Forastera de Diana Gabaldon
—Lloraba de alegría, Sassenach mía —murmuró con suavidad. Me rodeó el rostro con las manos—. Le agradecía a Dios por tener dos manos. Dos manos para sujetarte, para servirte, para amarte. Le agradecía a Dios porque aún soy un hombre entero, gracias a ti.
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