La gente bien y los aristócratas no veían a los criados, y procuraban no oírlos, y cuando se veían obligados a hablar con ellos, hacían la conversación lo más corta y superficial posible. Pero cuando Benedict la besaba, se sentía real.
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La gente bien y los aristócratas no veían a los criados, y procuraban no oírlos, y cuando se veían obligados a hablar con ellos, hacían la conversación lo más corta y superficial posible. Pero cuando Benedict la besaba, se sentía real.
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-Creo que te voy a besar -susurró él. -¿Crees? -Creo que tengo que besarte -repuso él, con una expresión como si no creyera lo que decía-. Es como respirar; uno no tiene mucha opción en el asunto. |
-¿Es así de encantador con todo el mundo o sólo conmigo? -Ah, sólo con usted |
Las personas ven lo que esperan ver.
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Decían que los ojos son las ventanas del alma. Si de verdad había encontrado a la mujer de sus sueños, aquella con la que podía por fin imaginarse una familia y un futuro, por Dios que tenía que saber de qué color tenía los ojos.
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Siempre que pensaba en lo que verdaderamente necesitaba en mi vida, no lo que deseaba, sino lo que necesitaba, lo único que aparecía en mi mente eras tú.
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No sabía cómo esa mujer había llegado a significar tanto para él; tenía la impresión de que un día era una desconocida, y al siguiente le era tan indispensable como el aire. Y, sin embargo, eso no había ocurrido en un relámpago cegador. Había sido un proceso imprevisto, lento, tortuoso, que le fue coloreando calladamente las emociones hasta que comprendió que sin ella su vida carecía de sentido.
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La necesitaba como necesitaba el aire.
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—Siempre sé lo que estás pensando.
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—Puedo vivir con tu odio—dijo a la puerta cerrada—, pero no puedo vivir sin ti.
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¿De qué color era el vestido que Sophie llevaba en la fiesta?