Ni siquiera llegué a oír nunca su voz y al cabo de un momento es un dolor extraño. Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca.
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Ni siquiera llegué a oír nunca su voz y al cabo de un momento es un dolor extraño. Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca.
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—Mi hijo Hervé, que dentro de dos días volverá a París, donde le espera una brillante carrera en nuestro ejército, si Dios y Santa Inés lo quieren. –Exacto. Sólo que Dios está ocupado en otra parte y Santa Inés detesta a los militares. |
_ Tú estabas muerto. Dijo. _ Y no quedaba ya nada hermoso en el mundo. |
Decía Baldabiou que a veces venían desde París para hacer el amor con Madame Blanche. Al regresar a la capital, lucían en la solapa de sus trajes de etiqueta pequeñas flores azules, las que ella llevaba siempre entre los dedos, como si fueran anillos.
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Llovía su vida, frente a sus ojos, espectáculo quieto.
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Aquella muchacha continuaba mirándolo con una violencia que imponía a cada una de sus palabras la obligación de sonar memorables.
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Ni siquiera llegué a oír nunca su voz. (…) Es un dolor extraño. (…) Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca.
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Mil veces buscó los ojos de ella y mil veces ella encontró los suyos. Era una especie de triste danza, secreta e imponente.
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¿Y en dónde queda, exactamente, ese tal Japón? -Siempre derecho hacia allá. Hasta el fin del mundo. |
De vez en cuando, en los días de viento, bajaba hasta el lago, y pasaba horas mirándolo, puesto que, dibujado en el agua, le parecía ver el inexplicable espectáculo, leve, que había sido su vida.
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¿Porque saben que en la Luna se puede extraer helio-3?