Zweig eres bueno. ¡¡Eres muy bueno tío!! No contento con adentrarse en lo más profundo, mísero, diario y terrenal de la psique humana, el austríaco da una vuelta de tuerca y se introduce en el pensamiento de un perro. ¿No querías caldo? Toma, ¡¡dos tazas!! Guau. Para hablarnos de los celos, de marcar el territorio y de posición dominante. Mimado hasta la saciedad este can altanero, desapegado y sobrado llevará en la palma de sus patas a un amo totalmente entregado, ciego de ternura y arrumacos; he de reconocer que en su primera parte, me provocó mucha simpatía el cuadrúpedo por asociación. Para colmo, el magistral austríaco pone como narradora a la vieja del visillo o vecina cotilla para lograr su efecto: que el lector ocupe la tercera persona en la nouvelle. Aunque absolutamente predecible, la variedad de recursos perrunos que utilizará nuestro protagonista principal, son tan humanos que no deja lugar a dudas hacia donde van dirigidas las envenenadas flechas de Zweig. Cuidado que la obra tiene más miga que corteza, ¿fue él? Y,¿ a quién culpamos? Las llamadas de atención para volver a su estatus son tan evidentes como el descuido de las atenciones ante la gran novedad que se avecina. Sin renunciar a su carga dramática y de múltiple reflexión, el autor salpimienta el relato con buen humor, para llevarnos a la disyuntiva final. ¿Qué estás dispuesto a hacer para defender tu hábitat natural y tu área de confort? ¡¡Levanta la patita y marca cada rincón mientras lees!! + Leer más |