Las palabras suenan mejor cuando salen de mis manos y no de mis labios.
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Las palabras suenan mejor cuando salen de mis manos y no de mis labios.
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Podría abrirme su corazón o darme una vaga pincelada de lo que había en él. Pero fuera lo que fuera, sería verdad y sería su voz.
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- Existen muchas formas de sanar a una persona -murmuré, alargando una mano para traer mi dibujo de vuelta-. Y las palabras son una vía muy poderosa, sobre todo cuando sabes cómo utilizarlas.
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Tienes que perdonarte porque el daño que te estás haciendo ahora es mucho más grande que todo aquel que un día hiciste.
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Nadie te cuenta que hay finales que son como principios. El final feliz del que hablan en todos los cuentos nunca es un final; es una pausa. Luego vienen los altibajos, y el príncipe y la princesa tienen discusiones, tienen momentos en los que quieren rendirse e instantes en los que desearían que el dragón nunca hubiera muerto. Nadie te dice que a veces quieres acabar con todo. Que habrá pistolas que explotarán para protegerte de ti misma. Nadie te cuenta que hay finales que no son un destino, que no son un momento, que son días y años de perdonarse, de aprender lo que uno tiene, lo que uno puede lograr y lo que uno ha perdido. Nadie te lo cuenta.
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He tardado demasiado tiempo en darme cuenta de que las personas no son medicinas. De que los milagros nacen de uno mismo. Sólo yo puedo sanarme. Sólo yo puedo volver a enamorarme de la vida.
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Después de todo, en este mundo no hay héroes ni villanos. Yo no era una damisela en apuros, no habría ningún príncipe que me salvara. No había ningún dragón del que huir. Todos mis monstruos los guardaba dentro.
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Cuando yo era niña me hablaban de príncipes azules y amables campesinos, de un amor romántico y utópico que se basaba en los poemas que cantaran y en la forma en la que te rescataran de una torre. Pero él no me ha rescatado de ningún lado, porque no es perfecto. Porque también ha sufrido. Porque él también necesitaría un rescate, pero le han enseñado desde niño que como príncipe, no puede llorar. Conmigo a llorado, y yo he llorado con él. No nos hemos salvado el uno al otro: hemos aprendido a ser héroes, juntos. A vencer nuestros miedos, cogidos de la mano si hace falta. Me ha enseñado que puedo vivir sin él y puedo vivir sin nadie, que puedo sobrevivir a todo lo que la vida me arroje si sé como salvarme. Y por todo eso, he decidido que no quiero vivir sin él. Es esa persona de la que no te hablan nunca en los cuentos. La que se queda contigo después del "vivieron felices y comieron perdices".
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Es capaz de caminar sobre brasas ardiendo y cristales rotos con la sonrisa intacta. La he visto nacer y morir tantas veces que he empezado a pensar que eso es lo que la hace crecer. Empiezo a pensar que eso es lo que nos hace vivir. Ella sabe lo que es que te desgarren el corazón. Sabe lo que es perder a alguien. Me gustan las personas como ella porque siguen en pie por una razón. Porque siempre encuentran algo por lo que luchar, porque seguirán sonriendo y se quitarán la ropa de luto para volver a vestirse del color del cielo. Sé como se siente. Me gustaría poder agradecerle que sobreviviera. Quiero hacerle saber que ahora tiene a alguien a su lado. Y no me marcharé aunque llueva fuego.
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El tiempo es lo primero que ganamos y lo último que perdemos. Y, a la vez, cada instante es tiempo perdido, cada segundo es tiempo regalado. No hay nada más efímero; nada que se le parezca.
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¿A quien baila Raquel en la fiesta en la casa de los hidalgo?