Una educación de Tara Westover
Sin embargo, me di cuenta de esto: de que me habían llamado Negrata un millar de veces y yo me había reído, y de que ya no me reía. La palabra y el modo en que la pronunciaba Shawn no habían cambiado; mis oídos, sí. Ya no captaban el tonillo de una broma, sino que oían una señal, una llamada que atravesaba el tiempo y a la cual respondía, con creciente convicción, que nunca más sería un soldado de a pie en un conflicto que no entendía.
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