Panza de burro

Hoy vengo con una opinión impopular porque "Panza de burro" no me ha gustado nada de nada. Me interesé en leerlo por las buenas críticas que le daban. Por toda la publicidad recibida a pesar de una autora novel y que "no es una historia como otras que se habían escrito"...

Cuando comencé ya me advirtieron que al principio costaba entender la forma de hablar de los protagonistas porque no hay filtro y expone el dialecto canario de un barrio pobre. Pero entre mostrar este dialecto y escribir un capítulo entero sin ningún signo de puntuación, es un largo trecho. Y me dirán "es que son los pensamientos de una persona" ¿Qué pasa si tú piensas? ¿No te paras?¿No te haces preguntas?. Este capítulo en concreto tuve que leerlo varias veces. 

Y luego, sumado al dialecto, que me parece curioso verlo escrito. Es innovador. Pero que todos los temas de conversación o lo que describe la protagonista sea alrededor de lo que comen (curioso para ver platos típicos canarios), la masturbación, vómitos o la mierda, es que es demasiado. 

Las protagonistas son dos niñas de unos diez años. La voz narradora es inocente, lo normal para esa edad. Y tiene una gran envidia de su amiga porque ella es más precoz. Demasiado precoz. Así que los temas de los que hablan o las situaciones en las que se meten, no me parecieron muy racionales.

Es interesante los diferentes temas que trata en trasfondo pero en los que no ahonda mucho. Todo se intuye por esa voz inocente e ingenua de la protagonista. Algunos de los temas son el maltrato infantil, la homofobia, los trastornos alimenticios, el abuso... Pero como digo pasan muy rápido por la historia sin pararse a tratar alguno de ellos. Y es que la historia no tiene un desarrollo narrativo. Es una serie de capítulos contando lo que hacen en su día a día dos niñas durante sus vacaciones de verano. 

En conclusión, un libro que podría ser llevado al cine por Almodovar. No me ha gustado nada por esa forma de contar el verano de las dos protagonistas. A pesar de intentar mostrar el dialecto canario, ha caído en un tornado de hablar solo de comer, cagar, vomitar y masturbarse. 
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Es un libro totalmente diferente a lo acostumbrado. No he conseguido encontrarle el encanto que a otros les ha producido esta historia. A pesar de ser un libro cortito, he tenido partes que he leído muy rápido y partes que se me han hecho largas, quizá debido al lenguaje tinerfeño que de manera constante es utilizado por la autora. He entendido que esta era exactamente la intención, ser clara y directa en palabras y sentimientos, y aunque es cierto que me he sentido identificada con ciertas partes (y el lenguaje escatológico no me ha supuesto ningún problema), al final ha sido una lectura fría que no ha llegado a engancharme lo suficiente. He sentido que no me estaba aportando nada interesante para continuarlo con ganas. Me ha dejado desconcertada.

Confieso que cuando salen libros de los que todo el mundo habla maravillas, me echa un poco para atrás. Pero hay ocasiones, como es el caso de ‘Panza de burro', donde el boom inicial no desaparece, y es una novela que no pasa una semana sin que oiga hablar de ella. Evidentemente, con el paso de los meses, ya he visto opiniones negativas sobre la obra, pero ha coincidido que lo que estas destacaban como factores que les habían causado rechazo, eran aspectos que a mi me llamaban (y mucho) la atención.

Así que, sí, yo también he leído y amado ‘Panza de Burro'.

‘Panza de Burro' es un soplo de verano, de ese verano donde la infancia dice adiós, pero en el cual aún no eres mayor (ni adolescente, si me apuras). ‘Panza de burro' es frescura, es valentía. Es también una alegría para el lector, que aprende que incluso a día de hoy, hay cosas diferentes por leer.

Más allá de la trama, el punto clave y diferencial es el estilo con el que esta escrito, ¿la RAE? No la conoce, ni falta que hace. Abreu escribe como quiere, tal y como ella hablaría y escribiría (todo “como suena”) cuando era la cría de la novela. El ritmo y la musicalidad del hablar canario inunda tus oídos mientras lees, es increíble. Además, nos acerca a un dialecto que, sin esta obra, jamás habría conocido. Hay un capítulo que enmarcaría, sin comas ni puntos, que lees de carrerilla, acabas sin aire y con la piel de gallina.

Conocemos a dos amigas en un reducto perdido y humilde de Tenerife. En el sofoco del verano, se nos narrarán toda clase de aventuras cotidianas, que tocan de refilón (como la narradora lo ve y lo siente) temas tan poco baladíes como la Confieso que cuando salen libros de los que todo el mundo habla maravillas, me echa un poco para atrás. Pero hay ocasiones, como es el caso de ‘Panza de burro', donde el boom inicial no desaparece, y es una novela que no pasa una semana sin que oiga hablar de ella. Evidentemente, con el paso de los meses, ya he visto opiniones negativas sobre la obra, pero ha coincidido que lo que estas destacaban como factores que les habían causado rechazo, eran aspectos que a mi me llamaban (y mucho) la atención.

Así que, sí, yo también he leído y amado ‘Panza de Burro'.

‘Panza de Burro' es un soplo de verano, de ese verano donde la infancia dice adiós, pero en el cual aún no eres mayor (ni adolescente, si me apuras). ‘Panza de burro' es frescura, es valentía. Es también una alegría para el lector, que aprende que incluso a día de hoy, hay cosas diferentes por leer.

Más allá de la trama, el punto clave y diferencial es el estilo con el que esta escrito, ¿la RAE? No la conoce, ni falta que hace. Abreu escribe como quiere, tal y como ella hablaría y escribiría (todo “como suena”) cuando era la cría de la novela. El ritmo y la musicalidad del hablar canario inunda tus oídos mientras lees, es increíble. Además, nos acerca a un dialecto que, sin esta obra, jamás habría conocido. Hay un capítulo que enmarcaría, sin comas ni puntos, que lees de carrerilla, acabas sin aire y con la piel de gallina.

Conocemos a dos amigas en un reducto perdido y humilde de Tenerife. En el sofoco del verano, se nos narrarán toda clase de aventuras cotidianas, que tocan de refilón (como la narradora lo ve y lo siente) temas tan poco baladíes como la muerte de la inocencia, el despertar sexual, los trastornos de alimentación, la pobreza o la pérdida. Aviso: no hay filtro y hay escenas realmente incomodas de leer, pero a mi, cuando un libro escama: me flipa.

‘Panza de burro' quema y al mismo tiempo, se siente como volver a casa.

Me llena de esperanza, de ver todo el talento de la jovencísima Andrea Abreu, una de las abanderadas de la literatura contemporánea que viene y que parece que nos va a dar infinitas alegrías. muerte de la inocencia, el despertar sexual, los trastornos de alimentación, la pobreza o la pérdida. Aviso: no hay filtro y hay escenas realmente incomodas de leer, pero a mi, cuando un libro escama: me flipa.

‘Panza de burro' quema y al mismo tiempo, se siente como volver a casa.

Me llena de esperanza, de ver todo el talento de la jovencísima Andrea Abreu, una de las abanderadas de la literatura contemporánea que viene y que parece que nos va a dar infinitas alegrías.
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Leer "Panza de burro" ha sido toda una experiencia; unas veces desconcertante y sucia, otras poética, calida y hermosa. Fue el efecto bookstagram el que me animó a leerlo, aunque la portada me llamó la atención desde el principio, y he encontrado una rareza que me ha gustado, pero no tanto como esperaba.
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La novela narra el verano de dos amigas de diez años que viven en un pueblo del norte de Tenerife. A través de la narración de una de ellas conoceremos sus día a día, así como las costumbres, supersticiones y forma de ser de los pocos habitantes de ese trocito de isla que para ellas es el mundo entero.
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Ya os he dicho que "Panza de Burro" es una rareza y esa rareza radiaca en su lenguaje. Andrea Abreu tira del habla Canaria, para narrar una historia sobre pobreza, el tránsito a la preadolescia, el despertar sexual y la historia de un pueblo. Personalmente me costó sumergirme entre las páginas del libro, pero tambien es cierto que lo terminé totalmente entregada, aunque el final me pareció un tanto precipitado.
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El eje de la novela es la relación de amistad de las dos niñas. Una relación de amistad que no viven en igualdad de condiciones; una idolatra a la otra, la siente una prolongación de sí misma y con todo eso es una amistad real. Tan real como los personajes que son, sin duda, el punto más fuerte del libro. Personajes que respiran, que huelen y hasta sería capaz de reconocer su voz si me los cruzará por la calle.
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Tengo muy claro que "Panza de burro" no es un libro para todo el mundo, pero merece la pena arriesgarse. Seguiré de cerca a Andrea Abreu porque estoy segura que hará cosas muy interesantes.

Con cierto tinte de novela costumbrista, esta pequeña historia está cargada de oscuridad. Una oscuridad que no se muestra de forma explícita sino que va impregnando la obra y arrastra al lector a una sensación de desasosiego difícil de definir.

Lo que a priori podría ser un relato infantil de dos jóvenes amigas que viven en un pueblo de Tenerife, esconde algo más doloroso e incluso turbio. Una relación tóxica en la que una de las partes ha sucumbido por completo a la admiración obsecada y peligrosa de la otra.

El despertar sexual, los cánones de belleza, la relación con la comida o algunas inadecuadas relaciones familiares, son algunos de los temas a los que nos acercaremos bajo el filtro de estas dos protagonistas sin ningún tipo de censura.

Al terminar esta novela, tendrás la sensación de haber leído una propuesta muy interesante y diferente pero estarás un poquito rota, quizá descolocada, no sabría poner nombre al estado que deja este libro.

Al principio he de reconocer que me chirriaba muchísimo la forma en que está escrito, pero a la larga entiendes que es la mejor manera de reproducir fielmente el nivel sociocultural de la zona y sus habitantes. de algún modo, la autora consigue dotar de voz propia a la niña que cuenta la historia, realmente parece que está junto a ti narrando sus experiencias.

En definitiva, a pesar de que ya había leído buenas críticas de esta obra, ha conseguido sorprenderme. Una de esas lecturas difíciles de olvidar.

Un pueblo en alguna isla de las Canarias es el lugar donde conoceremos la historia de la protagonista con su amiga Isora. Está contado en primera persona por la niña protagonista de la que no sabremos el nombre y que su amiga llama Shit, y el resto “miniña”.
La autora no sólo con su narrativa sino que también con su lengua nos hará meternos en la piel de estas dos niñas de 10 años, en un verano en su pueblo, con la playa demasiado lejos, el “vulcán” siempre a la vista y un cielo encapotado con esa brumasera que también es conocida como panza de burro.
La vida de las niñas en este entorno, con sus primeros experimentos sexuales, conociendo y reconociendo la sexualidad, con una vida austera, rural y sin demasiados alicientes, te va envolviendo. Te hace viajar a tu infancia, a aquel despertar sexual, a la importancia y dependencia emocional de la amistad. Es tierna y dura.
Andrea Abreu nos enseña su lengua, sus orígenes, su identidad, y demuestra cómo de importante es el idioma pues consigue recrear a la perfección lo que cuenta, y sobre todo, dónde sucede. He sentido y visto esa isla, aquel barrio, el poderoso “vulcán” y he notado la pesadez de la brumasera. Una vez ubicada nuestra niña protagonista y su amiga Isora te agarran del brazo para despertar recuerdos de tu infancia.

Panza de burro: "La tristeza de la gente del barrio eran las nubes, las nubes clavadas en la punta del cogote, en la parte más alta de la columna vertebral", como el lugar y personaje principal de este libro.

Dos preas, un verano, un barrio miserable en vertiginosa cuesta, a las faldas del volcán. Un Tenerife que no es el del turismo, lejos del mar y poblado de expresiones y hechos peculiares, algunos dolorosos, algunos asquerosos. Unas vacaciones sin playa, sin mucho más que una amistad y correrías con chiquilladas y amores que despuntan, con preocupaciones de niña y de mujer, y siempre esa pena y esa cortedad que te impresiona, te impregna, te empapa la piel.

Se lee en un vuelo, a trompicones. El lenguaje deslumbra por lo audaz, por lo logrado. Deja un sabor de "bonjour tristesse" ineludible y veraz. Un muy justo éxito literario de una autora a tener en cuenta, shit.

Panza de burro es el ambiente de niebla en el que viven dos niñas, la protagonista y su mejor amiga. La narración mantiene una oralidad constante a través de la cual se muestra la vida y el devenir de una ciudad canaria. En ese ambiente insular está siempre latente la presencia de un volcán que en cualquier momento podría provocar un desastre. al igual que el mar. La narradora, una niña de diez años, idolatra a su mejor amiga hasta el punto de no saber diferenciarse de ella, incluso de no querer ser otra. Esta es una novela que muestra el lado profundo de Tenerife, con sus luces y sus sombras.

No sé qué decir sobre esta novela. Realmente es muy diferente a todo lo que he leído hasta ahora.

Primeramente diré que engancha, y que si eres cananario/a, lo lees con cierto cariño y nostalgia, se hace imposible no conectar con esta niña de 10 años con algunas de sus expresiones y palabras tan nuestras. Ella describe su día a día, sus sentimientos encontrados. Se evidencia el despertar de su sexualidad, nos muestra su forma de ver la vida siendo prácticamente una adolescente. Su cuerpo explota, y su mente es un puro tornado, siendo a estas edades, la amistad, lo más importante. Además esta niña, de la cual nunca sabemos su nombre, proviene de una zona rural de Tenerife, donde se masca la pobreza de sus gentes, las costumbres y donde la tradición aprieta, aún siendo un relato en la época actual.

Es una narrativa arrolladora, sin tapujos, con muchas faltas ortográficas, expresiones coloquiales, desde la inocencia, algunas muy explícitas y algo difíciles de leer.

Deja un poso extraño en el cuerpo, entrar en la mente de una preadolescente puede dejarte realmente exhausto/a, así ha sido para mí, a la par que, de alguna forma, hermoso y nostálgico.

Hay obras que es mejor coger a ciegas y dejarse sorprender por lo que esconden, y para mí, Panza de burro es una de ellas. Cuando la empecé a leer sólo sabía en qué espacio geográfico se situaba la historia, nada más, y creo que con eso es suficiente para dejarse absorber por las palabras de Andrea Abreu.

Una novela breve, diferente, poética y cruda, con un lenguaje propio, usado sabiamente ya que es el habla de las protagonistas y su forma de expresión va ligada a la edad. A veces me costaba entender qué estaba pasando, no porque fuera complejo sino porque se lee de forma rápida, y al rato me sorprendía con la de temas polémicos, duros y necesarios que se habían plasmado como si nada.

Una lectura que abre horizontes, heridas y cicatrices, que con toda la naturalidad te lleva de la inocencia a la brutalidad en pocas palabras y, sin duda, necesaria para comprender otros modos de vida, otras edades y otras experiencias que a veces quedan nubladas por la rutina o por la generalización ante lo desconocido.