La jaula del rey

Hay partes de mi, partes pequeñas, todavía enamoradas de una ficción. De un fantasma que reside en un chico de carne y hueso al que ni siquiera comprendo. El fantasma que se sentó junto a mi lecho mientras yo dormía agobiada de dolor. El fantasma que mantuvo lejos de mi mente a Sansón, lo sé, hasta que no pudo aplazar más una tortura inevitable.

El fantasma que me ama, a su muy perversa manera.

Y siento que esa perversidad surte efecto en mi.

Y por más que me den ganas de gritar, se que no debo hacerlo. La voz de Maven será siempre más fuerte que la mía.

¡Menudo cuadro! Evangeline vestida de plateado, yo de rojo y el rey de negro, en medio de las dos

Nadie más podía hacerme más daño en este sitio.
Nadie sino él.

La corona está en su corazón, y los corazones no cambian.

—Hago lo que jamás mi hermano pudo hacer. Cal sigue órdenes pero no puede tomar decisiones. Lo sabes tan bien como yo -sus inquietos ojos dan caza a un lugar vacío en el muro, buscan el rostro de Cal- por admirable que el parezca, por aguerrido, valiente y perfecto, sería un peor rey del que yo podría ser jamás.

Es un rey, pero también es un muchacho, solo en un mundo que el mismo forjó

Todo duele ya. Duele estar en pie, duele moverse, duele pensar

—¡Prometo hacer lo mismo, terminar con la Guardia Escarlata, con monstruos como Mare Barrow, o morir en el intento!
Muerete entonces, quiero gritar.

Ahora sé que no sabía qué era el amor, o cómo se siente siquiera el eco de un corazón roto. Estar frente a una persona que es todo tu mundo y que te diga que no eres suficiente. Que no eres la elegida. Que eres una sombra de la persona que es tu sol.