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A partir de este momento iré a la iglesia porque me obligan, pero no pronunciaré una sola palabra alli porque no existe nada después de la muerte. Existe la tierra y existe el cuerpo y al final no son nada.
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A partir de este momento iré a la iglesia porque me obligan, pero no pronunciaré una sola palabra alli porque no existe nada después de la muerte. Existe la tierra y existe el cuerpo y al final no son nada.
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Toda vida tiene un núcleo, un eje, un epicentro del que todo sale y al que todo vuelve. Este momento será el de la madre ausente: el niño, nadie en casa ni en el corral, la voz en el vacío
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"Con qué facilidad nos pasa desapercibidos el sufrimiento y la angustia de una persona si esa persona guarda silencio."
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Quiere rasgar el cielo, quiere arrancar hasta la última flor de ese árbol
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Saberlo la quema por dentro y le deja negras señales chamuscadas
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Y a medida que salen las palabras, una detrás de otra, consigue olvidarse de sí mismo y encontrar una paz tan absorbente,tan relajante, tan personal, tan gozosa como ninguna otra.
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No se puede cambiar lo que te dan, no se puede alterar ni domeñar lo que estaba dispuesto para cada uno.
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“She grows up feeling wrong, out of place, too dark, too tall, too unruly, too opinionated, too silent, too strange. She grows up with the awareness that she is merely tolerated, an irritant, useless, that she does not deserve love, that she will need to change herself substantially, crush herself down if she is to be married. She grows up, too, with the memory of what it meant to be properly loved, for what you are, not what you ought to be.”
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Con que facilidad nos pasan desapercibidos el sufrimiento y la angustia de una persona,si esa persona guarda silencio y se lo calla para sí misma.
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Los párpados se han teñido de un delicado gris violáceo, como los pétalos de las primeras flores de primavera. Se los cerró ella. Con sus propias manos, con sus propios dedos, que tan ardientes y resbaladizos estaban; que tarea tan imposible, qué difícil se le hizo tocar con los dedos temblorosos y húmedos esos párpados tan queridos, tan conocidos que podría dibujarlos de memoria si le pusieran un carboncillo en la mano. ¿Cómo es posible tener que cerrar los ojos a un hijo muerto? ¿Cómo es posible tener que buscar dos peniques y ponerlos uno en cada ojo para sujetar los párpados? ¿Cómo es posible hacer semejante cosa? No está bien. No puede ser. Le coge la mano. Le cede todo el calor de su piel. Casi puede imaginarse que es la misma mano de siempre, que todavía está viva, si deja de mirarle la cara, el pecho que ya no sube y baja y la inexorable rigidez que va invadiéndole el cuerpo.
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¿Quién escribió «Agnes Grey»?