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Críticas sobre La mujer helada (16)
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marcapaginas_gallega
 14 November 2023
Es un libro que es una jaula, una evolución, un paso atrás y hacia delante en las decisiones vitales de la autora, desde el instituto, a la universidad, a su matrimonio y los hijos. La maestría con la que nos lleva con ella en su rutina es sofocante. Me gustó, pero sí es verdad que se me hizo un poco lento al principio.
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microleTTera
 12 September 2023
Una mezcla de asombro y rabia. Han pasado treinta años desde su publicación en Francia. Treinta años de este ejercicio de liberación en el que Annie Ernaux nos narra la vida de una mujer que crece en un hogar en el que la madre lee y la anima a estudiar, a progresar. Una niña que se extraña ante las diferencias que ve en su casa, donde la madre no friega ni prepara la comida como las otras madres. Desde pequeña, el terreno abonado para la libertad. Y pese a ello, con los años, el entorno se impone y lo que crece termina por adaptarse a la tierra que la nutre.
Asombro. Pese al estudio y la universidad, la niña que se convierte en mujer lo hace con todas las letras. La caligrafía que termina por escribirla es la de una sociedad en la que las diferencias de género terminan por imponerse: la mujer-amadecasa-quecría-queposterga-queanhela-quenoterminanunca-y, ya si eso, si el deseo es mayor que la presión, profesora a fuerza de estudiar unas oposiciones cuando el niño duerme. Mientras tanto, él, lee le Monde, escucha discos, “se aburre incluso”. La apariencia de libertad esconde otra realidad: la doble jornada, la del trabajo y la de la casa.
Rabia. Han pasado treinta años y las cosas no han cambiado tanto como deberían. La mujer sigue llevando el peso del hogar, de los niños, de la planificación familiar. La mujer helada de la que nos habla Ernaux, más o menos fría, sigue instalada en nuestra sociedad con demasiada normalidad.
En los noventa, la propia autora pensaba que este libro estaría anticuado. En nuestro país, tendríamos que esperar hasta 2015 para que Cabaret Voltarire lo tradujese. Y no, no ha perdido vigencia. Es más, ahora que el feminismo se encuentra en un momento álgido, de unión, es una obra imprescindible.
Nunca subrayo mis libros, pero si lo hiciera, pocas palabras de “La mujer helada” habrían escapado de la marca.
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Guille63
 06 March 2023
“Yo también caí en la trampa de la mujer total, orgullosa de ser por fin capaz de conciliarlo todo, la subsistencia, un hijo, tres cursos de lengua francesa, guardiana del hogar y dispensadora del saber, superwoman…”

¡Ay, Despentes, Despentes, Despentes! de la misma forma que Borges se enorgullecía más de los libros que había leído que de los que había escrito, tú bien puedes presumir de maestra: Annie Ernaux, nada más y nada menos. Ella quizás escribe con algo más de lirismo, aunque este sea seco, directo, telegráfico, como ella misma dice, “buscar la poesía en el rastro de la leche vomitada, en el pañal sucio”, pero tiene tu mismo descaro, tu misma insolencia, tu misma inteligencia, tu misma valentía para decir las cosas, aunque sean incómodas, aunque molesten incluso a las propias mujeres. No le falta ni el humor.

“Tenía un miedo espantoso a que se me apareciera la Virgen, después habría tenido que ser santa y no tenía ninguna gana.”

La novela retrata una época mucho más dura que la actual para la mujer, ciertas cosas podemos pensar que están ya superadas o que suenan a rancio, pero no nos engañemos, siguen habiendo muchas Brigitte en el mundo y posiblemente siempre las habrá, “chicas dulces, revoltosas pero buenas” que se convertirán en hermosas señoritas bien educadas, instruidas lo justo para encontrar un buen marido, mujeres que deciden recoger la casa, acunar al nene, hacer la comida, mientras el marido trabaja, las que piensan que “cuando se quiere a un hombre, se acepta todo de él, una se comería hasta su mierda”. Y de la misma forma, siempre habrá hombres a los que les guste ese tipo de mujer, e incluso mujeres a las que también les guste ese tipo de mujer como pareja. Esto entra dentro de la elección personal. Lo que sí es necesario, y ahí es donde todavía queda bastante por hacer, es conseguir que cualquier otra forma de vida sea una opción tan viable y sencilla como esa otra pueda serlo.

La novela de Ernaux es un intento de explicarse a sí misma, y de paso fundamentar ante nosotros, cómo una chica lista, universitaria, con unos padres como los suyos, que se sienten orgullosos de sus notas en dictado y cálculo pero que no dicen nada del dos en costura ni del aprobado pelado en conducta, pudo llegar a convertirse en una mujer helada. No es solo la denuncia de una sociedad construida para perpetuar unos roles de género, una diferenciación entre sexos en la que las mujeres tienen todas las de perder y que las aboca a una vida de insatisfacción e infelicidad, sino también una llamada de atención a las propias mujeres para que no se dejen arrastrar, para que sean conscientes de que en ellas recae también una parte importante de la responsabilidad de su estado, de que deben tener no solo voz para condenar sino fuerzas y decisión para dirigir su propio destino.

"Durante años nunca veré a nadie defender la libertad sexual de las mujeres, y aún menos a las mujeres mismas… Libertad, cosa de zorras. No me sentía con fuerzas de ser una zorra."

Ernaux se esfuerza mucho en describir el contexto en el que se produjo su decisión.

Es comprensible la fuerza que tiene la educación, el poder de los dogmas repetidos una y otra vez, incluso por mujeres, el discurso machacón exaltando el “don del sí y el sacrificio. El cuerpo sucio y la inteligencia un pecado”, la santificación del papel de esposa y madre. Es comprensible el poder del entorno, de las amigas que buscan la feminidad que atrae a los hombres y acaban reduciéndose a poco más que una apariencia. Cómo no leer las revistas que te enseñan a tener una tez esplendorosa, cómo no querer saber cómo se hace de una casa un lugar agradable para el esposo.

“La ecuación, bella, factor de gustar y de amor, igual a finalidad de existencia, penetró en mí como si fuera mantequilla.”

Es comprensible el miedo a la soledad, a no tener un hombre al lado, a prestarles toda la atención cuando ellos no muestran ninguna, el pavor a su rechazo, a que piensen ciertas cosas, la humillación de tener que dejarse elegir, del hombre arriba y la mujer abajo ofreciéndose pasiva, de no poder llegar más lejos, como él, a que “cada placer lleve el nombre de derrota para mí, de victoria para él”, el drama de tener que matar “el deseo de ser yo y nada más que yo”.

“…eso o la soledad, el problema era el de siempre. La fealdad de la realidad, la callábamos, las humillaciones a las chicas, las guardábamos para nosotras como si la culpa fuera nuestra, como si hubiéramos merecido la vejación.”

Es comprensible su desconcierto ante todas esas normas aceptadas, llegar a pensar que le falta algo, sentirse mal porque no tiene ningún interés en esmerarse en la limpieza de la casa, porque en la cocina no llega más allá de un filete y una sopa, porque no sabe ni cómo pedir la carne en el supermercado, porque prefiere el estudio y el trabajo o ir al cine o leer un libro, por sentir el embarazo como una úlcera de estómago, por no disfrutar la terrible experiencia del parto, por nunca sentir que criar un hijo fuera el oficio más maravilloso del mundo.

Sí, todo eso es comprensible, pero había señales, las descubriste y te casaste, y aumentaron las señales, la diferencia se hizo abrumadora, y no abandonaste, “la mujer que se larga a los tres meses, qué vergüenza”, y hasta tuviste tu alegría con el primer suflé de tu vida, con esa lámpara en madera torneada española que ahora también tendrás que limpiar, y quisiste un hijo y no te rebelaste cuando a él, muy pronto, le pareció indigno ocupar tu lugar ante el plato de papilla, y conseguiste un trabajo de profesora agregada, y te remordió la conciencia por dejar al niño en la guardería, y seguías siendo tú quién debía ocuparse de casi todo al llegar a casa y…


“Acabaron sin que me diera cuenta los años de aprendizaje. Después se convierte en una costumbre. Una suma de ruidillos en el interior, molinillo de café, cazuelas, profe discreta, mujer de ejecutivo vestida de Cacharel o de Rodier en el exterior. Una mujer helada”.

… quisiste otro hijo.

“Ah, ya veo las risitas de las buenas conciencias, no haberte casado si no querías aceptar las consecuencias.”
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sinoloveo_nololeo
 21 January 2023
Muchas veces las cosas no salen como las habíamos planeado ni como las habíamos imaginado en la adolescencia, y la treintena es el momento de preguntarse “cómo he llegado yo aquí”. Para una joven criada y educada en los años 60-70 el futuro parecía estar ya definido: cásate, ten hijos y cuida de tu familia. ¿Pero qué pasa cuando tu familia nada tenía que ver con las tradicionales de la época? Cuando la madre no es la típica ama de casa, cuando comparte con el padre las tareas del hogar o cuando ambos repiten incansablemente que hay que ser independiente y vivir la vida.

En “La mujer helada”, Annie Ernaux hace literatura de su vida y lo hace de forma muy peculiar: la narración biográfica de su propia experiencia en primera persona. Utilizando frases cortas y un alud de metáforas, el recorrido por sus recuerdos y su vida arranca desde la infancia y la adolescencia, momento en el que empieza a dejarse arrastrar por los estereotipos y roles de género que marcan la sociedad y el entorno que la rodea. Así, y tras la universidad, desemboca en el matrimonio y la maternidad, acabando donde nunca deseó: una vida llena de insatisfacciones donde su identidad se pierde y la ambición personal y profesional se van diluyendo con el paso de los días.

La obra de #AnnieErnaux logra el efecto de vertebrar un discurso de género; como si se tratara de una radiografía sociológica que explica la realidad de la mujer, un ensayo de crítica cultural y de teoría del feminismo. Es una obra sobre la disolución de la personalidad, el empobrecimiento intelectual y la imposición de la sociedad sobre las mujeres a ocupar fundamentalmente ciertos roles en detrimento de sus deseos y su propia realización.
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Noviembrevioleta
 14 January 2021
Conocí a Annie Ernaux con 'El acontecimiento', de inmediato supe que sería de la mejor prosa que jamás leería. En 'La mujer helada' siento que se corona, se corrobora como literata, se convierte en una deidad inalcanzable.

Nos adentramos a un flujo de conciencia continuo en el que la protagonista entremezcla diálogos indirectos con sus propios pensamientos y apreciaciones. Asistimos a la evolución de niña a mujer, a la construcción como mujer en una sociedad tan marcada por el patriarcado que impone roles y restringe tanto.

El yo poético, que en ningún momento reconoce su nombre, tampoco necesario, nos revela su infancia, adolescencia y su madurez a través de sus diferentes etapas educativas-vitales.
Pero lo más importante, a mi parecer, es la forma en la que trata temas como la virginidad, las relaciones sexuales, la construcción como mujer, los roles, los estudios académicos, los estereotipos y, sobre todo, la maternidad y el matrimonio. Aunque todos estos temas al final tienen un nexo común y único que es la construcción de la identidad femenina en un sistema patriarcal.

Un final desolador, una evolución de la voz poética trepidante e inesperada. Me deja desolada, con mucha conciencia, con mucha poesía dentro. Por que, a pesar de estar escrito en prosa, Ernaux se revela en esta pieza como pura pragmática.
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ciaovalentina
 04 October 2020
Relato íntimo escrito de tal manera que transmite la insatisfacción y asfixia de la protagonista. Es como un escupitajo de pensamientos, recuerdos, anhelos, reproches, …Una nebulosa de frases aparentemente inconexas que a simple vista parece indescifrable pero que poco a poco va cobrando sentido. El relato de una mujer y muchas al mismo tiempo. de todas las mujeres heladas que perdieron su identidad; que aparentan tenerlo todo mientras por dentro reina la insatisfacción; que se volvieron esclavas de la costumbre. al principio me costó entrar pero Ernaux con su caos aparente y su elegante ironía, siempre logra sorprenderme.
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