Cuando apuestas tu alma, ganes o pierdas, nunca vuelves a ser el mismo.
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Cuando apuestas tu alma, ganes o pierdas, nunca vuelves a ser el mismo.
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Las vidas imaginadas suelen destrozar a uno por dentro, porque siempre están llenas de los mejores momentos que no sucedieron
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La vida era eso: recuerdos puntuales que se te clavaban en la mente y que surgían cuando los evocabas con olores, discusiones, o emociones, y que nunca pasaban de nuevo, como si no los hubieses vivido, a menos que una chispa los rescatase de las profundidades de tu memoria.
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Aunque se destruyesen todos los ejemplares, el personaje seguiría existiendo para siempre, vagando en el limbo de las creaciones, esperando a volver, a que alguien evocase su historia sin tener por qué saber siquiera que existió.
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La verdad siempre encuentra el camino para destrozarlo todo
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Había olvidado lo tentador que era sentirse una amenaza. Saber que nadie te puede herir y que eres todo púas.
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Porque preferida creer que había muerto y que no nos necesitaba a pensar que sí lo hacía y no lo encontrábamos.
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Es difícil sentirte acompañado cuando el mundo entero camina con la cabeza alta, incapaz de bajar la vista hacia los que nos arrastramos en nuestras pesadillas.
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Abandonar lo que se marchita no es un acto de sensatez, sino de cobardía.
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La única regla del juego del alma es que no juegues si no puedes afrontar perderla.
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