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La llamada de Cthulhu de H. P. Lovecraft
Hay una cualidad vocal propia de los hombres y una cualidad vocal propia de las bestias; y nada más terrible que oír una de ellas cuando el órgano de donde proviene debería emitir la otra.
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Calificación promedio: 5 (sobre 547 calificaciones)
/Un elocuente y apasionado, Tenoch Huerta, conversa con la actriz y conductora de este programa, Sofía Espinosa, sobre cómo la lectura contribuyó a construir su forma de entender la mexicanidad, así como a reforzar su ideología y valores. Escuchamos de su voz un cuento de Juan Rulfo, además de lo que vendrá con su libro, Poder prieto. Lecturas: -No oyes ladrar los perros de Juan Rulfo - El manantial de Ayn Rand - En las montañas de la locura de H.P. Lovecraft
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La llamada de Cthulhu de H. P. Lovecraft
Hay una cualidad vocal propia de los hombres y una cualidad vocal propia de las bestias; y nada más terrible que oír una de ellas cuando el órgano de donde proviene debería emitir la otra.
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Herbert West - Carne Fresca - Lovecraft Saracino Y Otros de H. P. Lovecraft
Ya no tienes nada que temer.
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H. P. Lovecraft
La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido.
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Hongos de Yuggoth de H. P. Lovecraft
Luego en el mar dio comienzo un maligno alumbramiento y tierras olvidadas emergieron con agujas áureas cubiertas por las alfas; el suelo estaba hendido y auroras feroces se arrojaron sobre las temblorosas ciudadelas del hombre. Fue entonces que, apasionando cuanto creó para jugar, el Caos idiota dispersó el polvo terrestre. |
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Hongos de Yuggoth de H. P. Lovecraft
No puedo decir por qué algunas cosas originan en mí una sensación de maravillas insondables aun por suceder, como una rotura en la pared del horizonte abierta a mundos donde solo pueden estar los dioses. Hay una esperanza difusa, sin aliento, a partir de vastas pompas arcaicas que medianamente recuerdo, o aventuras salvajes, sin sustancia, henchidas de éxtasis y como los sueños, libres. Es en las puestas de sol donde las hallo y en los raros adornos de la ciudad; en pueblos antiguos y en valles y bosques brumosos, en los vientos sureños, el mar, las colinas breves y las capitales fulgurantes, en los jardines antiguos, las canciones escuchadas a medias y los fuegos lunares. A pesar de que su atractivo hace que la vida valga la pena, ninguno gana o adivina lo que intenta dar. |
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Hongos de Yuggoth de H. P. Lovecraft
Yo no podría asegurar de qué bóveda escapan reptando, pero no a noche veo a esos seres pegajosos, negros, descarnados y con cuernos, dotados de alas membranosas, de cuyas colas parte la lengüeta doble del infierno. Vienen en legione s trasportados por el viento norteño, con obscenas zarpas cuyo contacto arde y cosquillea, a tomarme y llevarme a un viaje monstruoso, rumbo a mundos grisáceos escondidos en pozos de pesadilla. |
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Hongos de Yuggoth de H. P. Lovecraft
En mi hondura onírica el gran pájaro extrañamente cuchicheaba: me hablaba del cono oscuro de los desiertos del polo, que lóbrego y a solas se yergue sobre el yermo glaciar, batido y carcomido durante eones por borrascas feroces. Allí no palpita forma alguna de existencia terrena, apenas albas demacradas y soles moribundos fulgen sobre la peña perforada, cuyo origen arcaico tratan de adivinar en sombras los Antiguos. Si lo observaran los hombres, meramente se preguntarían qué extraño capricho natural es lo que miran; mas el pájaro también mencionó sectores aun más inmensos que cavilan escondidos bajo el denso sudario del hielo. ¡Dios auxilie al que sueña con demenciales visiones que muestran esos ojos extintos, incrustados en simas de cristal! |
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Hongos de Yuggoth de H. P. Lovecraft
[...] Pero ahora la noche con rapidez excesiva se aproxima, ya tocó la cima desde la que tantas veces divisé la ciudad distante. Sus agujas y tejados están allí... ¡pero miren! ¡La oscuridad se desploma sobre las callecitas tenebrosas, ésas que son más sombrías que un sepulcro! |
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Hongos de Yuggoth de H. P. Lovecraft
No sé si alguna vez existió ese mundo perdido que flota vago en el caudal del tiempo, y sin embargo yo lo veo a menudo, envuelto en violáceas neblinas, brillando débilmente al fondo de mis sueños difusos. Había torres extrañas, ríos y bóvedas plenas de luz, cielos llameantes cruzados por ramas, como los que tiemblan ansiosos antes de la noche invernal. Grandes marismas conducían a costas desoladas, con juncales, donde revoloteaban aves inmensas, y en una borrascosa colina había una aldea arcaica con un níveo campanario cuyos toques vespertinos resuenan todavía en mi oído. No sé qué tierra es ésa ni me animo a preguntar cuándo, por qué estuve, o por qué estaré allí. |
Fue un escritor...