¿Cuánto se necesita para formar una tormenta? [...] —Di al viento y a las llamas dónde parar, pero no a mí.
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¿Cuánto se necesita para formar una tormenta? [...] —Di al viento y a las llamas dónde parar, pero no a mí.
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Forjad otra vez la humanidad con semejantes martillos, y se torcerá bajo vuestros golpes y creará los mismos monstruos; sembrad nuevamente el privilegio rapaz y la opresión tiránica, y podéis estar seguros de que recogeréis los mismos frutos
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En vano trató de luchar, porque el amor, mucho más poderoso que el odio, centuplicaba la fuerza de la señorita Pross
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¿Cómo habría de ablandarse si para ella misma no tenía compasión?
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También la hija tiene cabellos rubios y ojos azules —dijo Jacques saboreando sus palabras—. Por otra parte, las niñas son una rareza. ¡Son tan graciosas esas cabecitas!
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No tengo mucho miedo, ciudadano Evrémonde, ni me niego a morir si la República, que debe hacer tanto bien a los pobres, ha de sacar provecho de mi muerte; pero no veo en qué puedo serle útil…
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Di pues al viento y a las llamas dónde parar, pero no me lo digas a mí
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Ahora sabemos la lucha que habéis sostenido, conocemos lo que debisteis de sufrir cuando descubristeis el nombre de mi familia, y comprendemos la antipatía instintiva que sentíais en un principio y que vencisteis. Os damos las gracias de todo corazón y os amamos como nunca. ¡Dios os guarde y proteja!
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—No estaremos mucho tiempo separados —dijo Lucie—; sé que mi corazón morirá y que pronto me reuniré contigo; pero cumpliré con mi deber hasta el fin y, cuando haya de separarme de nuestra hija, Dios le dará amigos, como me los ha dado a m
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—Doctor —me dijo, con los ojos bañados en lágrimas—, por amor a este niño me esfuerzo en reparar en cuanto es posible el mal que hacen ellos. ¡Qué carga será para él semejante herencia!
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Su trama cuenta la historia de un hombre avaro y egoísta llamado: