Una educación de Tara Westover
Sin embargo, lo que se ha interpuesto entre mi padre y yo no es solo el tiempo y la distancia. Es un cambio de ser. No soy la niña a la que crio, pero él sí es el padre que la crio.
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Una educación de Tara Westover
Sin embargo, lo que se ha interpuesto entre mi padre y yo no es solo el tiempo y la distancia. Es un cambio de ser. No soy la niña a la que crio, pero él sí es el padre que la crio.
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Una educación de Tara Westover
Todo aquello por lo que había trabajado y todos los años de estudio habían tenido el objetivo de permitirme adquirir un único privilegio: el de ver y experimentar más verdades que las que mi padre me brindaba, y aprovecharlas para construir mi propio pensamiento. Había llegado a convencerme de que la capacidad de evaluar muchas ideas, muchas crónicas, muchos puntos de vista era la base de lo que significa crearse a una misma. Si cedía, perdería algo más que una discusión. Perdería la custodia de mi pensamiento. Comprendí que ese era el precio que se me pedía que pagara. Lo que mi familia quería expulsar de mí no era un demonio; querían expulsarme a mí misma de mí.
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Una educación de Tara Westover
(…) lo que volvía diferente ese rostro, a esa mujer, no era la ropa. Era algo que se percibía en el fondo de los ojos, en la firmeza de la mandíbula: la esperanza, la creencia o la convicción de que la vida no es algo inalterable. No encuentro la palabra para describir lo que vi, pero supongo que se parecía a la fe.
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Una educación de Tara Westover
Aguanto este viento porque no intento aguantarlo. El viento es solo viento. Soportamos estas ráfagas en el suelo, de modo que también podemos soportarlas estando en lo alto. No hay diferencia. Salvo la que establecemos en la mente.
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Una educación de Tara Westover
(…) pero las palabras salieron muertas de mis labios. Aunque me parecían ciertas, no las comprendía lo bastante bien para infundirles vida.
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Una educación de Tara Westover
No saber a ciencia cierta y la negativa a ceder ante quienes afirman la certidumbre era un privilegio que jamás me había permitido. Mi vida la narraban otras personas. Sus voces eran persuasivas, enfáticas, categóricas. No se me había ocurrido pensar que la mía podía ser igual de fuerte que las suyas.
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Una educación de Tara Westover
Sin embargo, me di cuenta de esto: de que me habían llamado Negrata un millar de veces y yo me había reído, y de que ya no me reía. La palabra y el modo en que la pronunciaba Shawn no habían cambiado; mis oídos, sí. Ya no captaban el tonillo de una broma, sino que oían una señal, una llamada que atravesaba el tiempo y a la cual respondía, con creciente convicción, que nunca más sería un soldado de a pie en un conflicto que no entendía.
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Una educación de Tara Westover
Me alegró encontrarme en una situación a la que estaba acostumbrada: arrinconada, alejada de los demás, (...). Era la única sensación de cotidianidad que experimentaba desde mi llegada y la saboreé.
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Una educación de Tara Westover
La lealtad hacia mi padre había aumentado de manera proporcional a los kilómetros que nos separaban. En la montaña podía rebelarme. En cambio, en aquel lugar ruidoso y radiante, rodeada de infieles disfrazados de santos, me aferraba a cada verdad y a cada doctrina que me había enseñado. Los médicos eran Hijos de la Perdición, y la enseñanza en casa, un mandamiento de Dios.
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Una educación de Tara Westover
Mi madre siempre había afirmado que podíamos ir a la escuela si queríamos. Tan solo teníamos que pedir permiso a papá, decía. Luego podríamos ir. Sin embargo, no pedí permiso. En la severidad del rostro de mi padre, en el suspiro quedo de súplica que exhalaba todas las mañanas antes de comenzar la plegaria de la familia, había algo que me inducía a creer que mi curiosidad era una obscenidad, una ofensa a cuanto él había sacrificado para criarme. |
Una educación de Tara Westover
La vida en una montaña proporciona una sensación de autonomía, una idea de privacidad y aislamiento, incluso de dominio. Es posible surcar ese vasto espacio a solas durante horas, vagar entre los pinos, arbustos y rocas. La quietud nace de la pura inmensidad; apacigua con su propia magnitud, que vuelve intrascendente lo meramente humano.
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Una educación de Tara Westover
Podéis llamarlo transformación. Metamorfosis. Falsedad. Traición. Yo lo llamo una educación. |
Una educación de Tara Westover
Lo que pasa con las depresiones nerviosas es que, por muy evidentes que sean, nunca lo son para quienes las sufren. «Estoy bien —nos decimos—. Y qué más da que ayer viera la tele veinticuatro horas seguidas. No es que esté mal. Es que tengo pereza.» No sé bien por qué preferimos considerarnos perezosos antes que pensar que estamos angustiados. El caso es que nos parece preferible. Más que preferible: vital.
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Una educación de Tara Westover
No, me digo. Eran sus palabras. En cualquier caso, fueran suyas o no, esas palabras, que me habían consolado y curado, eran hueras. No creía que fueran pérfidas, pero la sinceridad no les había dado sustancia y otras corrientes más poderosas se las llevaron.
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Una educación de Tara Westover
En ocasiones me sentía condenada por esos sentimientos. Las mujeres normales no quieren más a un desconocido que a un hermano, pensaba, ¿y qué clase de joven prefiere a un profesor antes que a su propio padre? Sin embargo, aunque habría deseado que las cosas fueran distintas, no quería volver a casa. Prefería la familia que había elegido a la que me habían dado (…) |
Una educación de Tara Westover
Creí que por fin me mostraba sincera respecto a mi vida anterior. No era la verdad exactamente, pero la historia era fiel en un sentido más amplio: fiel a lo que sería en el futuro, ahora que todo había empezado a cambiar para mejor; ahora que mi madre había encontrado su fortaleza.
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Una educación de Tara Westover
De todos modos, a veces pienso que elegimos nuestras enfermedades porque nos reportan algún beneficio.
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Una educación de Tara Westover
Sin embargo, junto con la tristeza sentía esperanza. Siempre había sido un hombre severo, que en todos los temas sabía cuál era la verdad y al que no interesaban las opiniones ajenas. Nosotros lo escuchábamos a él; nunca sucedía al revés: cuando no hablaba, exigía silencio.
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Una educación de Tara Westover
Reconocer la incertidumbre es reconocer la debilidad, la impotencia, y creer en una misma a pesar de ambas. Es una flaqueza, pero esa flaqueza encierra un punto fuerte: la convicción para vivir en nuestra propia mente y no en la de otra persona. Me he preguntado muchas veces si las palabras más convincentes que escribí aquella noche no nacieron de la ira ni de la rabia, sino de la duda: «No lo sé. De veras que no lo sé».
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Una educación de Tara Westover
Sin embargo, lo ocurrido lo cambiaría todo, con independencia de cómo lo recordara. Al reflexionar ahora sobre ello no me sorprende lo que sucedió, sino que anotara lo sucedido. Que dentro del caparazón quebradizo —de esa muchacha que se había vaciado con la ficción de la invencibilidad— quedara una chispa.
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Gregorio Samsa es un ...