No estaba hecho para las conversaciones serias. Y un adiós es una conversación seria.
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No estaba hecho para las conversaciones serias. Y un adiós es una conversación seria.
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Parecía un catálogo de huellas de pequeños pájaros, compilado con meticulosa locura. Era sorprendente pensar que, por el contrario, eran signos, es decir, cenizas de una voz quemada.
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Tal vez sea que la vida a veces da tales vueltas que no queda ya absolutamente nada que decir.
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Mil veces buscó los ojos de ella y mil veces ella encontró los suyos. Era una especie de triste danza, secreta e impotente.
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Llovía su vida, frente a sus ojos, espectáculo quieto.
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No queda ya tiempo para huir ni fuerza para resistirse, tenía que ser este instante, y en este instante es, créeme, amado señor mío, este instante existirá, de ahora en adelante, existirá, hasta el final.
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Era 1861. Flaubert estaba acabando Salammbó, la luz eléctrica era todavía una hipótesis y Abraham Lincoln, al otro lado del océano, estaba combatiendo en una guerra cuyo final no vería.
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Mil veces buscó ojos de ella y mil veces ella encontró los suyos.
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Ni siquiera llegué a oír nunca su voz. Es un dolor extraño. Morir de nostalgia por algo que no vivirás |
Se movia siempre en una burbuja de vacio. Como si un precepto tacito le ordenara al mundo dejarlo solo
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Gregorio Samsa es un ...