La hipótesis del amor

Porque empiezo a preguntarme si estar enamorada es esto: que no te importe hacerte pedazos para que la otra persona pueda permanecer entera.

—¿Quién necesita saber decir «te quiero» en todos los idiomas? La gente apenas lo dice en uno. A veces ni eso.

La forma de sus labios bajo los suyos le recordó a una vieja canción, conocida y fácil.

Consiguió hacerlo reír de verdad y eso no solo le transformó el rostro, sino también todo el espacio en el que estaban. Olive tuvo que convencer a sus pulmones de que no dejaran de funcionar, de que siguieran absorbiendo oxígeno, y a su mirada de que no se perdiera en las arruguitas que se le formaban a Adam en las comisuras de los ojos ni en los hoyuelos del centro de las mejillas.

Y ambos intercambiaron una pequeña sonrisa. Y luego… Luego la sonrisa se desvaneció y siguieron contemplándose; algo espeso y dulce coloreó el aire que los separaba, algo magnético y rayano en lo insoportable.

—Seguro que los silencios se te dan genial.

La constante sensación de no encajar en ningún sitio, las interminables sospechas de que, como había pasado gran parte de su vida sola, tendría que terminarla igual. Que nunca sería digna de que alguien la cuidara.

Pero, para que lo sepas, sigo pensando que no hace falta ser tan desagradable cuando ofreces una crítica. Captamos la esencia de lo que dices, aunque proporciones la información de una forma más amable.

Había algo en el tono de voz de Adam, tal vez la serenidad, tal vez la ausencia de compasión manifiesta, que le resultaba tranquilizador.

A lo mejor es que te gusta estar solo, como sugiere hasta el último rasgo de tu comportamiento,(…)