(...) había sido muy consciente de cuánto me atraía. Ya me había sucedido, como sin duda le pasa a casi todo el mundo. Una repentina susceptibilidad a la presencia, a la aparición de un hombre en particular… o una mujer, supongo. La urgencia de seguirlo con los ojos, de provocar encuentros «casuales», de observarlo con disimulo mientras trabaja; una sensibilidad exquisita a los pequeños detalles de su cuerpo…
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