Una fórmula para el amor de Arwen Grey
—Nunca me perderás, chèrie. Estoy aquí, y siempre estaré. Y cada vez que te vea caer, estaré allí para decirte: “vuelve a mí”.
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Una fórmula para el amor de Arwen Grey
—Nunca me perderás, chèrie. Estoy aquí, y siempre estaré. Y cada vez que te vea caer, estaré allí para decirte: “vuelve a mí”.
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Una fórmula para el amor de Arwen Grey
Greg se volvió hacia ella y le colocó una mano tibia contra la mejilla, acariciándosela suavemente con el pulgar. Fue tan tierno que Sienna sintió unos deseos abrumadores de besarle. Como si le leyera el pensamiento, Greg se inclinó y colocó su cabeza a escasos centímetros de la de ella, con sus labios a sólo un suspiro de los de ella. —Juntos para siempre, ¿o ya no te acuerdas?—dijo, recordándole la promesa que habían hecho una Nochevieja, hacía mil años, cuando llevaban encima algo más que dos copas de más. Entonces, Greg completó el movimiento y rozó sus labios con los de ella, en un gesto que no llegó a ser un beso, pero que, sin embargo, hizo que los latidos del corazón de Sienna redoblaran su ritmo. |
OCURRIÓ EN PARÍS de Arwen Grey
Sonaba ridículo. Era la cosa más absurda que le había ocurrido jamás. Estaba convencido de que el amor a primera vista no existía y, de hecho, se hubiera reído de cualquiera que se lo hubiera planteado hace unas semanas, pero ahí estaba, dispuesto a partirle la cara a Philippe Duboisis si osaba siquiera ponerle un dedo encima a la mujer que amaba.
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OCURRIÓ EN PARÍS de Arwen Grey
Soline se preguntó con cuántas mujeres le habían funcionado aquella sonrisa deslumbrante, esa mirada cálida y hermosa y esa voz grave. Sin duda, con cientos. Reconoció un aire depredador en él en cuanto comprobó que era joven y guapa, y que estaba sola, además. Lástima que a ella no le interesara en absoluto, a pesar de su elegancia y su indudable atractivo.
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La última bala de plata de Arwen Grey
No había mucho que pudieran ser, pero podrían serlo todo, decían aquellos malditos ojos que no la dejaban escapar. Ese tipo era capaz de insultarla y ofrecerle su alma al mismo tiempo. Y ni siquiera la había besado jamás.
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El amor está de moda de Arwen Grey
—Que soy incapaz de confiar en ti, y a la vez… —levantó la vista y sonrió a su pesar—, no puedo evitar pensar que mereces la pena.
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El amor está de moda de Arwen Grey
Con una sonrisa, recogió sus cosas, mientras recordaba el tacto y el olor de Cocó contra él. Procuró decirse que no era cierto lo que su cabeza le gritaba sin parar, pero era mayorcito y no deseaba engañarse. Cocó Ginger Smith, la mujer más inadecuada posible, en el momento más inadecuado, le gustaba. E incluso le caía bien. |
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Nuestra luz de Arwen Grey
En general, no tenía paciencia para la gente con ego exacerbado ni con los que eran demasiado inseguros, porque se veía reflejado en todos ellos, y era algo muy incómodo. Además, le costaba mantener el pincel alejado de las imperfecciones de los demás. Por eso, creía, que para ser profesor había que estar hecho de una materia especial, o estar fatal de la cabeza.
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Una fórmula para el amor de Arwen Grey
Deseaba a su mejor amigo de un modo que no tenía nada de amigable. Se descubría a sí misma en ensoñaciones absurdas en las que Greg se le declaraba y todo se solucionaba por arte de magia. La fórmula reaparecía por sí sola y Jeff acababa en chirona, como se merecía por romperle el corazón. Pero la vida real no era tan sencilla. Simplemente, la magia no existía. Y la suerte era algo que tampoco se le daba demasiado bien. |
Una fórmula para el amor de Arwen Grey
Sienna se acercó a él con su copa y le abrazó por detrás pegando su cara a su fuerte espalda. —Gracias, Greg. Eres mi mejor amigo. Greg se sintió como si le acabaran de clavar una puñalada en el corazón. Su mejor amigo. Afortunadamente ella no le estaba mirando a la cara, porque sabía que no sería capaz de disimular su dolor ante sus palabras. |
OCURRIÓ EN PARÍS de Arwen Grey
¿Quién era ese desconocido para venir a tratar de romper su calma, por culpa de lo que era, lo más seguro, un capricho pasajero? ¡Maldito, maldito fuera una y mil veces!
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OCURRIÓ EN PARÍS de Arwen Grey
George Madison la vio marchar con una indefinible sonrisa en los labios. No tenía ni idea de dónde venía la ridícula idea de que las francesas eran más liberales y ardientes que el resto de las mujeres. Esa, al menos, no lo era, a juzgar por su mirada de hielo.
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La última bala de plata de Arwen Grey
Algo cayó encima del camastro con un ruido seco, justo al lado de la mano de Miguel. Gereon lo tomó y la acercó a una de las lámparas. Era una bala de plata, tan perfecta que parecía que la acababan de fabricar en ese mismo instante. Al agitar el paquete, vio que no había una sola. En total, había cinco. Y también una nota que comenzaba de la siguiente manera: Yo también amé a Amy Donovan La firmaba Liam McQuade. |
El amor está de moda de Arwen Grey
Agotado, se dejó caer en una silla y se dedicó a contemplarla durante unos instantes, tratando de ver qué había en ella de sus progenitores. Con una sonrisa, se dio cuenta de que Fred tenía mucha razón. Era imposible no verla y sentir… algo. Apartó la mirada, aunque no pudo evitar una sonrisa de burla hacia sí mismo al sentir que en apenas unas horas su vida, o al menos lo que él había llamado vida hasta ese momento, amenazaba con derrumbarse.
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Gregorio Samsa es un ...