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ISBN : 8416537119
Editorial: Hoja de Lata Editorial (01/06/2016)

Calificación promedio : 4.17/5 (sobre 54 calificaciones)
Resumen:
Corren los años treinta en Madrid y las trabajadoras de un distinguido salón de té cercano a la Puerta del Sol ajustan sus uniformes para comenzar una nueva jornada laboral. Antonia es la más veterana, aunque nunca nadie le ha reconocido su competencia. A la pequeña Marta la miseria la ha vuelto decidida y osada. Paca, treintañera y beata, pasa sus horas de ocio en un convento y Laurita, la ahijada del dueño, se tiene por una «chica moderna». Únicamente Matilde tien... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (42) Ver más Añadir una crítica
Beatriz_Villarino
 15 October 2018
Sorpresa, más que agradable, al leer Tea rooms. Mujeres obreras. El contraste del título es el que vamos a encontrar en la novela. Tea Rooms evoca la modernidad del idioma, lo exótico de la bebida, poco usual en España y una cierta distinción al sugerir una habitación exclusivamente destinada para el sosiego y la charla agradables. Inconscientemente acuden a la mente largas tardes en las que la conversación cotidiana nos hace cómplices al recoger anécdotas o contratiempos de un círculo cercano. Toda esta exquisitez se desvanece como el humo del cigarro que coronaría tea rooms para mezclarse con otro más denso y grasiento que envuelve la cocina de la que saldrán los pasteles, el chocolate, el té. Un humo que oprime hasta que, esas mujeres obreras que completan el título, quedan empequeñecidas, anuladas por una modernidad que no parece tenerlas en cuenta.

Luisa Carnés es un misterio más de esta España que olvida pronto. La escritora tuvo éxito en su momento, pero una vez exiliada, su obra desapareció de nuestro país y no llegó a formar parte del elenco de escritores de la generación del 27 pese al elevado número de novelas y cuentos escritos tanto en España como en México, y que despertaron bastante interés y sensibilidad en su público coetáneo. Otro ejemplo de mujer invisible. Otro ejemplo de mujer inteligente y comprometida que queda olvidada en una sociedad patriarcal, machista, que teme perder su posición privilegiada.

Tea rooms cuenta, con una narrativa rompedora y vanguardista, una parte de la historia de Matilde, una mujer joven que sufre las crisis socioeconómicas y políticas de principios del siglo XX. Crisis que fueron despiadadas con la gran mayoría del pueblo español, el obrero, y especialmente crueles con la mujer, puesto que será ella la más explotada y humillada aun por la propia mujer.

Matilde no tiene apellidos, está a medio identificar. Tampoco lo tienen, ni les hace falta, Laurita, Marta, Paca, Antonia. Desde que Matilde entra a trabajar en la pastelería pasa a ser “la joven” o “una”, como el resto de compañeras sin identidad «una, a lo suyo» «a ver, una al teléfono»; no son mujeres «aquí no son ustedes más que dependientas», y así son tratadas, sin una pizca de sensibilidad o humanidad. Hay una curiosa diferencia con los empleados, ellos sí tienen apellido; aunque oprimidos no se les priva del todo de una personalización; encontramos al camarero Cañete o al cocinero Pietro Fazziello. Pero no nos equivoquemos, tildados con apellidos sufrirán consecuencias parecidas a las de las chicas si no se atienen, ellos o sus familiares, a la voz del que manda. En el caso de Cañete, sus flirteos con la encargada llevarán hasta la pastelería a su mujer, otra innominada que, como si de un objeto se tratara, pierde hasta el nombre en la sociedad, una vez casada: «la mujer de Cañete». La mujer de Cañete acude allí a denunciar a “la otra” delante de todos por intentar robarle a su marido. Ni por un momento se le pasa por la cabeza que pueda ser él el culpable de la situación «¡Que lo sepan todos que esa mala mujer está robando el pan de mi hija! ¡Esa puta! ¡Una tía golfa!».

No hay sentimientos en el mundo obrero. Es un ambiente que oprime, que despersonaliza, que embrutece. No hay lugar para lamentaciones o denuncias o exigencias; la impotencia es lo que caracteriza a los obreros, paralizados por el miedo y por no saber qué hacer «Fazziello golpea sobre los bloques de hielo lentamente. de pronto, se sienta en el último peldaño de la escalera y llora».

Hay en la novela una certera crítica social dirigida a esa clase acaudalada que temerosa de perder su estatus intenta quitar de en medio a quienes puedan arrebatarle sus privilegios a través del estudio y el razonamiento, por eso «el “ganso” con sus raquíticos once años, aprende a comprar el periódico a las siete de la mañana, a abrirlo por la página de anuncios [...] y [...] a mentir «Tú cuántos años tienes?. Catorce». Y se critica sobre todo a una sociedad con muy poco interés en alfabetizar a la mujer, que sigue «cultivando la religión y soñando con lo que ella llama su “carrera”: el marido probable».

En Tea Rooms observamos una reivindicación social del obrero, pero ante todo de la mujer «Es necesario que las compañeras de trabajo que no estén asociadas se asocien inmediatamente». Si no aflora una conciencia de clase nunca dejarán la miseria, y la miseria las hace miserables «la miseria amodorra tu pudor en esta ocasión», las embrutece «En la búsqueda, un vestido rosa cae sobre un papel pringoso y allí se queda» y les anula cualquier vestigio moral «del modo más indiferente y discreto posible, se agacha e introduce el dinero en uno de sus zapatos».

Luisa Carnés denuncia, con una lucidez y claridad espectaculares la situación de la mujer de principios del XX, una mujer que siempre dependerá de algo o alguien para subsistir, de quien raramente se aceptará algo de autonomía.

Esta circunstancia viene expuesta de la mano de las protagonistas de la novela como si entre todas formaran una sola, como si conformaran a la mujer que, como Antonia, debió ocultar su estado de casada, hasta que enviudó, para que no la echasen del trabajo. O como la clienta que no es servida por el camarero hasta que «solicitaba con los ojos al esposo un signo de aprobación». O como la mujer de Cañete a quien ya se lo dice su marido «ocúpate de tu hija»; el resto de asuntos, incluidas las infidelidades, son cosa del hombre. O como Laurita, muerta a consecuencia de un aborto clandestino por temor a que su novio la rechace. O como Marta, que «se ha echado a la vida» al ser despedida por robar dinero de la caja para comprarse unos zapatos. Entre todas modelan a la mujer resignada que acepta unas condiciones laborales infrahumanas, unas condiciones que, por malas que sean, siempre serán mejores que quedarse en la calle porque, en el fondo, no pueden hacer otra cosa, no están acostumbradas a pensar. Matilde, la protagonista, recapacita y sabe lo que quiere y no se va a conformar con menos. Exige de la vida un trabajo digno y poder elegir al hombre que quiera, no conformarse con el primero que le pida relaciones. Ambiciona una vida libre, lejos del «embrutecedor trabajo doméstico».

Pero si la lectura se hace interesante al conocer la vida de la España del siglo XX, y casi del XXI, no es menos enriquecedora la narración. Destaca la importancia del narrador que, unas veces es omnisciente, sobre todo cuando expone algún monólogo interior o pensamiento de un personaje «Parece que he estado inspirada, piensa Antonia». Otras veces funciona como narrador testigo «En cuanto a Paca, ¡oh!, esa, con su cara pálida y humildita de beata, cualquiera adivina lo que piensa». Y siempre aporta amenidad a lo narrado, bien mezclando sucesos de forma abrupta o directa para cambiar de tema «Se habla de elevar una queja a la dirección. Probablemente, todo se quedará en palabras. Otra cosa: ingresará en el establecimiento una ahijada del propietario», bien realizando incursiones en la propia narración «le ha valido desde el primer día el respeto de la encargada: “Esa escuerzo” (Antonia es mucho más comedida para colocar adjetivos...)».Incluso, en ocasiones, el narrador se apropia de la voz de Matilde «Matilde va a la cabina lentamente [...] “El que se vaya puede darse por despedido”. Y todas las cabezas [...] se agachan medrosas». Pero aun cuando predomina una narración externa la variedad de técnicas y recursos es admirable.

Los diálogos pertenecen a la modalidad oral, con oraciones incompletas o con localismos, como el laísmo tan típico madrileño, que acercan al lector al ambiente del pueblo «ya ve, Antonia, con quince años en la casa y ganando un duro... y callandito» «la han salido bien las cuentas». Asimismo las onomatopeyas -rrrr-, chist aportan frescura a la narración. Sin embargo encontramos palabras cultas hálito, apotegma, dilecto, conterráneo, préstamos de otras lenguas que se unen al lenguaje vulgar en un sugerente contraste «Cocktail... Ahí va, coño ¿dónde tienes los ojos» «Por diez jodíos reales que gana una [...] los sandwichs [...] como pudding». Y un vocabulario relacionado con los avances modernos, con la tecnología o la ciencia que aporta tintes vanguardistas, incluso surrealista a veces; la personificación del cine frente a la despersonalización de los niños aporta una imagen incitante: «donde comienzan a evolucionar los verdes y blancos del cinema de enfrente [...] han aparecido [...] varias cabezas greñudas y numerosos ojos sin color.» Asimismo la importancia de lo básico queda remarcada en la personificación de los zapatos, que adquieren la personalidad contrastiva de quien los lleva «los zapatos torcidos avanzan rápidos, suicidas, mientras que los zapatos impecables subrayan un paso estudiado, elegante».

La singularidad de las obreras desaparece, todas son una o simplemente cosas «no es más que un aditamento del salón»; mujeres embrutecidas que han asumido su animalización «Mientras lava, gruñe» «¿Qué harán esas burras?» o su invisibilidad; de ahí que los diálogos señalados no lleven el nombre de quien replica. Da lo mismo. La mujer no tiene voz, no es esencial saber quién dice qué porque lo más probable es que no tenga importancia

—Tanto postín
—Yo me alegro
—Pues vaya una ventaja...
—Bueno, pero de todos modos, me alegro...
[...]
—¡Chist!
—No me da la gana callar...

Y sin embargo, calla; no puede replicar en el trabajo porque será despedida y no puede participar en conversaciones culturales porque no ha tenido tiempo o interés en preocuparse. Se autoexcluye. Sus problemas son mucho más básicos «Antonia no entiende nada de esto. ¡Qué ganas tienen estas gentes de sofocarse!» El estilo indirecto libre aporta un tinte fresco a la narración, el relato cobra agilidad, así como las frases cortas y las nominales que, sutilmente dan una idea del desconcierto en el que están inmersas las protagonistas; no hay tiempo para sentimientos, lo fundamental es la esencia de las cosas; los momentos de dolor se acortan, como si la mujer no tuviese tiempo de compadecerse. Cuando surgen adjetivos suelen ser valorativos consiguiendo de nuevo acentuar el contraste en el que vive la mujer. Por un lado la modernidad no le aporta el más mínimo consuelo «Marta despacha torpemente [...] se siente muy sola. Átomo en medio de una apretada muchedumbre...». Por otro el surrealismo que envuelve determinadas situaciones adquiere tintes naturalistas que ahondan en el miedo y la desesperación «Enfrente está la encargada, con una fría sonrisa en los labios delgados. Se le ven unas encías descarnadas y pálidas». Las metáforas opresivas contribuyen a intensificar los momentos de monótona tensión «El sopor agobia y sobre los párpados pone plomo el calor. Los ventiladores zumban».

Y, para dejar constancia de que no caben sentimentalismos, la narradora rodea de números a las trabajadoras. Números premonitorios, agoreros «la fecha del día, un negro 13». Números amenazadores «y callandito. Ya hay veinte en la puerta». Números controladores «—Oye Matilde: ¿tú no has visto el regalo? —...treinta, treinta y una —cuidado, está mirando—, treinta y dos, treinta y tres...». Números opresores «—Catorce pesetas kilo —¿Así que, cuarto de kilo valdrá? —Tres cincuenta» —¿Y los cien gramos? —Una cuarenta».

Pero en toda esta miseria hay algo enternecedor; en las descripciones costumbristas encontramos pinceladas de humor «la señora pide una naranjada, y al niño un pastel de crema. No, a mí, un bocadillo de jamón y un vaso de leche. La madre aprueba [...] pero cuando el camarero se aleja le da al chico un puntapié por debajo de la mesa».

Y encontramos ironías denunciantes «intervino la fuerza pública, disparando “al aire” y ocasionando dos bajas entre los obreros».

La pena es que tanto el humor como la ironía certifican más la miseria de un pueblo que, de forma preocupante, se sitúa más cercano a la actualidad de lo que deseáramos.

¡Chapeau! por esta sinsombrero.

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rocilectora
 27 September 2023
En esta novela coral, ambientada en el Madrid de los años 30, antes de la guerra. seguimos a un grupo de mujeres que trabajan en un salón de te. La “protagonista” es Matilde, que sería el alter ego de la autora. Mas que su historia es una novela descriptiva de su realidad. de como se matan a trabajar por un sueldo miserable y con nulas expectativas de mejorar. Habla de la realidad de la mujer española en esa época. Es un libro feminista. y la ideología de la autora está claramente explicita en la novela.
Y utiliza unos recursos estilísticos curiosos. Describe las escenas generando imágenes a base de series de adjetivos, frases cortas…Muy cómoda de leer. En la novela no esta pasando mucho en realidad, pero te encandilas con los personajes.
Me ha gustado mucho. Muy recomendable
Resaltar que la editorial Hoja de Lata está haciendo un trabajo super importante de rescate de esta autora. Tienen en su pagina web mucha documentación y reseñas periodísticas del libro.
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monica_ag_7
 20 September 2023
Luisa Carnés, junto a su obra Tea Rooms, fue una de las grandes narradoras de la Generación del 27. Otra de las muchas mujeres invisibilizadas por el golpe de estado y la dictadura. Se trata de una obra corta pero intensa que nos narra la mísera vida en un salón de té en el Madrid de los años 30.

Carnés, con un gran talento narrativo, demuestra su compromiso social con denunciar la situación de las mujeres obreras de la época, poniendo encima de la mesa temas como el matrimonio, el trabajo doméstico, el aborto y la prostitución, entre otros.

Durante la historia conocemos a Matilde, la principal protagonista, mujer obrera, que ha conocido lo que es tener el estómago vacío y los pies fríos. A través de ella, nuestra escritora realiza una gran crítica al matrimonio como única salvación de la mujer. En Matilde podemos observar cierta rebeldía, alegando que la mujer sirve para algo más que para la esclavitud doméstica a la que están sometidas. Pero a lo largo del relato también conocemos a Antonia, Marta, Laurita... que pasan sus horas en el salón de té, donde son explotadas por un jefe capitalista y viven bajo las órdenes de una encargada que solo vela por sus propios intereses.

Luisa Carnés nos regala un relato potente y muy valiente, transgresor para la época, donde realiza profundas reflexiones sobre el mundo femenino y abogando por la emancipación de la mujer trabajadora.

Muy recomendable para estos momentos en los que debemos de ser conscientes de lo necesaria que sigue siendo la lucha del feminismo.

«Creíamos también que nuestra única misión en la vida era la caza del marido, y desde chicas no se nos preparaba para otra cosa; aunque no supiéramos leer, no importaba: con que supiéramos acicalarnos era bastante. Hoy sabemos que las mujeres valen más que para remendar ropa vieja, para la cama y para los golpes de pecho; la mujer vale tanto como el hombre para la vida política y social”.
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herbookss
 17 February 2021
Madrid, años 30. A través del día a día y la rutina en un prestigioso salón de té, un lugar donde se hacen dolorosamente evidentes las diferencias entre clases sociales, la autora nos muestra a un grupo de mujeres obreras que representan a muchas de esas época. Mujeres que trabajan desde niñas, en un puesto precario por un mísero sueldo que apenas da para nada pero del que no pueden prescindir porque, en muchos casos, es el único ingreso que entra en casa. Jornadas interminables de diez horas o más, sin parar, accediendo a todo lo que les pidan y sin poder siquiera protestar o exigir alguna mejora porque la consecuencia es quedarse sin trabajo automáticamente y entonces qué comes.
Pero no solo nos muestra la vida de estas mujeres, sus pensamientos, sus ideas, las costumbres y obligaciones estúpidas que las atan y doblegan, que apenas les dejan respirar y que las empujan a tomar decisiones desesperadas. También es un perfecto retrato costumbrista de la época. Todo se ve desde el mostrador. Aún no ha estallado la guerra pero se nota el ambiente agitado, huelgas, manifestaciones... A través de los clientes que van entrando al salón vemos las diferentes realidades que conviven en ese convulso momento.

Esto no es una ficción. Si bien está escrito de forma novelada la autora sabía bien de lo que hablaba, puesto que ella misma lo vivió. al terminar su jornada escribía sobre lo que experimentaban ella y sus compañeras, además de una forma totalmente autodidacta e independiente, abriéndose camino poco a poco en el mundo de la literatura. Y así, a buen ritmo, sin forzar pero sin apenas dar tregua, Luisa va evidenciando, denunciando, dando a conocer una injusticia tras otra. Su historia tiene un objetivo, sabe perfectamente lo que quiere transmitir y lo consigue, vaya si lo consigue.

Podría estar hablando de este libro y de Luisa durante horas pero creo que con este os hacéis una idea. Leedlo, vale la pena. Que no os asuste el tema, os vais a indignar, sí, pero la narración es muy amena, con ritmo, cada situación y tema que presenta fluye de una forma natural, nada queda forzado y además seguro que os hace reflexionar. Creo que leerlo es una pequeña forma de hacer justicia
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Beavazquez_
 03 May 2023
[GAL] Hai xa tempo que Eugenia Tenenbaum falou por primeira vez de Luisa Carnés e o marabillosa que é. E eu, que me fío moito das recomendacións desta muller, o ano pasado pedinlle aos RR.MM. o libro do que vos falo hoxe: "Tea Rooms. Mujeres obreras".
E despois de lelo eu pregúntome como puiden vivir ata agora sen coñecer a esta escritora, da que dende xa quero ler ata as súas listas da compra se é que aínda se conservan. E, sobre todo, pregúntome por que a todas nos sonan tanto apelidos como Lorca, Alberti, Aleixandre e non nos sona o nome de Luisa Carnés. E quero pensar que esta ocultación non é premeditada, pero cústame moito, porque Carnés foi igual de prolífica que os seus compañeiros de xeración e, se se chegase a espallar a súa obra como é debido, seguramente igual de relevante a nivel histórico.
Pero enfados a un lado, o que viña dicirvos con todo isto é que leades
Tea Rooms. Neste libro, que realmente está baseado nas vivencias da propia Carnés, coñecemos como é o traballo dun grupo de mulleres nun salón de té en Madrid e como estas se ven influídas polo ambiente crispante que hai debido ás revoltas de obreiros e obreiras que loitan por acadar uns dereitos laborais mínimos. A protagonista principal é Matilde, que provén dunha familia humilde e debe traballar para axudar a manter o seu fogar. Pero no salón atopamos tamén a Antonia, Marta, Laurita... Cada unha cunhas circunstancias diferentes, pero que teñen en común a dependencia dun xefe autoritario e dunha encargada que, a pesar de ser unha currela máis, ten aires de grandeza (igual que pasa na actualidade, vamos!).
Eu lía esta historia e non podía deixar de pensar na obra de teatro "As que limpan" de A Panadaría e sorprendíame ver o pouco que avanzamos no último século.

[CAS] Hace ya tiempo que Eugenia Tenenbaum habló por primera vez de Luisa Carnés y lo maravillosa que es. Y yo, que me fío mucho de las recomendaciones de esta muller, el año pasado le pedí a los RR.MM. el libro del que os hablo hoy: "Tea Rooms. Mujeres obreras".
Y después de leerlo yo me pregunto cómo pude vivir hasta ahora sin conocer a esta escritora, de la que desde ya quiero leer hasta sus listas de la compra si es que aún se conservan. Y, sobre todo, me pregunto por qué a todas nos suenan tanto apellidos como Lorca, Alberti, Aleixandre y no nos suena el nombre de Luisa Carnés. Y quiero pensar que esta ocultación no es premeditada, pero me cuesta mucho, porque Carnés fue igual de prolífica que sus compañeros de generación y, si se llegase a difundir su obra como es debido, seguramente igual de relevante a nivel histórico.
Pero enfados a un lado, lo que venía a deciros con todo esto es que leáis Tea Rooms. En este libro, que realmente está basado en las vivencias de la propia Carnés, conocemos como es el trabajo de un grupo de mujeres en un salón de té en Madrid y cómo estas se ven influidas por el ambiente crispante que hay debido a las revueltas de obreros y obreras que luchan por conseguir unos derechos laborales mínimos. La protagonista principal es Matilde, que proviene de una familia humilde y debe trabajar para ayudar a manter su hogar. Pero en el salón encontramos también a Antonia, Marta, Laurita... Cada una con unas circunstancias diferentes, pero que tienen en común la dependencia de un jefe autoritario y de una encargada que, a pesar de ser una currela más, tiene aires de grandeza (igual que pasa en la actualidad, ¡vamos!).
Yo leía esta historia y no podía dejar de pensar en la obra de teatro "As que limpan" de A Panadaría y me sorprendía ver lo poco que avanzamos en el último siglo.
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Citas y frases (24) Ver más Añadir cita
PigasusPigasus06 March 2023
Aquí las únicas que podrían emanciparse por la cultura son las hijas de los grandes propietarios, de los banqueros, de los mercenarios enriquecidos; precisamente las únicas mujeres a quienes no les preocupa en absoluto la emancipación, porque nunca conocieron los zapatos torcidos ni el hambre, que engendra rebeldes [...] En los países capitalistas, particularmente en España, existe un dilema, un dilema problemático de difícil solución: el hogar, por medio del matrimonio, o la fábrica, el taller o la oficina. La obligación de contribuir de por vida al placer ajeno, o la sumisión absoluta al patrono o al jefe inmediato. De una u otra forma, la humillación, la sumisión al marido o al amo expoliador.
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LavidamurmuraLavidamurmura02 March 2022
Habla el enemigo, a quien se odia y se teme, y de quien no se puede prescindir. Habla autoritario, soberbio. Seguro de ser obedecido. Seguro de la sumisión absoluta de "su" personal. Él es la gran llave del estómago de cada uno de aquellos débiles seres y cada chiquillo de cada mujer inherente a tales seres infortunados. Es el enemigo que a veces hace demagogia de ocasión: "El patrono y el obrero son un solo cuerpo". (No tiene en cuenta que lo que él come no le nutre al complemento de su cuerpo -el jornalero-). El enemigo está viendo durante un cierto número de años -muchos, por lo general- el torso encorvado de "su" cuerpo; encorvado por la penuria, humillado. Una vez advierte que en sus sienes hay pelos blancos, que sus miembros enmohecen. "Tú ya no me sirves". Y a otra cosa. Ahí se queda el pobre cuerpo, con su vejez sobre la espalda. [...] Si se hubiera tratado de su cuerpo, de su organismo auténtico, y no de una metáfora ocasional y vil, por lo embustera, el enemigo hubiera reaccionado de distinta manera.
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PigasusPigasus06 March 2023
Matilde ha visto de cerca, ha tocado la tragedia del hogar, la felicidad, la paz del hogar cristiano, tan preconizado por curas y monjas. El marido llega a él cansado de trabajar – cuando hay trabajo–. Allí hay unos chiquillos que gritan, que lloran, y una mujer mal vestida y gruñona, que ha olvidado hace muchos años toda palabra agradable y cuyas manos huelen insoportablemente a cebolla. [...] El marido piensa que las cosas de la casa se hacen por sí mismas (¡milagrera meseta del fámulo Isidro!) y no le da importancia alguna al trabajo de su mujer, el embrutecedor trabajo doméstico. «Me echas en cara el pan que como, pero bien que me lo gano».
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RojaBlancaYSangreSuciaRojaBlancaYSangreSucia25 May 2022
Existe un dilema, un dilema problemático de difícil solución: el hogar, por medio del matrimonio, o la fábrica, el taller o la oficina. La obligación de contribuir de por vida al placer ajeno, o la sumisión absoluta al patrono o al jefe inmediato. De una o de otra forma, la humillación, la sumisión al marido o al amo expoliador.
¿No viene a ser una misma cosa?
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sinoloveo_nololeosinoloveo_nololeo25 July 2023
Los problemas de orden «material» (social) no han adquirido aún bastante preponderancia entre el elemento femenino proletario español La obrera española [...] sigue deleitándose con los versos de Campoamor, cultivando la religión y soñando con lo que ella llama su "carrera": el marido posible.
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Videos de Luisa Carnés Caballero (2) Ver másAñadir vídeo
Vidéo de Luisa Carnés Caballero
Luisa Carnés, por Antonio Plaza (Imprescindibles, TVE).
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