La memoria, como una horrible enfermedad, le devoraba el alma.
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La memoria, como una horrible enfermedad, le devoraba el alma.
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El pasado siempre se podía aniquilar. Arrepentimiento, rechazo u olvido podían hacerlo. Pero el futuro era inevitable. Había en él pasiones que encontrarían su terrible encarnación, sueños que harían real la sombra de su perversidad.
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Basta con no hablar de algo para que no haya sucedido nunca. El hecho de expresarlas es lo que da realidad a las cosas.
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Se deben absorber los colores de la vida, pero nunca recordar los detalles. Los detalles siempre son vulgares.
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Pero, ¿y el retrato? ¿Qué iba a decir del retrato? El lienzo de Basil Hallward contenía el secreto de su vida, narraba su historia. Le había enseñado a amar su propia belleza. ¿Le enseñaría también a aborrecer su propia alma?[...] Por cada pecado que cometiera, una mancha vendría a ensuciar y a destruir su belleza. [...] El cuadro, igual o distinto, sería el emblema visible de su conciencia. [...] El rostro pintado en el lienzo podía hacerse bestial, deforme, inmundo. [...] ¿Por qué tendría que contemplar la odiosa corrupción de su alma?
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Había expresado un deseo insensato: que el retrato envejeciera y que él se conservara joven; que la perfección de sus rasgos permaneciera intacta, y que el rostro del lienzo cargara con el peso de sus pasiones y de sus pecados; que en la imagen pintada aparecieran las arrugas del sufrimiento y de la meditación, pero que él conservara todo el brillo delicado y el atractivo de una adolescencia que acababa de tomar conciencia de sí misma.
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Siempre me tendrás afecto. Represento para ti todos los pecados que nunca has tenido el valor de cometer.
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Yo sé lo que es el placer –exclamó Dorian Gray–. Adorar a alguien.
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En cuanto a la vida de nuestros vecinos, si uno quiere ser un hipócrita o un puritano, podemos hacer alarde de nuestras ideas sobre moral, pero en realidad esas personas no son asunto nuestro.
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Cuando somos felices siempre somos buenos, pero cuando somos buenos no siempre somos felices.
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El nombre completo de Oscar Wilde es: