Intento no pensar demasiado. Como el resto de las cosas, el pensamiento tiene que estar racionado. Hay muchos que no soportan pensar. Pensar puede perjudicar tus posibilidades, y yo tengo la intención de resistir.
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Intento no pensar demasiado. Como el resto de las cosas, el pensamiento tiene que estar racionado. Hay muchos que no soportan pensar. Pensar puede perjudicar tus posibilidades, y yo tengo la intención de resistir.
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Si al menos nos miraran, si pudiéramos hablarles… Creíamos que así podríamos intercambiar algo, hacer algún trato, llegar a un acuerdo, aún nos quedaban nuestros cuerpos… Ésta era nuestra fantasía.
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Defred registra su historia como buenamente puede; luego la esconde, con la confianza de que, con el paso de los años, la descubra algún ser libre, capaz de entenderla y compartirla. Es un acto de esperanza: toda historia registrada presupone un futuro lector.
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Cae la noche. O ha caído. ¿Por qué la noche cae, en lugar de levantarse, como el amanecer? Porque si uno mira al este, al ocaso, puede ver cómo la noche se levanta, en lugar de caer; y la oscuridad elevándose en el cielo, desde el horizonte, como un sol negro detrás de un manto de nubes. Como el humo de un incendio invisible, una línea de fuego exactamente debajo del horizonte, una pincelada de fuego o una ciudad en llamas. Tal vez la noche cae porque es pesada, una gruesa cortina echada sobre los ojos. Un manto de lana. Me gustaría ver en la oscuridad mejor de lo que veo.
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¿Así vivíamos entonces? Pero llevábamos una vida normal. Como casi todo el mundo, la mayor parte del tiempo. Todo lo que ocurre es normal. Incluso lo de ahora es normal. Vivíamos, como era normal, haciendo caso omiso de todo. Hacer caso omiso no es lo mismo que ignorar, hay que trabajar para ello.
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Las madres nunca se ajustan por completo a la idea que un niño tiene de lo que debería ser una madre, y supongo que en el caso inverso ocurre lo mismo
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… Lo tienen todo planeado. Tú y yo terminaremos ante el paredón, querida.
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Somos matrices con patas, eso es todo: somos recipientes sagrados, cálices ambulantes.
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La República de Gilead, decía Tía Lydia, no tiene fronteras. Gilead está dentro de tí.
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Éramos las personas que no salían en los periódicos. Vivíamos en los espacios en blanco, en los márgenes de cada número. Esto nos daba más libertad. Vivíamos entre las líneas de las noticias. |
¿En qué año se publicó originalmente?