Qué bien tener noticias tuyas. ¿Te apetecía? ¿De verdad te apetecía? ¿O fue sólo la fórmula habitual para romper el silencio, compadecerse por la separación, tranquilizar la conciencia y salvar las distancias?
|
Qué bien tener noticias tuyas. ¿Te apetecía? ¿De verdad te apetecía? ¿O fue sólo la fórmula habitual para romper el silencio, compadecerse por la separación, tranquilizar la conciencia y salvar las distancias?
|
Yo quería lo mejor para ti. Por desgracia no se me ocurrió pensar que pudiera ser yo. Por desgracia. Mala suerte. Tarde. Lo siento. ¡Lo siento tanto!
|
¡Jamás esperes un mensaje mío, por favor! Si recibes alguno, es que me apetecía. Si no recibes ninguno, quizá me apetecía, pero luego preferí no hacerlo. Lo mismo vale para ti. Nunca más tenemos que volvernos locos esperando que el otro nos escriba o nos dé una respuesta. Si te apetece, escríbeme, Emmi. Si me apetece, te contestaré.
|
(...) ¿lo dejamos de veras pasado mañana o seguimos escribiéndonos, quiero decir, de vez en cuando, cuando a alguno de los dos le apetezca? No obstante, podemos despedirnos para que todo sea oficial, también por «ella», para que las cosas estén claras. ¡Ah, sí!, desde luego tú estás «muy lejos» de despedirte de mí, tú congelas los sentimientos como si tal cosa. Da igual. ¿Seguimos escribiéndonos?
|
Menos mal que «ella» no sabe nada de tus impresiones sensoriales de mí. No sueltes nunca la llave de tu armario emocional, querido mío. Le harías mucho daño.
|
¡Te detesto cuando miras con realismo! Por lo demás, ésa no es la verdad SOBRE nosotros, sino la verdad SIN nosotros. Y aunque no lo creas, Leo, ya la conocía. Está en uno de cada cinco mensajes tuyos desde hace dos años.
|
Cuando (me) exiges algo con esa urgencia, se descorre el velo de tus ojos y las pupilas se convierten en flechas de color amarillo verdoso. Podrías acuchillar a alguien con tu mirada.
|
(...) porqué «ella» sabe lo que sabe de nosotros, y en caso de no saber nada, por qué no sabe nada. Desde luego, porque tú no le has contado nada. Pero ¿por qué?
|
(...) tengo tu punto de contacto en el centro de la palma de mi mano. Allí se concentran todos los recuerdos y los deseos.
|
Sí, sigo notando tu punto de contacto. (...) Por lo general se hace sentir por sí solo. Por más agua que le eche, no se borra, reaparece una y otra vez. A veces me hace cosquillas, entonces es probable que luego me escribas un mensaje cínico. Y a veces me duele de veras, entonces te echo de menos, y desearía que todo hubiese sido distinto.
|
Gregorio Samsa es un ...