Panza de burro

Hay obras que es mejor coger a ciegas y dejarse sorprender por lo que esconden, y para mí, Panza de burro es una de ellas. Cuando la empecé a leer sólo sabía en qué espacio geográfico se situaba la historia, nada más, y creo que con eso es suficiente para dejarse absorber por las palabras de Andrea Abreu.

Una novela breve, diferente, poética y cruda, con un lenguaje propio, usado sabiamente ya que es el habla de las protagonistas y su forma de expresión va ligada a la edad. A veces me costaba entender qué estaba pasando, no porque fuera complejo sino porque se lee de forma rápida, y al rato me sorprendía con la de temas polémicos, duros y necesarios que se habían plasmado como si nada.

Una lectura que abre horizontes, heridas y cicatrices, que con toda la naturalidad te lleva de la inocencia a la brutalidad en pocas palabras y, sin duda, necesaria para comprender otros modos de vida, otras edades y otras experiencias que a veces quedan nubladas por la rutina o por la generalización ante lo desconocido.

Este libro es difícil de reseñar… ⠀
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Empiezo diciendo que si algo me ha quedado claro es que no es para todo el mundo. ⠀
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Había leído textos de la autora con anterioridad, y me ocurría que tenía sentimientos encontrados. Pues bien, en este caso me ha sucedido lo mismo. ⠀
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Andrea Abreu nos presenta un verano en la infancia de dos niñas en la isla de Tenerife. A través de una narración en primera persona, la autora nos transporta a principios de los 2000, a un barrio en lo alto de la isla, un barrio pobre que dista bastante del ambiente turístico que podríamos suponer existe en el lugar. ⠀
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Una novela costumbrista cruda, escatológica, y de lo más realista, sin pelos en la lengua. Rozando lo desagradable por momentos. ⠀
Una mezcla entre esa nostalgia hacia la infancia, con referencias que cualquier chiquill@ de los 90's puede hacerse propias y un mundo que solo le pertenece a ella, y al que te invita, aunque a veces haciéndote sentir como un@ intrus@. Algo incomodo, pero que personalmente disfruté. Una infancia asalvajada propia de cualquier niñ@ de pueblo (como yo fui) y a la vez única de la isla, de ese pueblo.

Lenguaje y prosa muy peculiares y muy dicotómicos, infantiles y bastos, inocentes y “resabidillos”. Con mucho del dialecto hablado canario que quizás por momentos es demasiado. ⠀
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Y una mezcla impactante en este flashback al verano de esta niña de 10 años. Este salto al pasado que diría no termina de encajarme siempre en lo que se refiere a las ideas plasmadas. Una mezcla entre inocencia, niñez, y brutalidad, donde la infancia se lía con el despertar sexual, la preadolescencia y el descubrir la realidad de la vida. Ese periodo en el que formamos nuestras personalidades y nuestros mejores amigos lo son todo y lo saben todo.
Esa amistad que colocamos en un altar.⠀
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Y finalmente, una conclusión algo sacada de la manga. ⠀
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En definitiva, un libro muy, muy original, pero se que no todo el mundo lo disfrutará. Os invito a darle una oportunidad si buscáis algo diferente. ⠀
PD: gratis con Kindle Unlimited.

Panza de burro es una expresión que se usa a menudo en Las Islas Canarias. Es como se suele llamar al cielo nublado. Consiste en una acumulación de nubes de baja alturas que actúan como pantalla solar, provocando una sensación térmica de refresco.
Dicho esto, le tenía muchiiisimas ganas a este libro primero porque es alguien de mi Isla, un pueblo cerca de donde vivo y segundo porque va por su quinta edición y me picaba la curiosidad sin embargo, no me gustado. Podría haber hecho una gran novela nombrando sitios y palabras Canarias pero sin embargo, bajo mi criterio ha abusado de canarismos vulgares y ha hecho que me saque de la historia una y otra vez. Tenerife se merecía que la nombrara, sus paisajes y a su gente pero no de la forma que lo ha hecho.A su favor, tengo que decir que se nota que sabe de escritura pero en esta novela no ha sabido aprovechar ese don que tiene. Sin duda, 160 páginas que se me han hecho cuesta arriba.
PD: Los que me conocen saben lo que me ha costado escribir esta reseña porque escribir un libro no es fácil y no lo escribe cualquiera.Pero también es cierto, que siempre digo la verdad y no podía mentir y decir que todo bien sólo porque es de mi Isla. En serio, lo siento 😕.
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Había visto esta novela rondando por las RRSS y no he oído a nadie decir algo malo de ella. Y es que es muy buena. La manera en la que está escrita te saca una sonrisa, te lleva a tu infancia, y aunque la protagonista de la novela y a mi nos separen bastantes kilómetros, acabé sintiendome identificada. La historia es muy simple, dos niñas que durante el verano caluroso de Tenerife pasan las tardes sin nada más que hacer, que descubriendose a si mismas, jugando con la "geinboi" y pasando el rato. La percepción de la vida desde su punto de vista es entrañable y hay que decirlo duro y grotesco, pero es el encanto de la novela. Muy recomendada.

Una novela aclamada por todos y que deja el listón muy alto para su autora, que, no me cabe duda, sabrá mantenerlo porque se le ve una cabeza muy capaz.
Destaca en primer lugar el uso del lenguaje, un dialecto en estado puro, adaptado a la edad de la protagonista y que de tan elaborado casi parece una dimensión más de la obra, como puede ser el espacio, el tiempo, el narrador o los personajes. Es una historia para la oralidad que funciona muy bien si se lee en voz alta. O, más bien, casi necesita ser leída así, a veces incluso a gritos.
El libro se sitúa en esa época tan fotogénica para un personaje, la de los ritos de paso de la infancia a la adolescencia. Gira en torno a una gran amistad convertida en primer amor contada en primera persona con tanto desgarro como ternura. En casi todos los capítulos, el lector se sonríe, lo quiera o no, por las ocurrencias de la protagonista y su estilo narrativo. Una historia de mujeres porque apenas hay personajes masculinos o masculinizados, ya ellas se bastan. Es más, al amigo Juan lo llaman Juanita. Los otros casi son colectivos o roles y no personajes propiamente dicho: los kinkis, el padre, etc.
El otro aspecto en el que la autora consigue sorprendernos es esa forma especial de mostrar y no contar. Conocemos la pobreza de la protagonista (y, sin embargo, no su nombre, no hace falta) por detalles como lo larga que es la lista de compra fiada de su abuela. Imaginamos en qué isla están por el volcán. Se nos presenta un Tenerife actual dependiente por completo del turismo, y los personajes en la bruma, como seres del inframundo, atrapados entre las nubes y los helechos y rodeados de tanta porquería que Isora llama «shit» a su amiga. de no ser por el mésinye o los Pokemon, creería estar en una novela costumbrista de la primera mitad del siglo XX. Nunca antes nos habían mostrado a las islas Canarias de esa manera, con tanta suciedad y un mundo rural, nunca mejor dicho, aislado y tan parecido a la Galicia profunda, la Castilla oscura, la Andalucía polvorienta.
Por último, aunque me encanta la portada, me condicionó un poco la imaginación a la hora de dibujar yo misma a las niñas. Hubiese preferido verlas yo misma bajo mi propio prisma.

Creo que no he podido escoger mejor lectura para finalizar el verano, porque en “Panza de burro” es la historia de un verano incierto, de alguna manera atemporal, en un lugar de otro tiempo, «como de otra época en la que la gente vivía en cuevas y dormía con los perros sobre el piso, cuando no había piche, ni amasadoras, ni centro cultural, venta, bar, iglesia, bemetas planchadas al suelo, guenbois, beibiborns con huequito pa la pipi, móviles con tapa, mésinye. Como cuando no existía Isora y yo tampoco existía.»

“Panza de burro” es una de esos libros a los que podemos referirnos como ‘especiales': por sus personajes, por el ambiente donde sucede su historia, por lo que nos transmite… pero sobre todo por su belleza y su sensibilidad.

Si aparentemente la historia de “Panza de burro”, publicada por @editorialbarrett, resulta sencilla -las vacaciones de verano de una niña de 12 años, la narradora, de la que no sabemos su nombre y su mejor amiga, Isora-; es en el lenguaje y, sobre todo, en las relaciones entre personajes, donde reside su complejidad.

Me resulta una obra muy original y libre en todos los sentidos, desde ese traslado de la oralidad a la escritura hasta la falta absoluta de pudor desde la que se abordan algunos temas, pasando por la manera de ser y de actuar de las protagonistas.

Una historia sobre la amistad y la infancia, del enamoramiento y la independencia, o, quizá, el final de todo eso. Creo que es imposible no sentirse reconocida en esta amistad, independientemente de la generación a la que se pertenezca y las referencias culturales que se tengan, porque lo que prevalece es ese vínculo, esa amistad de estas dos niñas que va mucho más allá.
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Sin duda este libro tiene un gran valor cultural y la reivindicación del valor de todo lenguaje no hegemónico es necesaria y está muy trabajada y muy conseguida en este libro. Sin embargo, a pesar de ello, la prosa se me aparecía indefinida y laxa.
El argumento también es bastante predecible, al menos si te atraviesan ciertas intersecciones, sabes perfectamente lo que va a pasar en todo el libro cuando lees los primeros capítulos. He echado en falta algo más allá que la simple historia. Pasa de una manera muy superficial por la violencia sexual, los TCA y otros problemas de forma que se puede ver en ello una perspectiva demasiado frívola.

¡Qué libro tan maravilloso! Lxs que me conocéis por aquí sabéis que suelo dejarme llevar son leer sinopsis y que me dejó guiar por lo que me transmite el libro y/o portada.

Eso exactamente me ha pasado con «Panza de burro».

Hoy os traigo un 'fisquito' de Tenerife, solo mis sensaciones. Tendréis que leerlo para darme la razón.

Sinceramente, había leído críticas de todo tipo. Y en mi biblioteca de confianza me dijeron que era "rarito" pero que estaba muy bien.

Me gustan los retos, así que al salir de la biblioteca me puse a leer por las calles de mi ciudad.

Al principio, cuesta un pelín adentrarte en la historia que nos va explicando la autora. Pero pillé de seguida el ritmo narrativo y su estilo me cautivó desde el minuto uno.

Hay palabras que puedes no llegar a entender pero eso es lo bonito de leer, aprender también.

Para que hubiera sido de 5 estrellas me ha faltado un fisquito de empuje en la trama. Eso sí, ¡menudo final!

Es un libro no para todos los públicos y no se lo recomendaría a cualquiera. Es un libro que puede molestar o ofender. Es un libro diferente a cualquier otro que haya leído, NUNCA.

Eso lo ha hecho especial.

Eso ha hecho que os lo traiga aquí.

Esto no es una reseña, no lo es porque no os voy a decir de qué va esta historia, y no os lo voy a decir porque cuanto menos sepáis mejor, y porque creo que lo importante es ser capaz de transmitir lo mucho que me ha gustado más allá de la trama (que, ojo, también es buena).

Puede que me haya encantado por el leguaje tan fresco, sin censura, tan incómodo a veces (¡ya basta de corrección política!). Puede que haya sido porque en sus páginas se expresa a la perfección eso que a veces nos ha pasado -sobre todo en la adolescencia- de anularlos a nosotras mismas y solo ver y vivir por los “ojitos” de otra persona. Puede que me haya maravillado la manera de llevar al papel la oralidad canaria, lo rural canario, la realidad canaria, que nada tiene que ver con los anuncios que nos la venden como paraíso turístico convirtiéndola en algo artificial, sin vida, sin gente, sin Historia ni historias. Es posible que también me haya gustado tantísimo porque es completamente adictiva y no he podido parar de leer hasta acabarlo; y porque es una novela en la que parece que no pasa nada, que se da vueltas y vueltas sobre lo mismo una y otra vez, pero que en el fondo habla de mil cosas. Y de esto te das cuenta aún sin haberla acabado, cuando cierras el libro hasta el próximo rato de lectura y la historia se te cuela y te habla, aunque estés haciendo la compra.

En el prólogo de Sabina Urraca -editora de la novela- se menciona el momento en el que se decide que no va a haber glosario en la obra. Nada más acertado. No es necesario un glosario porque la mayoría de las palabras y expresiones se deducen por contexto y porque de haberlo tenido, la novela habría perdido esa fuerza reivindicativa que estoy segura de que tiene.

No os voy a engañar: desconfío de esos bombazos editoriales a los que todo el mundo alaba y pone por las nubes, de los que no ves una sola opinión negativa en ningún lado. Panza de burro y Andrea Abreu merecen todos los halagos obtenidos hasta ahora y los que, no dudo, vendrán.

NO OS LA PERDÁIS.

Tengo muchos sentimientos encontrados con este libro. Por una parte me gusta la forma en la que está narrado con tantas expresiones y léxico canario, una manera de dar a conocer nuestro vocabulario al resto del mundo.
Y por otra han habido cosas que me han apenado bastante.

Según he leído en entrevistas a la autora, ha querido mostrar la parte de las islas que no se ve. Lo que pasa en los pueblos a los que no llega el turismo... Todo esto contado a través de la amistad de dos niñas de 10 años.

La protagonista tiene tan idealizada a su amiga Isora, que nunca llegamos a saber su nombre, solo que ella la llama "shit" (si, si, mierda en inglés). Un término "cariñoso" entre niñas, pero que a mi no lo parece. Lo que me parece es que Isora es un poco tóxica para ser tan pequeña.

Luego vivimos el despertar sexual de las dos niñas mientras se "estregan" con cualquier cosa. No sé si es que yo lo leí en modo madre, pero no sé, no recuerdo yo un despertar sexual tan precoz en mi infancia. También se da pinceladas e insinuaciones a los trastornos alimenticios que tanto marcan en la infancia y a la diversidad sexual, con las dudas de la protagonista y con otro personaje secundario, al que vemos cómo vivir en un pueblo lo oprime duramente.

Se relatan cosas duras, cosas que no se deberían de vivir con esa edad, que no digo que el libro no sea realista, ¡ojo!, pero no ha sido una lectura que haya disfrutado. Me han dado mucha pena y tristeza esas niñas, rodeadas de precariedad, pobreza y suciedad.
Quizás por eso no es un libro que recomendaría a todo el mundo, pero sí que me parece novedoso y original.