Seduciendo a Mr. Bridgerton

-Quédate.
Ella asintió.
Él la cogió en sus brazos.
Esa era Penelope, y eso era amor.

El amor crece y cambia día a día. Y no es como un rayo caído del cielo que te transforma al instante en un hombre diferente.

—La gatita tiene uñas —dijo Colin a Eloise.

—¿Y no te diste cuenta de eso antes de proponerle matrimonio?

—Claro que me di cuenta —repuso él, tomando un bocado—. Pero no creí que las usaría conmigo.

Es hermosa, es inteligente y tiene un maravilloso sentido del humor. ¿Quién no desearía casarse con una mujer así?

Si quieres que tu vida tome otro rumbo, entonces, por el amor de Dios, elige algo y hazlo. Tienes el mundo a tus pies, Colin. Eres joven, rico, y eres «hombre». Puedes hacer cualquier cosa que desees.

—Es extraño cómo viajar le hace eso a una persona.
—¿Le hace qué a una persona?
—Hace valorar la propia tierra
—Y sin embargo sigues deseando marcharte.
—No puedo evitarlo. Es como una enfermedad.

—Las mujeres debemos ayudarnos mutuamente —dijo lady Danbury a nadie en particular—, ya que está claro que nadie más lo hará.

Uno diría que un componente esencial de la caridad es la capacidad de no atraer la atención a que uno la posee.

¿pero no debería una madre ser por lo menos un poquito ciega a los defectos de sus hijas?

En el fondo sabía quién era, y esa persona era inteligente, amable y muchas veces incluso ingeniosa, divertida, pero no sabía cómo, su personalidad siempre se le quedaba perdida más o menos entre su corazón y su boca, y se sorprendía diciendo algo erróneo o, con más frecuencia, nada en absoluto.