Podría vivir mil veces hasta que mi alma envejeciera, y no encontraría nunca a nadie como nosotros. Porque no hablo sólo de ti, Arielle, ni hablo sólo de mí. Hablo de lo que nos mueve. De lo que nos une. Algo demasiado grande para explicarlo sobre el papel, demasiado complejo. Es esa sensación de estar en casa que siento cuando estoy contigo. Es poder mostrarte mis máscaras, hablarte de mis secretos, llorar en tu hombro, y tener la suerte de que me pertenezcas. Me quedo aquí, contigo, y dejaré que sea la persona que tú quieras ser. Dejaré que vueles. Que sueñes. Que les demuestres a los demás el corazón de oro que yo he visto.
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