Durante toda mi adolescencia, lleve “El Principito” en mi bolso como si de un libro de valores se tratara, llegue a regalarlo tantas veces, como a comprarlo. Lo sentía mio. En términos de comprensión del mundo. Los adultos, no podían entrar en mi mundo, como tampoco lo hacían en el del pequeño principe. Pero jamas pensé en el libro como un cuento, o un relato para niños. Mas bien lo vivía como una filosofía de vida. La creatividad, la comunicación, la alegria, estaban en la vida si uno se tomaba el trabajo de ser optimista con ella. |