Linus lleva toda la vida realizando su trabajo de manera diligente: todo de manera correcta y justa, todos los días acude a su puesto en hora y cumple sus informes en plazo. Su vida es sencilla: vive en una casa con su gata arisca en una ciudad donde parece que siempre es gris y lluviosa, con una vecina que siempre parece estar fumando en su terraza y con ojo avizor de lo que es de Linus. No tiene amigos ni pareja, tampoco lazos con sus compañeros de trabajo, sabe que la vida es ese algo que se entrelaza con la rutina y el seguir dejándose llevar por el rumor de los días.
El eje de su rutina se rompe un poco cuando le mandan a una misión super confidencial en una isla perdida. Todo es secreto hasta que llega al sitio de recogida y no parece que empiece con demasiado buen pie cuando abre el primer informe y se desmaya al advertir que, uno de los niños del orfanato que tiene que investigar, es el Anticristo.
Pero no es el único porque, cuando llega a la casita rodeada de bosque y de un precioso jardín muy cuidado, también se encuentra con una gnoma con muy mal genio que no deja de amenazar de enterrarlo con su pala, una criatura sin identificar de ojos saltones y alma muy servicial, un minúsculo guiverno que se comunica a través de gruñidos y colecciona botones, un chico muy asustadizo que puede convertirse en un pomerania y una muchacha con alas y el poder de la naturaleza en sus manos.
Simples palabras y adjetivos que describen a un puñado de niños sin hogar, o justamente con el hogar que realmente merecían desde el momento en el que nacieron. Bajo las alas de Arthur, el cuidador del orfanato, Linus y el lector van descubriendo los entresijos de lo que todos somos más allá de las etiquetas y las apariencias.
Se trata de uno de los libros más dulces y tiernos que he leído en mucho tiempo, quizás en ocasiones pecaba de sencillez, pero sus personajes… oh, sus personajes son lo más precioso que hay en el mundo de las historias y de la ficción. Sus historias, las capas que el protagonista va desentrañando de cada uno de ellos, los hilos de los que tira a regañadientes para saber si están bien cuidados, las miradas de reojo que en realidad miran con el corazón a cada uno de ellos y les cuela en su grisácea vida sin querer, volviéndola de todos los colores del arco iris.
Podría decirse que la trama de este libro es la “investigación” de Linus para discernir si se trata de un hogar adecuado para esos niños que la sociedad había decidido que no eran adecuados para vivir entre los demás. Pero en realidad no tiene trama. O sí. La trama de ir conociendo a cada uno de sus personajes y enamorarse perdidamente de cada uno de ellos.
Son magia y este mismo libro es toda esa magia que rebosa en los pequeños detalles, en ser uno mismo sin miedo a volar, es la sonrisa que surge cuando ves a alguien brillar porque se acepta tal y como es, es la añoranza por un mundo mejor que no esté empapado por los prejuicios de la sociedad, es el crujido que hace el corazón cuando se derrite por la dulzura de ser, sin más.
Linus, Arthur, Talia, Lucy, Chauncey, Sal, Phee y Zoe. Son solo nombres, pero este libro les da tanta vida que sobrepasan el papel y se comen el mundo a través de su minúsculo lugar en la memoria de los lectores.
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