Panza de burro

La época en la que se sitúa la narración no es inocente. Se trata de principios de los años dos mil. Unos años donde el turismo a las Islas Canarias estaba en auge. A su vez, fue el despertar de los locutorios, los chats de Terra, el Messenger y la fiebre Pokémon. Todo ello, en su justa medida, aparece contextualizado en la ópera prima de Abreu. La mirada hacia esta zona de Tenerife en este tiempo se detiene en lo cotidiano. Todo ocurre en el pueblo y sus cercanías. Lo que traspase estas fronteras habita en la imaginación, las leyendas locales o la burla hacia los visitantes de fuera de la isla. Sin embargo, en la cotidianeidad de las protagonistas también aterrizan los referentes de la cultura popular que encandilaron a pequeños y medianos en esos años. La marea turística es un ruido de fondo. Las amistades y las relaciones familiares son, en cambio, el latido de esta historia.

Parte de la belleza del texto reside en su lenguaje. Este se aleja del español estándar para adentrarse en la variante canaria que se usa en la zona de Tenerife donde se ubica la trama. Tal y como señala la editora en el prólogo, no hace falta ningún glosario. El léxico utilizado se entiende por sí mismo. La elección de elaborar la historia con la voz del pueblo reivindica dicha habla. Nuestro idioma se bifurca en infinitas ramificaciones. Plasmarlas en un escrito logra visibilizarlas y compartirlas con los que no las conocemos. al mismo tiempo, se muestra el uso de algunos anglicismos en las conversaciones cotidianas entre las dos amigas. Este fenómeno en nuestro idioma va mutando con los años, añadiendo y quitando términos. Isora los usa como parte natural de su forma de hablar, de ser, de sentir.

En los 2000 muchos niños y niñas tenían acceso a Internet, lo cual los diferenciaba de los de otras décadas. Podías ir al cibercafé de pueblo o de tu barrio, acceder a un ordenador y explorar. En ocasiones, chateabas con desconocidos bajo un nick que ocultaba tu identidad. En los años que preceden a la adolescencia, mucha gente tuvo su primer ligue a través del ciberespacio. La sexualidad, por su parte, se exhibía ante la mirada de una cámara web. Algo que hoy es habitual supuso una revolución entonces. La pantalla de un ordenador se convertía en enciclopedia, herramienta social y zoco de información. Ante esta realidad, se respira la intensidad de la transición ente la infancia y la adolescencia.

En definitiva, Panza de burro traslada la periferia de las Islas Canarias al centro. Se moldea el relato en torno al habla propia de la zona. Sin fijarse en la lengua estándar. Se deja que las palabras fluyan desbordadas de tierra, pueblo y juventud. Abreu ha conseguido visibilizar el lenguaje de la región con valentía y detallismo.

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Panza de burro es una novela singular, muy especial porque está escrita « en carne viva », sin ningún tapujo, con gran desparpajo y bastante vulgaridad. del todo se desprende una gran frescura, una gran originalidad y ciertamente un hiperrealismo « a la italiana » años 50.

Es la historia de 2 chicas amigas-enemigas que salen de la infancia para entrar en una fase difícil y llena de zancadillas, como es la adolescencia. Es el verano tórrido de las dos amigas que viven encaramadas en las laderas de un volcán y que sueñan con ir a la playa distante de sólo 3 horas.

Viven en la pobreza, pero juegan y sueñan de manera libre. No tienen madre, sino abuelas que se ocupan de ellas como pueden. Porque las chicas son muy osadas, especialmente Isora, que sabe cómo actuar y cómo responder a los mayores. A la otra no le conoceremos el nombre, pero sabremos que sigue a sol y a sombra a su amiga Isora quien la llama simplemente shit. Es de esas típicas amistades fuertes de la adolescencia que estalla a menudo, con reconciliaciones bíblicas.

En el transcurso de ese verano que las verá surgir tal unas crisálidas, Isora y su amiga shit vivirán varias aventuras jocosas, a veces peligrosas, a veces tiernas, a veces terribles.

Todo este aflujo de emociones hará que el relato es entrañable, a pesar del vocabulario soez, al mismo tiempo que tragi-cómico (Isora llama a su abuela bitch, fuck bitch). El texto es muy coloquial con el hablar canario. Un hablar canario que me suena más cercano al español sudamericano que al español puro de la meseta castellana. Por ejemplo ese uso inmoderado del sufijo diminutivo ita, ito (cafecito, animalito, cosita).

En poco tiempo la autora aborda con acierto muchos temas fuertes de esta edad como el despertar de la sexualidad, los desórdenes alimenticios, la soledad, la falta de educación, la vida precaria de gentes que viven al borde de un turismo « idealizado » que no muestra nada detrás de las bambalinas, la suciedad ambiente, la falta de higiene, las familias descompuestas. En este contexto hay que integrar el título de la novela : panza de burro. Es el color panza de burro, un gris perpetuo en las alturas de Tenerife, hecho por las nubes y que hace que la gente casi no ve el sol, pero sufre de ese bochorno gris que lo cubre todo.


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Cuando leí este libro estaba bastante floja de ánimos y con la cabeza literalmente hecha papilla. Por eso, poder sacar – a través de la #lectura - la cabeza por la ventanilla y que el viento fresco me diese en la cara, ha sido un placer incómodo que le agradezco a Panza de burro.

Isora y la narradora, son dos amigas preadolescentes que viven en un barrio al norte de Tenerife. Entre las casas azul marino, rosado, rojo y amarillo “güevo frito”, ambas crecen, comparten y van construyendo sus respectivas personalidades, al tiempo que empiezan a descubrir su sexualidad y transitan hacia la edad adulta, dejándonos claro el peso que tienen en ello los referentes y las vivencias que acumulamos.

Para mí, la novela de Andrea Abreu ha sido una lectura ligera a la que me acostumbré rápido, de capítulos cortos, con un lenguaje propio que nos acerca al habla canaria, reivindicando expresiones propias de la isla y del barrio en el que transcurre la historia. Precisamente esta narrativa cantarina, espontánea y coloquial - que quebranta las normas de la gramática española y del estilo tradicional - es gran parte de su peculiar encanto que, en mi opinión, aún se acrecienta más para quienes nacimos en los años noventa y dosmil, con sus cosquillitas extras para quiénes crecimos callejeando en un barrio familiar y agreste.

Si eres de las personas que prefieren un estilo de narrativa clásico o no te gustan las temáticas costumbristas, tal vez este no sea tu libro. Pero si después de todo decides darle una oportunidad, hacedle caso a la editora Sabina Urraca:

“Leedlo como se escucha una canción, una canción en un idioma extraño que el cerebro, a fuerza de escucharla, vaya desentrañando”

A mí me ha gustado mucho y es uno de esos #libros que volveré a leer al cabo de un tiempo.
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Panza de burro te traslada al paraje isleño de la mano de Isora y su amiga, dos inseparables niñas que rozan la pubertad con sus juegos de niñas pero con su afán de descubrimiento.

El personaje de Isora con gran carácter te lo imaginas perfectamente de lo bien construido que está, aunque me he sentido más identificada con su amiga, la narradora. En realidad, mi niña interior era una mezcla de las dos, con el atrevimiento y la rebeldía de Isora y la timidez de su amiga.

Nos cuenta lo que es la vida en el barrio donde viven, lo que es vivir cuidadas por las abuelas cuando la madre falta o ambos padres están todo el día trabajando, mientras ellas juegan con su gran imaginación con lo poco que tienen.

Nos relata todo con un lenguaje isleño canario infantil y viejo según sea el personaje que hable que te transporta totalmente a la escena, que te puedes imaginar si has viajado por la isla de una manera bastante realista.

En el transcurrir del verano y los juegos de las niñas deja entrever temas como la inseguridad cuando se empieza a forjar la personalidad en la adolescencia, la tristeza y el sin sentido, el descubrimiento de la propia sexualidad, y también, el abuso del que ninguna mujer se libra ni siendo niña, y el miedo.

Te deja un sabor agridulce al final pero sin duda es un libro para disfrutar y volver a la niñez.

No sé qué decir sobre esta novela. Realmente es muy diferente a todo lo que he leído hasta ahora.

Primeramente diré que engancha, y que si eres cananario/a, lo lees con cierto cariño y nostalgia, se hace imposible no conectar con esta niña de 10 años con algunas de sus expresiones y palabras tan nuestras. Ella describe su día a día, sus sentimientos encontrados. Se evidencia el despertar de su sexualidad, nos muestra su forma de ver la vida siendo prácticamente una adolescente. Su cuerpo explota, y su mente es un puro tornado, siendo a estas edades, la amistad, lo más importante. Además esta niña, de la cual nunca sabemos su nombre, proviene de una zona rural de Tenerife, donde se masca la pobreza de sus gentes, las costumbres y donde la tradición aprieta, aún siendo un relato en la época actual.

Es una narrativa arrolladora, sin tapujos, con muchas faltas ortográficas, expresiones coloquiales, desde la inocencia, algunas muy explícitas y algo difíciles de leer.

Deja un poso extraño en el cuerpo, entrar en la mente de una preadolescente puede dejarte realmente exhausto/a, así ha sido para mí, a la par que, de alguna forma, hermoso y nostálgico.

👉🏻En el día de ayer me puse a leer este libro y la verdad lo termine abandonando por la mitad.

👉🏻 Primero por qué no me terminó de enganchar

👉🏻Y segundo por qué no me gustaba como estaba narrado

👉🏻Por supuesto que un futuro no muy lejano voy a darle una nueva oportunidad a la autora.

No sé si las cosas han cambiado, pero cuando éramos pequeñas todas conocíamos a esa niña que se atrevía a hablar con niñxs y mayores, sin pelos en la lengua, que gustaba y se hacía respetar, que parecía tener las respuestas a preguntas que tú ni siquiera te habías planteado. Tan “echadita palante” que te daba un poco de envidia. Yo no era una de esas niñas, y la protagonista de ‘Panza de Burro' de Andrea Abreu López tampoco lo es. Todo lo contrario a su amiga Isora. Salvando las diferencias geográficas, todas hemos tenido una Isora en nuestra vida. Esa amiga que te anulaba, pero tú no lo entendías porque solo tenías 10 años, a la que tenías que complacer, y que, cuando lo conseguías, daba gustito y te sentías mejor contigo misma.
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Leer esta novela, editada por @editorialbarrett, ha sido como mirar al pasado a través de una rendija. Recordar las tardes de Pasión de Gavilanes, jugando al Pokemon en la “guenboi” o teniendo conversaciones de “ola k tal? bn y tu?” en el “mésinye”. Solo que ahora eres más mayor y también debes recordar cómo se aprovechaban de tu inocencia y de lo tóxicas que podían ser algunas relaciones a una edad tan temprana.
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Toda esta mirada introspectiva, a través de una historia aparentemente sencilla, viene envuelta con la cultura y el lenguaje canario de un pequeño pueblo de Tenerife. Porque no es lo mismo crecer en Madrid, en Pamplona o en los altos de Icod. Y es verdad que te encuentras con palabras que no sabes qué significan, pero tampoco hace falta saberlo, porque tú también has sido niña y puedes rellenar los huecos con tus propios recuerdos.
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Se ha hablado mucho de este libro, y la verdad es que no es para menos. al igual que con ‘Hamnet' siempre me da miedo leer libros que sé que han gustado tanto, pero hay veces que leerlos no decepciona.

La expresión Panza de burro denomina a un fenómeno meteorológico que ocurre en el norte de casi todas las Islas Canarias que consiste en una acumulación de nubes bajas que en los meses de verano actúan como pantalla solar y que dan una sensación fresca. Pero Panza de burro (Barrett, 2020) es también la primera novela de Andrea Abreu, una novela que se ha convertido en el fenómeno editorial del año, y con razón.
En Panza de burro se desarrollan unos años en la vida de dos niñas de 10 u 11 años en un barrio de Tenerife que queda lejos de mar. En este barrio, la protagonista y su admirada amiga Isora despiertan juntas a la adolescencia, a la sexualidad, a la amistad y al dolor. La protagonista siente una profunda adoración por su amiga Isora. Ella vive todo a través de esta amistad, es feliz cuando su amiga lo es, siente dolor cuando Isolda está triste, es débil cuando Isolda se ríe de ella…
Para que leyerais Panza de burro podría hablaros del lenguaje de esta historia, de la musicalidad, del ritmo de las frases, de que hay fragmentos que leerlos en alto es como recitar una poesía, que la forma de narrar recuerda la literatura oral latinoamericana, pero lo único de lo que voy a hablar es de la forma de narrar la amistad de dos niñas cuyo único objetivo es llegar al mar.
En los años 2000 en un barrio obrero de canarias viven dos niñas que son amigas. La protagonista tiene a Isora como su único referente, es más, como el centro de su universo. Cuando crecemos dejamos de mirar dentro de la familia y queremos parecernos a nuestra mejor amiga. Eso es lo que le pasa a esta niña. Isora lo sabe porque, aparentemente, es más fuerte y mucho más segura de sí misma, pero algo pasa y la protagonista empieza a ver el mundo desde otra óptica. Ya se hace sus propias preguntas y los papeles empiezan a cambiar.
La historia es un cuento para adultos protagonizado casi exclusivamente por mujeres, las niñas y sus abuelas, en el que la naturaleza forma parte de la historia. El bosque, las nubes, el mar y la isla, la naturaleza es un personaje más.
Andrea Abreu, con su primera novela, ha conseguido escribir un libro original, una historia que te hace pensar, un relato que combina momentos muy duros con otros que te hacen sonreír pero lo hace con la cadencia del mar, casi sin que nos demos cuenta. No podéis dejar de leer Panza de burro.


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Cando lin a primeira referencia a Panza de burro, veume inmediatamente á cabeza a palabra chav, ese vocábulo provinte do romaní, deturpado pola clase dominante inglesa para estigmatizar ás crianzas da clase traballadora, fortemente golpeada pola pobreza, creando estereotipos que a denigran coa intención de marxinala, impedindo así calquera tipo de progreso social. Pareceume interesante cuestionar certos estereotipos por medio desta lectura, un libro dunha rapaza provinte dun barrio da clase obreira canaria, ao pé do volcán, e, como outro elemento simbólico importante, unha característica da meteoroloxía que provoca unha brétema mesta que separa, aínda máis, a esta parte da poboación da sociedade privilexiada que habita as partes baixas, co clima polo que é coñecido o arquipélago. Afrontei as primeiras páxinas coa idea moi presente de como a cultura literaria e cinematográfica describía a xuventude máis humilde, exemplificada en filmes como A laranxa mecánica ou naquel libro, tan representativo da miña adolescencia, Rebeldes de Susan E. Hinton.
Axiña descubrín un texto sinxelo e desprovisto de catalogacións absurdas e deliberadamente ferintes. Unha narración descritiva e emocionante redactada por unha man infantil que describe, inocentemente, a vida no seu barrio. Pero é moito máis, é unha aproximación á vida da clase obreira coa perspectiva da propia clase obreira, cos condicionantes propios da precariedade na que se desenvolven, exiliados, tamén, na súa propia terra, polo efecto do turismo que todo o coloniza.

Pareceume unha lectura fondamente humana e necesaria para comprender a evolución da inocencia infantil nun contexto difícil.


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El libro nos cuenta la historia de la amistad entre Isora y la narradora, dos niñas tinerfeñas que residen en un pueblo alejado de la zona más turística de la isla.

Creo que la principal característica de esta obra es que la forma de narrar corresponde a la de una niña, tanto en la inocencia que percibimos como en el vocabulario y la ortografía. Es un libro muy arriesgado y estoy segura de que cualquier editorial no lo habría aceptado tal y como está escrito. Pero en este caso fue todo un acierto. Es cierto que esta particularidad no gusta a todos, pero no se puede negar que le da su encanto a la obra.

A simple vista, este libro tiene todos los elementos que me harían odiarlo: la forma en que está escrito, la forma de comportarse de Isora, escenas que incomodan, algún momento escatológico. Pero curiosamente, me pareció que en esta novela sí que funcionan y dan como resultado una historia entrañable, con escenas que me hicieron reír de verdad y otras que me dejaron con el corazón encogido. Hasta le acabé cogiendo cariño a Isora.

En definitiva, una lectura distinta, que despierta la nostalgia de la infancia y que no deja indiferente. Estaré atenta a próximos lanzamientos de la autora.