El regreso

No es la literatura romántica un género en el que yo me prodigue mucho, aunque he de reconocer que en mi edad del pavo no había libro de Victoria Holt que se me resistiera. Que me encantaban todos los libros de esta mujer. Así que, como hacía muuuuuchos años que no leía ninguna novela romántica propiamente dicha, me anime a mí misma a leerme una y elegí ésta novela. Y la verdad es que me ha gustado mucho.
Los personajes están muy bien caracterizados. Observamos como Judith, la protagonista, va creciendo y al mismo tiempo cambiando por todas las cosas que están sucediendo a su alrededor. Ella tiene 14 años cuando empieza la novela y ya lleva cuatro sin ver a su padre. Su madre es una mujer débil y en vez de ser ella un apoyo para su hija, más bien es a la inversa. Cuando su madre y su hermana menor van a Singapur para reunirse con su padre, ella debe quedarse en Inglaterra para seguir yendo a la escuela y formarse. Y es su madre la que realmente encuentra consuelo en ella para sobrellevar tan larga separación. Cuatro años después, Judith, tras terminar sus estudios, debería haber viajado a Singapur para reunirse con su familia, pero la segunda guerra mundial empieza y ella decide quedarse en Inglaterra y ayudar. Marcharse lo ve como un acto de cobardía. Esto nos da una idea de la fortaleza de carácter de la protagonista.
Todos los personajes de esta obra son muy humanos. Así, los tenemos valientes como Judith, cobardes como Loveday (que incluso se casa con alguien a quien realmente no quiere para no tener que salir de su hogar), débiles, como la madre de Judith, o temerosas, como Diana, la madre de Loveday, quien ya ha vivido una guerra y sabe lo qué es. Y vemos como todos estos personajes van sufriendo y van cambiando ante el cruel acontecimiento que están viviendo. Porque esa es otra cosa muy lograda por parte de la autora: describe perfectamente todo el contexto histórico de la época. Así vemos como se vivía en los años de la segunda guerra mundial: detalles como la elaboración de las cortinas negras para las casas, para que la luz no se viera desde fuera, el racionamiento de los cupones, la falta de gasolina, la alegría que causaba el ver un simple filete... Todo esta perfectamente descrito. No hay nada idílico, todo es como la vida misma: con alegrías y tristezas, con nacimientos y muertes, con amores y desamores, con esperanzas y frustaciones...
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La primera sorprendida de lo mucho que me gustó esa novela soy yo. No soy aficionada a la romántica, pero este libro me mantuvo enganchadísima durante todo un verano, y el cual disfruté como hacía mucho que no hacía. Seguramente algo tuvo que ver mi anglofilia, porque en cuanto empiezo a leer las descripciones de los paisajes, las costumbres, las tazas de té yendo y viniendo y las preciosas casas de campo, y a mí ya me tienen ganada.