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Crítica de Guille63


Guille63
06 March 2023
“Yo también caí en la trampa de la mujer total, orgullosa de ser por fin capaz de conciliarlo todo, la subsistencia, un hijo, tres cursos de lengua francesa, guardiana del hogar y dispensadora del saber, superwoman…”

¡Ay, Despentes, Despentes, Despentes! de la misma forma que Borges se enorgullecía más de los libros que había leído que de los que había escrito, tú bien puedes presumir de maestra: Annie Ernaux, nada más y nada menos. Ella quizás escribe con algo más de lirismo, aunque este sea seco, directo, telegráfico, como ella misma dice, “buscar la poesía en el rastro de la leche vomitada, en el pañal sucio”, pero tiene tu mismo descaro, tu misma insolencia, tu misma inteligencia, tu misma valentía para decir las cosas, aunque sean incómodas, aunque molesten incluso a las propias mujeres. No le falta ni el humor.

“Tenía un miedo espantoso a que se me apareciera la Virgen, después habría tenido que ser santa y no tenía ninguna gana.”

La novela retrata una época mucho más dura que la actual para la mujer, ciertas cosas podemos pensar que están ya superadas o que suenan a rancio, pero no nos engañemos, siguen habiendo muchas Brigitte en el mundo y posiblemente siempre las habrá, “chicas dulces, revoltosas pero buenas” que se convertirán en hermosas señoritas bien educadas, instruidas lo justo para encontrar un buen marido, mujeres que deciden recoger la casa, acunar al nene, hacer la comida, mientras el marido trabaja, las que piensan que “cuando se quiere a un hombre, se acepta todo de él, una se comería hasta su mierda”. Y de la misma forma, siempre habrá hombres a los que les guste ese tipo de mujer, e incluso mujeres a las que también les guste ese tipo de mujer como pareja. Esto entra dentro de la elección personal. Lo que sí es necesario, y ahí es donde todavía queda bastante por hacer, es conseguir que cualquier otra forma de vida sea una opción tan viable y sencilla como esa otra pueda serlo.

La novela de Ernaux es un intento de explicarse a sí misma, y de paso fundamentar ante nosotros, cómo una chica lista, universitaria, con unos padres como los suyos, que se sienten orgullosos de sus notas en dictado y cálculo pero que no dicen nada del dos en costura ni del aprobado pelado en conducta, pudo llegar a convertirse en una mujer helada. No es solo la denuncia de una sociedad construida para perpetuar unos roles de género, una diferenciación entre sexos en la que las mujeres tienen todas las de perder y que las aboca a una vida de insatisfacción e infelicidad, sino también una llamada de atención a las propias mujeres para que no se dejen arrastrar, para que sean conscientes de que en ellas recae también una parte importante de la responsabilidad de su estado, de que deben tener no solo voz para condenar sino fuerzas y decisión para dirigir su propio destino.

"Durante años nunca veré a nadie defender la libertad sexual de las mujeres, y aún menos a las mujeres mismas… Libertad, cosa de zorras. No me sentía con fuerzas de ser una zorra."

Ernaux se esfuerza mucho en describir el contexto en el que se produjo su decisión.

Es comprensible la fuerza que tiene la educación, el poder de los dogmas repetidos una y otra vez, incluso por mujeres, el discurso machacón exaltando el “don del sí y el sacrificio. El cuerpo sucio y la inteligencia un pecado”, la santificación del papel de esposa y madre. Es comprensible el poder del entorno, de las amigas que buscan la feminidad que atrae a los hombres y acaban reduciéndose a poco más que una apariencia. Cómo no leer las revistas que te enseñan a tener una tez esplendorosa, cómo no querer saber cómo se hace de una casa un lugar agradable para el esposo.

“La ecuación, bella, factor de gustar y de amor, igual a finalidad de existencia, penetró en mí como si fuera mantequilla.”

Es comprensible el miedo a la soledad, a no tener un hombre al lado, a prestarles toda la atención cuando ellos no muestran ninguna, el pavor a su rechazo, a que piensen ciertas cosas, la humillación de tener que dejarse elegir, del hombre arriba y la mujer abajo ofreciéndose pasiva, de no poder llegar más lejos, como él, a que “cada placer lleve el nombre de derrota para mí, de victoria para él”, el drama de tener que matar “el deseo de ser yo y nada más que yo”.

“…eso o la soledad, el problema era el de siempre. La fealdad de la realidad, la callábamos, las humillaciones a las chicas, las guardábamos para nosotras como si la culpa fuera nuestra, como si hubiéramos merecido la vejación.”

Es comprensible su desconcierto ante todas esas normas aceptadas, llegar a pensar que le falta algo, sentirse mal porque no tiene ningún interés en esmerarse en la limpieza de la casa, porque en la cocina no llega más allá de un filete y una sopa, porque no sabe ni cómo pedir la carne en el supermercado, porque prefiere el estudio y el trabajo o ir al cine o leer un libro, por sentir el embarazo como una úlcera de estómago, por no disfrutar la terrible experiencia del parto, por nunca sentir que criar un hijo fuera el oficio más maravilloso del mundo.

Sí, todo eso es comprensible, pero había señales, las descubriste y te casaste, y aumentaron las señales, la diferencia se hizo abrumadora, y no abandonaste, “la mujer que se larga a los tres meses, qué vergüenza”, y hasta tuviste tu alegría con el primer suflé de tu vida, con esa lámpara en madera torneada española que ahora también tendrás que limpiar, y quisiste un hijo y no te rebelaste cuando a él, muy pronto, le pareció indigno ocupar tu lugar ante el plato de papilla, y conseguiste un trabajo de profesora agregada, y te remordió la conciencia por dejar al niño en la guardería, y seguías siendo tú quién debía ocuparse de casi todo al llegar a casa y…


“Acabaron sin que me diera cuenta los años de aprendizaje. Después se convierte en una costumbre. Una suma de ruidillos en el interior, molinillo de café, cazuelas, profe discreta, mujer de ejecutivo vestida de Cacharel o de Rodier en el exterior. Una mujer helada”.

… quisiste otro hijo.

“Ah, ya veo las risitas de las buenas conciencias, no haberte casado si no querías aceptar las consecuencias.”
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