Una educación de Tara Westover
La lealtad hacia mi padre había aumentado de manera proporcional a los kilómetros que nos separaban. En la montaña podía rebelarme. En cambio, en aquel lugar ruidoso y radiante, rodeada de infieles disfrazados de santos, me aferraba a cada verdad y a cada doctrina que me había enseñado. Los médicos eran Hijos de la Perdición, y la enseñanza en casa, un mandamiento de Dios.
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