Panza de burro

Quise leer Panza de burro principalmente por el auténtico boom que ha supuesto en los últimos meses. Lo único que sabía del libro es que nos muestra la vida de dos niñas canarias. Hasta ahí nada fuera de lo común, pero una vez que terminas la novela, te das cuenta de que esa es precisamente la magia, lo extraordinario de su lectura.

Tras un prólogo magnífico de Sabina Urraca, su editora, donde ya se nos hace la boca agua sobre la brutalidad y la lucidez del texto, la geografía de las islas se nos impone, acompañándonos en cada paso, en cada subida y bajada de las cuestas que separan una amistad que empieza a desarrollarse en un universo cotidiano donde la inocencia no es un peldaño obligatorio.

¿Dónde está la originalidad de la obra? Es difícil responder a esta pregunta sin tener en cuenta la musicalidad del habla canaria. Imaginad a unas niñas de apenas diez años contándonos su día a día en el verano brumoso de las islas, un verano eterno lejos del mar. Imaginad un lenguaje salvaje, sin formalismos, escrito tal cual podríamos escucharlo de sus labios. Unos labios que la mayor parte de las veces no atenderán a sensibilidades y que logran que haya fragmentos de la novela en las que una leve sonrisa aparezca.

Lo curioso de esta amistad es precisamente la violencia que a veces la subraya. Por un lado, Isora, la valiente, la deslenguada, la que siempre va un paso por delante y, por otro lado, la narradora, que no necesita nombre porque su forma de narrar esa amistad es su identidad, ese pasito que le hace estar al otro lado del espejo, siempre observando. Ese pasito de admiración, de despertar sexual, es el que a veces consigue que las dos niñas sean las mitades indisolubles de un círculo casi animal.

Para aquellos que nacimos a finales de los ochenta-principios de los noventa, nos resultarán deliciosas las referencias a la cultura de aquellos años: las barbies, las consolas, el cíber, el messenger... Cómo de lejos queda todo aquello que más de una vez dimos por sentado, por inacabable.

Esta última idea será fundamental para no sucumbir ante un final que dejará la mirada fija, suspendida en el aire y la mente, borrosa, a miles de kilómetros.
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“Panza de burro” es el debut literario de Andrea Abreu y se centra en la amistad entre dos niñas de diez años que viven en un pequeño pueblo canario.

La auténtica magia de esta novela corta es el lenguaje: ir más allá de lo que dictamina la ortografía, escupir como se oye, siente y dice, y, sobre todo, hacerlo con ese acento…que, aunque no sea el tuyo, es siempre 100% comprensible. El valor diferencial de Abreu es esa manera de manejar cada una de las palabras. Y como se te queda dentro ese “un fisquito namás”.

Más allá de esto, durante la lectura me he ido acordando mucho de “Vozdevieja”, con la que empaticé 0. Esta vez, he podido hacerla mía algo más, pero… me he sentido desorientada temporalmente e intrigada y con ganas de que pasara algo…cuando en realidad, lo que pasa es la vida. La vida de dos niñas que aprender a crecer, a amar y odiar, a entender sobre sexualidad o sobreponerse al miedo. Pese a su apariencia sencilla y sus capítulos cortos, “Panza de burro” nos quiere decir más, mucho más.

Es buena lectura -y valiente en edición y fonética- pero a mí se me queda corta, me falta ese algo que me explote como a la gran mayoría. Y qué rabia me da. Aunque ese final...ay!

"Era junio y hacía un solo día que las clases habían terminado, pero yo ya estaba sintiendo ese agotamiento inmenso, esa tristeza de nubes bajas sobre la cabeza. No parecía verano"

Un verano sin sol, pero sí ese calor que te aplatana... y una playa a tres horas andando donde nadie te lleva. Un querer y no poder cuando eres niña. Una frustración pegajosa y el pasar del día a día de la infancia.

"Panza de burro" es oralidad. Andrea te cuenta la historia de viva voz, como quien te narra lo que le pasó ayer sin censuras, ni "que dirán", sin vergüenza. Es presencia.

Para mí ha sido un golpe de realidad, yo que de pequeña pensaba que la suerte de vivir en una isla era ir a la playa cuando quisieras... shit!

La primera vez que vi a alguien en Instagram hablando de esta novela, decía que había que leerla en verano. Panza de burro y yo hemos estado jugando al gato y al ratón varios meses y al fin la he leído, por circunstancias, en digital. Es algo que no suelo hacer y que en mi opinión le resta placer y magia a la lectura. Pero aún así, me alegro tanto, tanto, de haberlo hecho. Es lo más bonito, auténtico y tierno que ha pasado por mis manos en mucho tiempo. Hay frescura, verdad y cariño hasta en el prólogo de Sabina Urraca (gracias por no poner glosario) Sé que volveré a disfrutarlo, será en papel y quizá sea en verano, quién sabe, aunque en mi mente, en Tenerife siempre sea verano, incluso en este Tenerife tan distinto del que conocemos los de fuera, del vulcán, los hoteles y la costrusión. Gracias Andrea Abreu por dejarnos verlo, un fisquito namás

Panza de burro es el nombre que se da a la acumulación de nubes de baja altura que actúa como pantalla solar natural refrescando el ambiente. No hay mejor metáfora para esta novela. Panza de burro ha llegado como un soplo de aire fresco a mi día a día lector. Una historia diferente, original y muy feel good que me ha arrancado más de una sonrisa y enternecido el corazón con su inocencia. La amistad de dos niñas de clase media baja, ambientada en la Canarias rural más desconocida y tradicional, es una explosión para los sentidos y una mirada a nuestros recuerdos más nostálgicos: los veranos de pueblo, la amistad, el despertar sexual y los primeros amores… Panza de Burro es vida.

Narrada en primera persona por una de las protagonistas, estamos ante una novela innovadora y rompedora, tanto por su lenguaje como por su estructura. El lenguaje es atípico, soez y basto, cargado de incorrecciones gramaticales y deformaciones fonéticas, reflejando los modismos, vulgarismos y el dialecto canario, un artífice literario que nos empapa de la musicalidad de su hablar. La estructura no lineal, transforma la lectura en un conjunto de anécdotas, historias y vivencias, sin un orden claro entre sí, y sin más finalidad que recoger toda la esencia y magia de la tierra canaria, sus paisajes, sus costumbres y la forma de ser de sus gentes.

Impresionante primera incursión de la jovencísima Andrea Abreu en el mundo literario, una novela muy recomendable y disfrutable en pequeñas dosis. No esperéis una gran historia, Panza de Burro se disfruta poco a poco, en su originalidad, en la belleza de sus pequeñas historias, en la inocencia de sus protagonistas. Pequeñas píldoras de felicidad y ternura en formato escrito.

Panza de burro: "La tristeza de la gente del barrio eran las nubes, las nubes clavadas en la punta del cogote, en la parte más alta de la columna vertebral", como el lugar y personaje principal de este libro.

Dos preas, un verano, un barrio miserable en vertiginosa cuesta, a las faldas del volcán. Un Tenerife que no es el del turismo, lejos del mar y poblado de expresiones y hechos peculiares, algunos dolorosos, algunos asquerosos. Unas vacaciones sin playa, sin mucho más que una amistad y correrías con chiquilladas y amores que despuntan, con preocupaciones de niña y de mujer, y siempre esa pena y esa cortedad que te impresiona, te impregna, te empapa la piel.

Se lee en un vuelo, a trompicones. El lenguaje deslumbra por lo audaz, por lo logrado. Deja un sabor de "bonjour tristesse" ineludible y veraz. Un muy justo éxito literario de una autora a tener en cuenta, shit.

Una de las mejores lecturas de lo que va de año. Leer “Panza de burro” ha sido una experiencia distinta a leer cualquier otro libro. Ha sido como transportarme de nuevo a la niñez, concretamente a esa etapa tan complicada e incomprensible que es el paso de la infancia a la adolescencia.

Las protagonistas son verdaderamente increíbles. Dos chiquillas descubriéndose a sí mismas. Tienen una relación que refleja perfectamente los sentimientos de amistad, orgullo y enfado que todos en algún momento hemos pasado con respecto a otras personas, y sobre todo en la infancia.
Con una prosa muy poética y un uso del lenguaje bastante peculiar a la par que atractivo, la autora consigue ponernos tanto en la piel de la protagonista como en la de su amiga Isora, y sentir sus problemas como nuestros, o más bien, recordar esos problemas que todas y todos hemos sufrido en esa etapa en la comenzamos a abandonar la infancia y nuestros problemas empiezan a ser otros, shit.

A rasgos generales, es una lectura profunda, llena de metáforas, con toques melancólicos y empapada del léxico y la cultura de las Islas Canarias en cada una de sus páginas. Como canario que soy, recomiendo esta lectura a todo el mundo, seas de Canarias o no. Porque si eres de Canarias te sentirás reflejado en muchos aspectos de esta novela y disfrutaras leyendo expresiones y palabras típicas de las islas, y si eres de afuera, gracias a la prosa de la autora, creo que conseguirás sentirte como uno más.

★★★★

“Ella pensaba que la vida solo era una vez y que había que probar un fisquito siempre que se pudiese.”

No sabía qué me iba a encontrar cuando empecé a leer “Panza de burro”, pero me fiaba mucho de las buenas críticas que el libro habái recibido. Y lo que encontré, me sorprendió.

La expresión “panza de burro” se utiliza en las Islas Canarias para llamar al cielo nublado que suele haber en verano en el norte de las islas. Ese cielo que oculta tras él un sol radiante. Y eso es este libro, una joyita oculta.

Nunca he leído nada parecido a este libro. “Panza de burro” habla de muchas cosas. del paso de la infancia a la adolescencia, de la pérdida de inocencia, del despertar sexual, de los 2000, de Canarias y de su gente.

El lenguaje y el léxico de la autora, el ritmo de la narración, sus protagonistas, la jerga utilizada en las islas, hacen de este libro algo especial y diferente. Pasas de momentos de risa a momentos de emoción. A sentirte identificada con Shit e Isora, las protagonistas de la historia, a trasladarte a esas calles de Canarias, a esos pueblos y a su gente.

Ha sido un libro que me ha sorprendido, que me ha cautivado, y que ha hecho que tenga muchas ganas de conocer las Islas Canarias.

La autora tiene una sensibilidad especial para contar historias, lo hace valiéndose de expresiones típicas de su tierra, lo llena de referencias “pop”, recuerda a los típicos personajes que todo niño se encontraba en su barrio.

Pero sobre todo narra con un especial cuidado el despertar sexual que experimentas cuando empiezas a dejar atrás la infancia. Esos sentimientos que nadie a esa edad sabe entender, pero que todos hemos tenido.

Un libro que no le pasará inadvertido a nadie.

Jamás había leído algo semejante,si, con lo que dice, pero como lo dice, como lo escribe y como lo transmite...es realmente alucinante, vivo, real, divertido, duro...Solo puedo decir ...tenéis que leerlo.Es una historia de dos niñas de diez años que viven en una zona rural muy apartada y a través de una de ellas nos va llevando a su drama, a su angustia, a sus juegos, a su vida.

Esta novela sorprende por muchas cosas. La primera de ellas, por cómo está escrita, prescindiendo de todo tipo de normas de sintaxis y ortográficas incluso, para mostrar los pensamientos de una niña de 10 años, cuyo verano transcurre en su pequeño pueblo, situado en la ladera del Teide.
Ella se define por su relación con su amiga Isora, tal vez unos meses mayor pero cuya experiencia vital la sitúa unos años por encima. En la novela hay maltrato, pobreza, desigualdad social, despertar de la sexualidad, violencia (física y verbal), ausencia y desapego, pero sobre todo, hay una infancia triste y desgarrada.
Creo que es una novela que merece la pena leer. La recomiendo, si no te importa salirte de lo convencional.