo —¿Así que, cuarto de kilo valdrá? —Tres cincuenta» —¿Y los cien gramos? —Una cuarenta».

Pero en toda esta miseria hay algo enternecedor; en las descripciones costumbristas encontramos pinceladas de humor «la señora pide una naranjada, y al niño un pastel de crema. No, a mí, un bocadillo de jamón y un vaso de leche. La madre aprueba [...] pero cuando el camarero se aleja le da al chico un puntapié por debajo de la mesa».

Y encontramos ironías denunciantes «intervino la fuerza pública, disparando “al aire” y ocasionando dos bajas entre los obreros».

La pena es que tanto el humor como la ironía certifican más la miseria de un pueblo que, de forma preocupante, se sitúa más cercano a la actualidad de lo que deseáramos.

¡Chapeau! por esta sinsombrero.

Enlace: http://elblogaurisecular.blo..
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La_pecera_de_Raquel
 05 June 2018
Tea Rooms es una novela con tintes autobiográficos ambientada en los años 30 en España con un gobierno de izquierdas y dentro de la II República con el trasfondo de las manifestaciones por parte de los trabajadores para intentar organizarse y conseguir unos derechos sociales y laborables, que muestra la desigualdad que sufre la mujer dentro del trabajo, condenadas a situaciones precarias laborales, relegándolas a trabajos de baja o nula cualificación, salarios miserables, jornadas interminables y al mismo tiempo tienen que lidiar con el ámbito familiar, el divorcio, la maternidad, la educación, el matrimonio, el aborto, la Iglesia adoctrinando (esto es una opinión personal), buscando soluciones alternativas a la situación de la mujer, intentando hacer de ellas mujeres independientes económicamente como parte de la solución al conflicto que viven.
Los personajes del libro están todos estereotipados, el jefe burgués, la encargada con muy mala leche, la niña mimada con enchufe, una empleada que pasa su tiempo libre en un convento pasando a ser una beata, otra empleada que aprovecha cada ocasión que se le presenta para sisar algo de la caja…
A pesar de ser lo más importante de la novela los personajes y no tanto la trama, no se extiende la autora en detalles de los mismos, lo que hace que resulte así una novela corta y al mismo tiempo con una fuerte denuncia política y social, dramática carga emocional con un lenguaje muy sencillo.
No te deja indiferente.
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ZaidaLH
 15 March 2024
La novela nos transporta a los años 30 y se desarrolla en un salón de té de Madrid, donde varias mujeres obreras, "cargadas" de difíciles circunstancias personales, se dejan la piel en jornadas interminables por un mísero sueldo que a todas luces no les permite afrontar la pobreza que las asola. Todas ellas permanecen ahogadas por las tradiciones y convicciones imperantes en la sociedad de entonces, con una visión limitada sobre aquello en lo que debe consistir la vida de una mujer, esto es, lograr un buen marido como única vía de promoción.

El transtondo de la novela, en plena Segunda República Española y con un desarrollo palpable del movimiento obrero que lucha por la consecución de mejores condiciones laborales, prenderá la chispa en algunos personajes femeninos de la novela, de rebelarse contra el papel que desempeña la mujer de entonces en su búsqueda de la tan anhelada emancipación.
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Literannia
 09 December 2023
Luisa Carnés es considerada la gran invisibilizada de la Generación del 27. Por suerte, con las reediciones de Hoja de Lata y Renacimiento va ganando adeptos y saliendo del olvido.
Mujeres obreras es su obra más conocida. Basada en la experiencia personal de la autora trabajando en un salón de té cuenta las dificultades y penurias de sus trabajadoras durante los años 30 y las diferencias negativas que sufrían respecto a sus compañeros hombres.
Es un libro de denuncia y reivindicación escrito con inteligencia y pasión. Está compuesto de pequeños retazos de vida en el salón que sirven para contar las experiencias de las protagonistas que representan diferentes tipos de mujer. Combatientes, luchadoras, asustadas, conformistas, conservadoras, autoritarias. Supervivientes. Proletarias, trabajadoras y explotadas no solo por su jefe si no subyugadas, también, por la sociedad que las quiere calladas y sumisas. Tiene un final impresionante que confirma el talento de Luisa, la necesidad de seguir leyéndola y los pocos contenedores que hemos quemado (y quemamos) las mujeres.
Me costó situarme al principio pero, me fue ganando a medida que pasaba páginas hasta convertirse en uno de mis libros favoritos.
Este es el nivel.
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sinoloveo_nololeo
 27 July 2023
La España de inicios de los años 30 estuvo marcada por una crisis económica que golpeó fuertemente a la clase trabajadora pero que supuso el comienzo de la lucha para reivindicar algo que nunca habían tenido: derechos. Imaginad ser mujer en este preciso momento y cargar con la responsabilidad de mantener a un padre en paro y varios hermanos pequeños hambrientos. Muchas jóvenes se echaban a la calle a buscar trabajo y aceptando puestos a menudo por muchas horas y poco sueldo.

Así, en un salón de té cercano a la Puerta del Sol y junto a sus compañeras dependientas, la joven Matilde vislumbra la posibilidad de un futuro esperanzador que no se reduzca a "Diez horas de trabajo, cansancio, tres pesetas”. Matilde, Antonia, Paca, Laura y Marta representan una completa galería de mujeres de su tiempo -con sus miserias y sus secretos-, que contrasta con la “selecta clientela” del local.

Tea Rooms. Mujeres obreras” se nutre tanto de los trabajadores de la cafetería como de la clientela que acude a ella para sumergirnos en un mundo que no es ajeno a la autora, ya que ella misma trabajó en un salón de té durante algunos años. No es de extrañar que Luisa Carnés lograra una gran repercusión en su época precisamente por el tratamiento descarnado y crudo de ciertas cuestiones femeninas que hasta entonces "no existían".

Luisa publicó este libro en 1934 y fue su novela más social que destacó por su carácter innovador y la fuerza narrativa. Hoy podemos volver a leerla gracias a @hojadelata_editorial, que recupera la figura de #LuisaCarnés, una autora autodidacta que como muchas otras de la Generación del 27 y las Sinsombrero siguió con la lucha desde su exilio en México. Dejó una decena de novelas, unos sesenta cuentos, tres obras de teatro y centenares de crónicas.
Enlace: https://www.instagram.com/p/..
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Beavazquez_
 03 May 2023
[GAL] Hai xa tempo que Eugenia Tenenbaum falou por primeira vez de Luisa Carnés e o marabillosa que é. E eu, que me fío moito das recomendacións desta muller, o ano pasado pedinlle aos RR.MM. o libro do que vos falo hoxe: "Tea Rooms. Mujeres obreras".
E despois de lelo eu pregúntome como puiden vivir ata agora sen coñecer a esta escritora, da que dende xa quero ler ata as súas listas da compra se é que aínda se conservan. E, sobre todo, pregúntome por que a todas nos sonan tanto apelidos como Lorca, Alberti, Aleixandre e non nos sona o nome de Luisa Carnés. E quero pensar que esta ocultación non é premeditada, pero cústame moito, porque Carnés foi igual de prolífica que os seus compañeiros de xeración e, se se chegase a espallar a súa obra como é debido, seguramente igual de relevante a nivel histórico.
Pero enfados a un lado, o que viña dicirvos con todo isto é que leades
Tea Rooms. Neste libro, que realmente está baseado nas vivencias da propia Carnés, coñecemos como é o traballo dun grupo de mulleres nun salón de té en Madrid e como estas se ven influídas polo ambiente crispante que hai debido ás revoltas de obreiros e obreiras que loitan por acadar uns dereitos laborais mínimos. A protagonista principal é Matilde, que provén dunha familia humilde e debe traballar para axudar a manter o seu fogar. Pero no salón atopamos tamén a Antonia, Marta, Laurita... Cada unha cunhas circunstancias diferentes, pero que teñen en común a dependencia dun xefe autoritario e dunha encargada que, a pesar de ser unha currela máis, ten aires de grandeza (igual que pasa na actualidade, vamos!).
Eu lía esta historia e non podía deixar de pensar na obra de teatro "As que limpan" de A Panadaría e sorprendíame ver o pouco que avanzamos no último século.

[CAS] Hace ya tiempo que Eugenia Tenenbaum habló por primera vez de Luisa Carnés y lo maravillosa que es. Y yo, que me fío mucho de las recomendaciones de esta muller, el año pasado le pedí a los RR.MM. el libro del que os hablo hoy: "Tea Rooms. Mujeres obreras".
Y después de leerlo yo me pregunto cómo pude vivir hasta ahora sin conocer a esta escritora, de la que desde ya quiero leer hasta sus listas de la compra si es que aún se conservan. Y, sobre todo, me pregunto por qué a todas nos suenan tanto apellidos como Lorca, Alberti, Aleixandre y no nos suena el nombre de Luisa Carnés. Y quiero pensar que esta ocultación no es premeditada, pero me cuesta mucho, porque Carnés fue igual de prolífica que sus compañeros de generación y, si se llegase a difundir su obra como es debido, seguramente igual de relevante a nivel histórico.
Pero enfados a un lado, lo que venía a deciros con todo esto es que leáis Tea Rooms. En este libro, que realmente está basado en las vivencias de la propia Carnés, conocemos como es el trabajo de un grupo de mujeres en un salón de té en Madrid y cómo estas se ven influidas por el ambiente crispante que hay debido a las revueltas de obreros y obreras que luchan por conseguir unos derechos laborales mínimos. La protagonista principal es Matilde, que proviene de una familia humilde y debe trabajar para ayudar a manter su hogar. Pero en el salón encontramos también a Antonia, Marta, Laurita... Cada una con unas circunstancias diferentes, pero que tienen en común la dependencia de un jefe autoritario y de una encargada que, a pesar de ser una currela más, tiene aires de grandeza (igual que pasa en la actualidad, ¡vamos!).
Yo leía esta historia y no podía dejar de pensar en la obra de teatro "As que limpan" de A Panadaría y me sorprendía ver lo poco que avanzamos en el último siglo.
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TatiAyala
 23 February 2023
Esta novela, situada en la España de los años treinta, tiene como escenario principal una concurrida cafetería cercana a la puerta del Sol dónde las empleadas Matilde, Antonia, Marta, Paca y Laurita sobreviven con un mísero jornal de tres pesetas al entramado de su rutina diaria.

Aunque cada una tiene una personalidad y una trayectoria propia, existe un nexo común entre ellas: el miedo y la exigencia que las somete - como mujeres - al padre, al marido, al patrón, a la religión…

Tea Rooms. Mujeres Obreras” supone una mirada descriptiva de la vida de las mujeres de clase trabajadora en los años treinta, con un análisis crítico de género y clase en el que Luisa Carnés se posiciona sin ambages.

Creo que no existe mejor fragmento para reseñar esta obra que el que aparece en las notas de la autora de la Madre de Frankenstein.

En ellas, Almudena Grandes escribe:

“La madrileña Luisa Carnés, publicó en 1934 “Tea Rooms. Mujeres obreras”, un relato basado en los años en que trabajó en la citada pastelería.

Desde una perspectiva insólitamente moderna, con una fuerza y un talento asombrosos, Carnés relata la vida cotidiana de las empleadas reflejando la dureza de sus vidas, sus miserias familiares, la explotación laboral a la que están sometidas, sus pobres historias de amor, la estrechez de sus horizontes y sus anhelos revolucionarios.”

Cuando terminé el libro, sentí que Luisa Carnés, aparte de ser una de las autoras imprescindibles pero invisibilizadas de la Generación del 27, es un testimonio fundamental para conocer más y mejor la realidad femenina de la época.
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lesbouquinsdepam
 26 June 2022
Qué placer descubrir a una autora de la talla de Luisa Carnés, y qué indignación se fuecociendo en mi interior a medida que leía el libro. No aguantando la curiosidad, a las pocas páginas de empezar el libro me pongo a investigar sobre ella y me pregunto por qué no se le dedicó tiempo en mis clases de literatura, por qué la crítica no la reconoció, por qué no he sabido de ella hasta ahora. La editorial hoja de lata nos ofrece la oportunidad de leer algunas de sus obras, que ansío seguir conociendo.
Esta novela se publicó en los años 30, y está contextualizada en un Madrid convulso. La autora nos acerca a la realidad social de las mujeres trabajadoras, pero sobre todo, a la forma como piensa y siente Matilde, una mujer de mirada crítica, atenta a las condiciones de vida de las mujeres y de la clase obrera en general. Las injusticias derivadas de las oportunidades que unos y otros tienen en esta vida (“la linea divisoria trazada entre quienes usan la escalera interior y los que usan el ascensor”) constituyen el eje desde el que se presentan las vidas de las mujeres que trabajan en este salón de té por el que se suceden personajes diversos con historias que sirven de excusa a Luisa Carnés para posicionarse claramente acerca de su visión del mundo. No esconde su preferencia por una mujer independiente, lejos del yugo y los dictados de una sociedad patriarcal, como tampoco oculta su rechazo al sistema capitalista y al fascismo. Todo ello nos muestra a una autora valiente, que habla de forma clara, con un lenguaje directo y efectivo, en una narración ágil, de la que no e he podido despegar. El libro va a cumplir cien años y, sin embargo, yo tengo la impresión de que relata algo familiar y contemporáneo.
Os dejo con una imagen del libro a la que no le he di sentido en el momento y que me maravilla ahora: la del vestido rosa que se cae y se deja en el suelo…
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Jensv
 25 January 2022
¿Por qué no me hablaron de Luisa Carnés en el colegio ni el instituto?
Su obra se enmarca dentro de la generación del 27; dentro de Las Sinsombrero es una de las escritoras menos reconocidas cuya voz está siendo recuperada gracias a la reedición de algunas de sus obras por la editorial hojadelata (gracias y mil gracias a las editoriales independientes).

Mujeres trabajadoras en un salón de té del Madrid de los años 30 con diferentes edades y circunstancias vitales, personajes (aunque reales) por las que no siempre hay interés en centrarse en las novelas.
Tea Rooms sirve de crítica al patriarcado y al capitalismo y no puede entenderse al completo sin conocer a Luisa Carnés: Mujer obrera y autodidacta, vivió en su propia carne experiencias que relata en el libro ya que trabajó en un salón de té en su niñez. Tras su labor como escritora y periodista militante (republicana y comunista) en España se exilió a México al inicio del franquismo.

En este libro (a través de mujeres como Laura, Marta y Matilde) cobra una gran importancia la situación y el acceso al sistema laboral donde deja claro que en vez de servir como vía de independencia supuso para ellas una nueva forma de subordinación (al patrón). “La obligación de contribuir de por vida al placer ajeno, o la sumisión absoluta al patrono o al jefe inmediato. de una o de otra forma, la humillación, la sumisión al marido o al amo expoliador”.

Huelgas, manifestaciones y sindicalismo contra “Un hambre de toda la vida (…) sentida a través de varias generaciones de antecesores (…)” "Diez horas, cansancio, tres pesetas”.
Como posiblemente diría Luisa Carnés: Destruir para edificar.

No puedo mencionar otros temas que se abordan en a lo largo de la lectura porque sería hacer spoiler, pero me quito el sombrero ante Luisa Carnés por tener la habilidad de llevarnos de la mano y ponernos de frente a la situación de las mujeres obreras de su época y ser capaz de tejer puentes entre ellas y las que hoy compartimos época.
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