Una palabra, una mirada serán suficientes para comprender si tengo que ir a casa de su padre esta noche o nunca
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Una palabra, una mirada serán suficientes para comprender si tengo que ir a casa de su padre esta noche o nunca
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No lo podemos evitar. Vivimos en casa, quietas, solitarias, y nuestros sentimientos nos oprimen. Ustedes se ven obligados a caminar. Tienen una profesión, proyectos, negocios de una u otra clase que los llevan sin demora de regreso al mundo, y la actividad diaria y el cambio suaviza las emociones.
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La señora Musgrove estaba relatando a la señora Croft la historia del compromiso de su hija mayor, con ese tono de voz que quiere ser un susurro, pero que todo el mundo puede escuchar.
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El señor Elliot era razonable, discreto, cortés, pero no sincero. no había tenido jamás un arranque de sentimientos, ya de enojo, ya de placer, por la buena o mala conducta de los otros.
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¡Tan extraña es la verdadera amistad en el mundo!
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me fastidia que hayamos deseado tanto la relación, cuando a ellos les da completamente igual.
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-Está usted equivocada -dijo él amablemente-; esa no es buena compañía, es la deseable. La buena compañía requiere solamente cuna, educación y maneras, y en lo que a educación se refiere se demanda bastante poca.
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Anne creía que ya había pasado de la edad del rubor pero no de la edad de la emoción, por lo visto.
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–Rara vez se encuentra un defecto personal -repuso Anne- que la simpatía no nos vaya haciendo olvidar poco a poco.
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Me resulta imposible seguir escuchando en silencio. Debo hablarle con los únicos medios de que dispongo. Usted me atraviesa el alma. Me debato entre la agonía y la esperanza.
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Jane Austen (16 de diciembre de 1775-18 de julio de 1817) fue una novelista británica que vivió durante la